El Chelsea 2011/12 comenzó la temporada a las órdenes del joven, atractivo y triunfador Andre Villas Boas y la terminó coronándose campeón de Europa. Si en todo el tiempo que transcurrió entre ambos momentos decidiste coger un vuelo y pasar nueves meses en las costas de Madagascar, aislado del febril y agotador ritmo del panorama futbolístico, creerías que a Jose Mourinho le habían robado el trono y alma de Stamford Bridge. Pero no fue así. El sucesor de Jose fue despedido allá por marzo, hoy es entrenador del Tottenham y fue el Drogba de Di Matteo, su particular David, quien llevó a los blues a levantar la perseguidísima y esquiva Champions League. Lo hicieron desechando las ideas de su antecesor, con un repliegue estrecho y primitivo, con grandes dosis de suerte, un Didier imperial y un Ramires dañando el costado más débil de la transición defensiva rival. No hace falta confirmar el por qué Roberto Di Matteo no es el Miguel Ángel del continente, pero en su segundo año se evidencian distancias que lo alejan aún más del Divino.
Un mes después de comenzar la competición, el técnico italiano dio entrada, en su partido ante el Stoke, a los tres jugadores que definieron, tras la contratación de dos de ellos, el debate sobre el estilo que Di Matteo trataría de implantar en su 2.0. Cuatro líneas: doble pivote, tres mediapuntas y un «9». La primera constante inquebrantable es un doble pivote y una línea de cuatro que priorizarán ante todo la posición de partida. Nada más comenzar el encuentro, en la primera jugada, se vislumbra un 6+4 que fractura el equipo. Talento autosuficiente arriba y músculo acumulado salvaguardando. Di Matteo observó tras su llegada, que el Chelsea de Villas Boas pretendía construirse en triángulos de posesión y dominar los partidos de principio a fin, fracasando por la falta de adecuación de su plantilla, devorada por una transición defensiva sangrante y serios problemas para profundizar. Por ello pretende poblar su campo ante el robo rival.
La llegada de Hazard y Óscar (más Mata) acentúa la idea del italiano en dividir el juego en una autonomía y una efectividad necesarias para justificar la idea base. Ocurre que el Chelsea es un eterno candidato al título, un grande de la Premier League y debe trabajar conceptos básicos para desdibujar defensas organizadas por acumulación para no depender tanto de la eficacia frente al marco rival. Tal y como ocurrió en Mónaco, al Chelsea le van a conceder la posesión, regalándole en muchas ocasiones decenas de metros en salida. Hoy día el conjunto de Abramovich no está en disposición, con el balón en su poder, de tomar la iniciativa en el juego. Cuando la tienen, no mandan. Así es la errática fase ofensiva de un equipo estructuralmente confuso.
Aparece como evidente un problema de amplitud. Coordinar los ejes es un axioma fundamental ante defensas posicionales. Sostener una posesión en ¾ que garantice una recepción cómoda para los hombres más talentosos y que ofrezca espacios entre laterales y centrales para que la referencia atacante trace movimientos efectivos no son aspectos negociables en un conjunto sin extremos. Los tres hombres que forman la penúltima línea poseen la misma tendencia interior, con lo que necesitan «espejos» que equilibren el terreno y compensen sus movimientos. Abrir, atraer, asociar y cambiar de orientación a zonas despejadas, en definitiva. Con su 6+4, Di Matteo cierra las vías de escape al poseedor, no lanza a sus laterales con continuidad (es preso del concepto de si sube un lateral, el opuesto queda a altura de mediocentros), y cuando se proyectan, lo hacen como apoyo corto sin pisar cal.
Un túnel que permite al oponente estrechar su repliegue, cerrar a laterales y robar con comodidad. Ante esta idea chocan las características del único nueve que figura en el plantel. Exigido el equipo a profundizar por el centro y solicitando al punta un gesto técnico depurado y una ventaja en dos pasos, el español se atraganta y no aporta ninguna solución. Torres necesita de cinco pasos para encontrarse con el balón, sea en la dirección que sea. Sin un apoyo en banda, la pérdida compra más boletos de lo esperado. Di Matteo busca una yuxtaposición en lugar de una coordinación, localiza físico en una mitad del terreno y el talento en la otra. Prosaico atrás y poético delante, plomo y pluma sin encaje en el horizonte. No se aprecia lógica.
La génesis de los problemas reside en la escasez de creatividad que muestra el plantel fuera de sus tres plumas. Defecto estructural de la plantilla, la venta de Meireles no se explica bajo parámetros futbolísticos. El portugués no es mediocentro ni tampoco constructor, pero sí es un notable interceptor y buen lanzador para determinadas situaciones. Frank Lampard está cerca de los 35 años, Oriol Romeu no parece contar con la confianza del cuerpo técnico y tendría que ofrecer una demostración tajante, cuya capacidad no alcanza, en mi opinión, para ser una referencia en este conjunto pero sí parece mucho más indicado para interpretar todo con más sentido, y dos jugadores que resultan del todo insuficientes. Ramires es un jugador enérgico, batallador, enfocado a la réplica sobre el contrario. No es un centrocampista.
John Obi Mikel probablemente sea el gran obstáculo del cuadro blue. Si tuviéramos un contador manual en nuestra mano a modo de pulsador para contabilizar las cosas que Obi Mikel hace mal, quizás al segundo partido el pulgar sufriría de artrosis. Técnicamente muy limitado, en control y pase, de cualquier índole, inerte compositor y pobre intérprete de lo que ocurre, el Chelsea nunca posee las contraseñas del círculo central. Al premeditado concepto del entrenador de situar a sus mediocentros en paralelo, surge la falta lectura. En la imagen Juan Mata es acosado por las marcas y el nigeriano no ofrece línea al espacio que queda a su izquierda -a la altura del árbitro-. Desconexión en la circulación. Escalera sin peldaños.
En el fondo, Roberto Di Matteo no está inviertiendo la tendencia pasada. Tiene más determinación y autonomía individual arriba pero lo aisla del resto del equipo. No existe cohesión. Semanas antes del inicio de competición el plantel evidenciaba la idea de aprovechar repliegues más templados y transiciones tras robo como campo base. Ante el Stoke, el Chelsea volvió a sacar partido, en el tramo final, del desorden rival y una búsqueda sobrevenida por las prisas del marco rival, pero siempre ante la aparición de espacios. En su visita al Emirates, el planteamiento actual puede tener más sentido, puesto que la exigencia es distinta. En defensa posicional veremos cómo se defiende el equipo ante Cazorla, Arteta y Ramsey. ¿Obi Mikel?¿Ramires? El equipo es líder, necesitaba un arranque potente para creer, pero tienen problemas. Y necesitan ajustes pronto. La labor es una y de un solo hombre. Roberto, Stamford necesita un puente.
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@DavidLeonRon 29 septiembre, 2012
Falta talento en la base, es así.
Soy el mayor fan de Ramires del planeta fútbol, pero jamás en el doble pivote, porque ahí no le luce nada de lo suyo. Mikel solo es bueno en planes reactivos, compitiendo desde la inferioridad. Cuando debe proponer, va justito.
Otra cosa que aprecio es que, consecuencia de esto que comento, veo a Mata como agobiado, pagando el pato. A menudo muy retrasado, demasiado tiempo detrás de la pelota, no sé. Igual a él le encanta, pero no olvidemos que Juanín era un extremo con llegada. Que no es Modric, ni siquiera Cazorla. Hacerlo como recurso es genial. Como plan…