Palop, guardián de la línea, negro adversario del gol. Pa-lop. La lengua se desliza sutil por el paladar entre las sordas oclusiones de los labios. Como en un penalti y en los palos de la portería que un hombre armado con guantes defiende de un franco tirador. Por cuatro veces en la noche escocesa que enfrenta a Dani Jarque y Antonio Puerta. La que gana para los suyos, abrazados ante la incertidumbre mientras él permanece solo en un rincón, aguardando su turno alterno para rubricar su firma en una historia que ya lleva su nombre. Al diez blanquiazul le para el primero, un golpeo asequible. El rifle acierta pero Jonatas se estrella de nuevo contra el héroe de la noche, que no lo es hasta la tercera parada. El joven central la lanza por arriba y el portero planta a su altura una mano firme que conquista la copa plateada.
Palop. La rima imposible, un simple trazo que le aleja del palíndromo. Una mano salvadora que aguarda queda el regreso de un balón perdido entre jugadas lejanas. Un atisbo de contragolpe que nunca calará. Un Palop fue clave en la UEFA 2007 del Sevilla FCcorte estiloso: un italiano querido baila en el aire y se la lleva de cabeza. Lejos de su parcela se arrima a la banda y recorta hacia la cal como lo haría un volante. Lejos de portería cabalga en línea recta y la suelta tras un amago. Todo luce en una jugada que terminará en gol tras la escala en Luis Fabiano. El brasileño no la controla, la encamina. Dos toques: uno la orienta y el otro la filtra hacia un hueco al que no sigue la mirada. La pelota en el área a la llegada del calvo uruguayo, que amolda su carrera a una velocidad menos mientras escoge un palo. Y elige el primero.
Palop. Un impulso, un sinsentido. Una jugada cien veces fallida que cobra sentido en el instante de los elegidos. Un empate a dos al que desafía un guardameta cuando pisa el área rival convencido de tener su ocasión, como tantos que lo han precedido y los muchos que han venido después. Muy pocos premiados. El caracoleo cerca de la línea de fondo lleva el balón a córner y en la esquina se presenta un lateral sin cuello para devolverlo al césped con un golpeo certero. Alza la mirada y localiza una camiseta negra que parece fuera de lugar, bien colocada en el corazón del área. El cuatro centra, el uno remata. Solo, con un escorzo más presa del asombro que asombroso. Gol. Un gol que vale el postrero de Chevantón, White Hart Lane, el desafío de Soldado, los penaltis de Glasgow. La segunda corona europea, la guinda de una era.
SergioMartin91 5 junio, 2013
Grandioso el artículo y grandioso el gol de Palop. Esa noche creo que todos nos hicimos un poquito del Sevilla.