
FC Barcelona y Real Madrid atraviesan un momento delicado. En ambos casos, durante casi todo el año, su juego ha dado pie a la derrota, a que ésta fuese una opción. Las más de las veces, menos probable que la victoria, pero una opción al fin y al cabo. Al Real Madrid, que ha jugado peor, la cruz empezó a salirle muy pronto, y muchas veces. Destruyó su temporada en Liga y, así, su día a día. Perdió la posibilidad de ser mejor de lo que era. Luego comenzó a seleccionar partidos, a decidir cuándo competía y cuándo no, y ahora no se acuerda bien de cómo hacerlo. A veces le sale, pero no siempre que lo desea. El Barça no ha estado tan mal. En la dificultad Leo Messi se echó el equipo a las espaldas e impuso un ritmo de puntuación superior al que merecía el colectivo, las victorias llamaron a la confianza y la mejora llegó progresivamente. La última mitad de diciembre y la primera mitad de enero fueron fantásticas. Es el único momento del año en el que uno de los dos equipos ha rendido como se esperaba. Pero, de pronto, perdió a Vilanova como entrenador, al Real como motivación y en San Siro contra el Milan. Y por el camino, su nivel.
Si alguno mostrara hoy su mejor versión, arrasaría al rival. Por lo general, los jugadores no se transforman, pero un Clásico copero en el Camp Nou con la gran Final de premio tiene esa cuota de magia y ese punto de cuento que dan pie a actuaciones de «¡oh!». En plan Cenicienta, como cuando la calabaza se convirtió en carroza hasta las doce de la noche. Pasa. Ya ha pasado, de hecho; pero no es lo normal. Y como no es lo normal, nos centraremos en lo otro. Eso es que en los últimos Barça-Madrid Mourinho ha tenido un poder de decisión superior al de Pep o Tito. Todos estaban de acuerdo en que la pelota fuera para el Barça, pero los culés querían tenerla arriba, y Mourinho no les dejó. En cierto modo, las cosas siguen igual. Por mucho que evolucione el vigente campeón de Copa, cuando llega una batalla decisiva recurre al pasado, al fútbol control de muchos pases y no tantas ocasiones. Milan y Sevilla, sus dos últimos oponentes, permitieron su voluntad, y sacaron fruto tanto de su poca profundidad como de lo mal que corría hacia atrás cuando perdía el balón. ¿Qué hará Mourinho? ¿Encerrarse aprovechando la coyuntura? ¿O tirar su defensa cuanto más arriba mejor, como en los últimos 6 Clásicos? En condiciones normales optaría por esta segunda opción.
Los respectivos malos momentos de Pepe y el Barça podrían provocar que Mourinho cambiase de plan.
Riki maniató a Pepe en Riazor en cada jugada con mucha claridad, sin esfuerzo excesivoPero éstas no son condiciones normales. Para empezar, le falta Pepe, que es su carta del triunfo. El mejor central de 2012 está lento y rígido, y sin su físico, su talento no funciona de la misma manera. Pepe requiere moverse como un Pepe para que sus decisiones tengan sentido. Para acertar necesita ocupar 50 metros cuadrados, no 5. Sergio Ramos tampoco ofrece ninguna fiabilidad a estas horas. Si se une que el ataque estático del Barça está espeso y que para una defensa, más allá de Pepe, es más fácil defender en cuanto menos espacio mejor, pues la duda queda sembrada, y debe comentarse. Sin embargo, la ida es un precedente muy significativo. El Madrid llegaba con problemas muy superiores a los de hoy, recordemos que aquel partido lo jugó sin Ramos, sin Pepe, sin Coentrao y sin Marcelo, y no fue obstáculo para que Mourinho pintase su línea del fuera de juego donde acostumbra contra el Barcelona. Es su manera de jugar los Clásicos, la que le ha dado autoestima a su equipo para agarrarse a la grandeza aunque no tenga el balón, y renunciar a la misma no va a ser hoy su intención inicial salvo sorpresa. Corramos el riesgo y asumamos que la zaga blanca intentará estar lejos de su portero.
Y como el meollo principal ya se analizó en «Messi desencadenado» o «Regreso al Olimpo», y se detalló hoy con «El giro» y «La presión blanca», vamos a ir directamente a los posibles ajustes. La guerra está en que el Barça querrá tener el balón arriba y, a poder ser, sin sacrificar a Iniesta atrás como en el Bernabéu, porque donde es resolutivo es cerca del área merengue. Xavi no logra subirlo ante nadie, chico, grande o mediano, y no se puede contar con que lo haga hoy (si lo hace, eso que se lleva el Camp Nou), y soltar a los laterales de manera loca contra el Real Madrid suele dar un poco de miedo, aunque sin duda es una de las opciones de salida controlada más factibles que manejan Tito y Roura para esta noche. Si hacemos recuento en este párrafo, de Fábregas no hemos hablado. El motivo es que los precedentes nos dicen que apenas cuenta, que es todo potencial, pero que aún hay muy poco de realidad en azulgrana. Asumiendo que el mejor Barça es con él, que sin su participación el techo es menor, el cariz que ha tomado el asunto puede aconsejar su sacrificio en favor de Villa o, sobre todo, Alexis Sánchez. Messi necesita un respiro, que nadie le persiga cuando vaya a cualquier parte, y una referencia que ataque la espalda de los centrales madridistas puede ser el regalo que ansía para revitalizarse y volver a ser quien era… hasta hace un rato, como quien dice. Lo cierto es que, con un «9» bregando, Pepe y Ramos tendrían un reto más incómodo que contra Messi solo.
Di María, Higuaín y Benzema pueden llevar a Mourinho a alinear a quien ya no quería: a Kaká.
Tan raro como que el Barcelona no tuviese la posesión sería que el Madrid no tuviera ocasiones. Sobre todo si juega Alonso -si es baja, casi seguro Pepe formará doble pivote con Khedira-. Xabi es el nexo con Özil, y Özil es al Barça lo que Iniesta al Madrid: el factor incontrolable, porque están pendiente del otro y no pueden dedicarles la atención merecida. Con todo, la verdad es que ya va siendo el momento de que el Barça haga algo ante Mesut. Ataca un sector lleno de tipos pegajosos (Busquets, Alba y Puyol), y no puede ser que vez tras vez monte el cristo. Si Busquets se desentendiera de Ronaldo, trabajase a consciencia sobre el pase a Özil y presionase sus controles de balón, ¿no perdería Cristiano su principal suministro indirectamente? Guardiola era muy así. De evitar el jaque mate y tomar la iniciativa sacrificando un caballo tres turnos antes.
Más difícil lo tendría contra Özil y Kaká juntos. Ya le superaron el año pasado cuando se vieron, y es que es mucha traca para un solo jugador, y ahí sí se nota que los interiores culés, sean quienes sean, ayudan poco al bueno de Sergio. Con franqueza, si Mourinho está por poner a Kaká, razones va a encontrar a puñados: su experiencia, su pegada, su adecuación al Barcelona, su personalidad, su relación con Özil, sus últimos buenos partidos… Incluso que si quiere probar a Ronaldo como «9», el Barça es el rival más propicio, pues es el único que va a ofrecer al ariete del Real espacios para que corra. Pero en la memoria permanece el Madrid-Bayern, que Mourinho lo tiene clavado, porque Kaká debió ganar aquel encuentro, sí o también, y no tocó el balón. Hoy es un partido para que uno de estos futbolistas espaciales se desmarque del resto. El Barça tiene a muchos que ya lo han hecho: Xavi, Iniesta, Messi y, ojo, Villa, que instinto le sobra aunque le falte adaptación. El Madrid sólo suma a Cristiano. Y la Liga le da la espalda, como se la dará el Camp Nou. En principio, aunque de forma difusa, las blancas hoy las llevan Vilanova & Roura. Y por cierto, un apunte, que se nota demasiada histeria alrededor de este gran Clásico: el fútbol es una segunda oportunidad. Ésta será una derrota dura, pero mañana todos abrirán los ojos de nuevo. Esperan Milan y Manchester United.
@pablortega 26 febrero, 2013
Maravilloso trío de artículos. Clases magistrales de análisis deportivo.
Nos espera un gran partido, estoy seguro.
Algo que nadie puede negar a Mou es su capacidad de adaptación al rival y más aun, el poder superar golpes morales durísmos (como el 5-0), rectificar y mejorar. Una dicha tener estos dos equipos en la misma liga y en la misma decada.