Es difícil recordarlo porque todo comenzó hace mucho tiempo, pero lo que hoy parece una generación mimada tuvo un origen minado por las lágrimas y la sangre. Esta Selección española sufrió la transición post-Raúl, la gran estrella del país, el número 2 en la historia del club más mediático del mismo, y aquéllo fue una tortura. Sin el Mundial de 2006, donde pasaron cosas extrañas, no se entiende la Eurocopa de 2008, en la que Luis Aragonés cargó con una presión inaudita y angustiosa que sembró un compromiso clave en un grupo de futbolistas de leyenda. Sólo seis* supervivientes lo han vivido todo: Iker, Ramos, Xabi Alonso, Xavi, Iniesta y el más joven, Cesc Fábregas.
Si bien el estatus del catalán no alcanza aún la altura del de sus cinco compañeros, sería un error comparar su carrera en la Selección con su oscuro periplo culé. Cesc en España acumula méritos y momentos decisivos. En el primer título marcó a Buffon el penalti que rompió la barrera de los cuartos, y luego su entrada en el once titular por Villa desató el mejor fútbol del torneo. En la Copa del Mundo recuperó su rol de revulsivo y dio a Iniesta el pase del gol que derrotó a Holanda en la Final de Johannesburgo. Y en lo más cercano, cerró con tino la tanda penal contra el rival más difícil del ciclo, y protagonizó un último partido fantástico ante la Italia de Pirlo. A su manera, Cesc siempre se las ha apañado para completar el producto. Ha sido un gran jugador nº 12.
Messi como falso 9 implica una serie de complicaciones tácticas.
En el Barça se le pide un plus de técnicaY es que España le reta de un modo distinto al del Camp Nou, porque en la Selección no está Messi. El sistema basado en la posición de falso 9 de Leo conlleva desventajas, como todos. En este caso, la hoja de resultados los justifica con solvencia, a su equipo le han rentado de sobra, pero Cesc los ha sufrido de manera especial. Pese a su gran química con el genio -que adora a todo aquel que se la devuelve de inmediato-, en lo táctico le es una faena, y es que ocupa la zona en la que él se siente más a gusto a día de hoy, lo que le obliga a realizar una labor demasiado oscura. Además los movimientos de Leo espachurran el sistema dando pie a un achique rival más sencillo. En la pizarra el Barça es fácil de defender y todo el mundo sabe; lo que ocurre es que Busquets, Xavi, Iniesta y Messi marcan unas diferencias técnicas sin paragón. Técnicas, que es justo donde Cesc más sufre.
España tampoco es un contexto táctico demasiado agradable.
España también tiene lo suyo. De hecho, plantea dificultades que solo su rica gama de centrocampistas puede descifrar. En la última Euro renunció casi por completo al juego de posición que instauró Aragonés y Del Bosque respetó hasta el Mundial (tema tratado con profundidad en este texto). El sistema se liberó y la lectura de los jugadores cobró más peso, algo que para Cesc, hombre de talento, no es un problema. Otra traba fue el jugar sin delantero durante la lesión de Villa, lo que le dejó a él mismo como el hombre más ofensivo, aspecto que también supo llevar. Cesc pensó como un punta, entonces. Claro que bajaba a donde no se topaba con Leo, y agradecía ese aire de más para tomar una confianza extra, pero asumía que sus rupturas hacia delante eran su sino. Sobre todo su pequeña diagonal dentro-fuera hacia las líneas laterales del área, perpendiculares a las acciones de Iniesta y Silva. En el partido contra Finlandia, con Villa de vuelta al once, abandonó esos movimientos. Andrés y David lo pagaron muy caro. No tenían espacio.
Hoy contra la Francia de Matuidi, Ribéry y Benzema, quién sabe si la de Varane y Pogba, la Selección necesitará el regreso del Cesc que destrozó a Italia en Kiev. O a Pedro. Hay que huir de la parálisis.
* Reina también está presente desde 2006, pero con un papel menor. Puyol y Villa se perdieron la última Eurocopa por lesión. Torres, parte de los tres títulos, ha perdido su plaza recientemente.
miguel 26 marzo, 2013
Abel, te olvidas de David Silva, él también estuvo en la triple corona. Un saludo