Pep Guardiola afronta su segunda campaña al frente del Manchester City y no quiere que los resultados se parezcan a los que cosechó durante la primera. Sin embargo, los recursos de los que dispone no parecen demasiado superiores a aquellos de los que ya gozaba. Más allá de la total adaptación de Gabriel Jesus, que supondrá una segunda vía goleadora natural, el resto de bondades permanecen muy en la línea de lo que no le permitió -y a lo que no permitió- competir por la Premier ni pasar de Octavos en la Champions. Y sabe que para que el cuento no se repita, el primero que debe cambiar algo… es él.
A nivel estructural, las principales novedades residen en los roles otorgados a David Silva y Kevin De Bruyne. El Manchester City más prometedor del año pasado fue justo el del principio, y en ese destacaba que el español y el belga, los dos pasadores más creativos, eran los interiores del sistema. En realidad ambos responden más al perfil de mediapunta que al de interior, y sobre todo en labores defensivos dejaron a deber, tanto que, pasado un tiempo, Guardiola tiró de ajustes para reforzar la medular y Kevin y David pasaron a jugar más arriba. Pero así, desapareció del ADN del equipo el sello estilístico del entrenador catalán. Por eso está intentando recuperar a los dos para su centro del campo.
Silva está influyendo fundamentalmente entre líneas y se está convirtiendo en un problema para el rival.
En lo referente al ex del Valencia, el gran cambio reside en que se le ha devuelto a su escalón de toda la vida: el entrelineas. Por su nacionalidad, por su creatividad y por su capacidad de liderazgo, Silva fue quien asumió esas funciones que en los anteriores proyectos de Guardiola habían desempeñando Xavi, Kroos y Xabi Alonso. Pero por más que se le presuman condiciones para ejercer de esa guisa, no se trata de un especialista. Y el coste de oportunidad por ponerlo abajo, además, era alto: el Manchester City perdía a su único jugador capaz de pausar el juego y provocar control a la espalda de los pivotes del adversario. Ahora, Silva ha vuelto a su zona y está marcando la diferencia. No sólo por su recobrado instinto para el último pase (lleva seis en ocho partidos de Premier League), sino también porque está permitiendo al conjunto skyblue pararse a una altura donde antes no podía. Traducción: el Manchester City está dándose tiempo para juntar a sus futbolistas allá donde conviene presionar para dominar la segunda jugada, sufrir menos al contragolpe y gozar de mayor claridad ofensiva. Eso significa equilibrio.
No obstante, el pivote Fernandinho no atesora las características suficientes para administrar por sí mismo, o junto a los centrales, la salida de balón al completo; requiere de una ayuda cuya autoría está recayendo sobre la pieza sacrificada en el puzzle de Guardiola: Kevin De Bruyne. Es el dotadísimo jugador belga quien, pese a ser quizá el atacante más resolutivo de la plantilla, está desgastándose en lo físico para bajar a recibir y juntar lo del principio con lo del final. Su despliegue está siendo formidable y lo más destacado estriba en que no le está costando ni precisión ni determinación. El año pasado produjo 24 goles en 36 partidos de Premier y ahora suma 8 en 10. Es decir, la media incluso ha subido. El salto de calidad de De Bruyne no resalta a la vista tanto como podría, pues sus extras son más oscuros que luminosos, pero al Manchester City le está haciendo un avío prácticamente imprescindible. Con un solo pero: cuando Pep dibuja un esquema de triángulo en el centro del campo (5-3-2, 4-3-3), la insuficiencia defensiva de Silva deposita sobre él demasiada responsabilidad en el repliegue y, aunque no se agota, se nota que no es lo suyo. Ante rivales de primera talla, como se vio durante el arranque del encuentro frente al Chelsea FC -hasta que se lesionó Morata-, podría costar más caro de la cuenta.
De Bruyne es quien está oxigenando al City en salida de balón y no ha perdido potencial para decidir.
En el rutilante y ya citado choque contra los de Antonio Conte, Guardiola probó una disposición que en cierto modo corrige este déficit aunque sea de una forma poco convencional o canónica. Lo que hizo el catalán fue apostar por un 4-1-3-2 mediante el cual, en efecto, Silva permanecía como centrocampista entre líneas, pero con el plus de que no formaba parte del triángulo de la medular en los pocos intervalos en los que el Manchester City no poseyó el esférico. En esas instancias, fueron los dos extremos, De Bruyne por la derecha y Sané por la izquierda, quienes bajaron y se cerrando formando un rombo con Fernandinho y el canario en los vértices inferior y superior. Sané, como sucede con De Bruyne, no es un especialista defensivo, pero sí un joven muy aplicado en lo táctico con una mente presta al aprendizaje y con facilidad para concentrarse y cambiar el chip en juego. A ello añade un poderío físico que ya quisieran muchos box-to-box de la Copa de Europa. Huelga apuntar que, si el Manchester City se topara con un adversario propositivo que le arrebatara la pelota, a nivel de posicionamiento y otras aptitudes, este centro del campo se quedaría corto, pero ese tipo de contrincante no abunda. Además, incluso en el caso de encontrarse con uno, habría una contrapartida positiva: la amenaza en transición que supone un equipo que engancha desde muy abajo con dos balas tan rápidas y resistentes como De Bruyne y Sané… no resultaría desdeñable. Menos, con dos entre Gabriel Jesus, Kun y Sterling esperando arriba.
El Manchester City actual es un equipo con momentos de brillantez pero que aún no transmite madurez.
En líneas generales, continúa prevaleciendo la impresión de que Pep Guardiola carece de las herramientas necesarias para expresar todo su talento. Y también que esas carencias son tanto de un naturaleza cualitativa -estilo- como cuantitativa -calidad-. Su Manchester City, aunque brilla, sigue pareciendo más un equipo ligera que una obra tan consistente como las mejores. Pero el técnico no se rinde y no cesa en su búsqueda de la solución. O de las soluciones. Porque cuando no se dirige a los futbolistas más diferenciales del circuito, igual en vez de un sistema de éxito en una temporada, se demandan cuatro o cinco que, un poco por su equilibrio, y otro poco por su factor sorpresa, vayan sumando a ritmo campeón jornada tras jornada durante los exigentes nueve meses que dura un curso.
Foto: Clive Rose/Getty Images
Sergio Valdez 17 octubre, 2017
1. No estoy de acuerto que este Man City sea igual que al de la temporada pasada… de hecho creo que Pep hizo una verdadera revolucion donde solo le falta una pieza… eso si gano toneladas de piernas y solo unos cuantos kilitos de calidad
2. Siempre tuve a este City como favorito cuando vi los refuerzos: Pep cuando tiene las mejores piezas es mucho Pep: ganar ligas es lo de el.. es muy regular
3. Un mediocentro para que este City incluso sea candidato a la champions… es la pieza que falta… un canterano, millones, algun veterano pero lo tendra que encontrar… seguro lo encontrara.