Emery se ha propuesto transformar su equipo sin tocar al club. Las diferencias tácticas con respecto a los últimos años son mucho más que profundas, pero la intención es la misma de las buenas veces: jugar rápido, forzar situaciones de uno contra uno

El pasado jueves debutó el nuevo Sevilla FC en partido oficial aunque no se retransmitiera. El Sánchez Pizjuán presentó una entrada espectacular; el insoportable calor no pudo ni alejar a la gente del estadio ni enmudecer a una grada que respira ilusión.

Apuntaba Monchi tras la venta de Jesús Navas que, como lado bueno, al Sevilla FC se le abría la posibilidad de adaptar más su plantilla a las preferencias de Unai Emery. Fue un modo de certificar que se acometería el cambio de formula

Abajo de casa, al lado del parque o en el Sánchez Pizjuán, pero en la banda. En Sevilla, el bueno siempre jugaba en la banda. Fue la fiebre del «7», un virus que asoló la capital de Andalucía durante 13 años, la mitad en verde y la mitad en colorado.

Palop, guardián de la línea, negro adversario del gol. Pa-lop. La lengua se desliza sutil por el paladar entre las sordas oclusiones de los labios. Como en un penalti y en los palos de la

20:55. Sevilla y Valencia saltan al campo dependiendo de ellos mismos. Los transistores quedan aparcados y ambos entrenadores se concentran en ofrecer lo mejor de sus equipos. Valverde encontró

Hoy los partidos no duran 90′, duran mucho más. No sabemos exactamente cuánto, pero sí conocemos perfectamente cómo. Según se acerque la manecilla pequeña del reloj al nueve, las aficiones se irán reuniendo en las cercanías del estadio

La situación era chunga. Tras derrotar al Valencia hace tres jornadas, la Real se vio en Champions. El sueño de jugar la Copa de Europa pasó a ser un objetivo casi logrado y por ende, susceptible de echarse a perder. No es que