
Dani Ceballos es un centrocampista de potencial ilimitado. Desde aquel éxito en la Eurocopa de 2008, España ha producido varias leyendas y al 75% de los pasadores que hoy marcan el ritmo en la élite del fútbol, pero ninguno de ellos reunió tantas condiciones físicas y técnicas como el genio del Real Betis. No hay demasiadas cosas que no estén a su alcance sobre un terreno de juego. Y hace todas. Es decir, aunque tenga apenas 20 años, no se trata de una promesa de acciones fugaces que enlazadas en un vídeo de YouTube recreen a un futbolista que no existe pero puede existir; Dani Ceballos es una realidad capacitada para marcar la diferencia que ya ha destrozado a rivales como el FC Barcelona o el Atlético de Madrid. La única duda sobre su futuro se vincula a cómo gestione la presión de un club gigante y un rol secundario tanto en el sistema como en la plantilla de este, lo cual, dicho sea, no será nada fácil. Y por lo que su breve trayectoria deja traslucir, a él, por su carácter volcánico y total carencia de mente fría, podría resultarte más difícil si cabe. En pos de que aprenda a convivir con ese estatus que ahora le toca y a competir como su talento le permite, ha llegado al Real Madrid. O sea, al lugar donde menos se le necesita. Si bien, justamente por eso, también al sitio donde, si se deja, más y mejor podrán ayudarle.
Ceballos es un futbolista muy desordenado que, por su extraordinaria calidad, suma a su equipo aun así.
Como jugador, Dani Ceballos es el amateurismo más ingenuo aplicado de manera innata e inconsciente al máximo nivel. A saber, juega en Primera como el bueno de la clase en el patio del colegio: busca la pelota en cualquier parte y todo el rato, no la pierde nunca pese a que arriesga sin excepción y genera ventajas de modo constante. Para diferenciarle, por haber nacido donde y cuando lo ha hecho, tiñe ese virtuosismo con un interesante matiz asociativo que integra a sus compañeros en sus propias jugadas, disparando el potencial y la influencia del fútbol que imagina y concreta. Aunque hasta en eso, en lo de jugar en equipo y no solo, actúa como los niños; cuando la pasa, se obsesiona con dársela al bueno, a Joaquín en el Betis o a Asensio en la Sub-21, a lo Tom Baker & Oliver Atom. No, definir a Ceballos no da pie a un análisis de apariencia rigurosa. El motivo, que su fútbol tampoco lo es. No hay ciencia, no hay táctica, no hay reflexión en su repertorio. Dani es un potro desbocado que derrocha ambición y talento a cada segundo. El lado, se repite, más amateur del juego. En un ahora cada vez más profesionalizado.
De ahí emanan sus virtudes. También sus defectos. Dotado de un físico muy superior al promediado en el centro del campo de la Selección, Ceballos intenta saciar su sed de balón con una movilidad de las que rompen los mapas de calor de los Match Reports. Acude a donde esté para recogerlo, conduce mientras dribla, lo suelta y, de inmediato, ya se está desmarcando para volver a recibir. Por un lado, esto es muy positivo, porque siempre está conectado al juego, pero por el otro, debido a la aleatoriedad de todos estos movimientos, le convierte en un jugador bastante desordenado. Visita muchos lugares, pero no vive en ninguno, dificultando la solidificación de un sistema consistente. Para más inri, a la hora de defender es igual de visceral que cuando crea o ataca: corre detrás de la pelota como alma que lleva el diablo -con el potencial que eso le otorga de cara a transformarse en una gran herramienta en tareas de presión-. Dani es pura vehemencia sin control en cada fase del juego. Y tan fascinante resulta que hasta así marque diferencias como el margen de crecimiento que, por eso, se le atisba. La desorganización no es un estilo, sino un déficit. Y de los más corregibles si la mente del chico se abre, absorbe y reacciona.
Ceballos tiene herramientas para ser un defensor eficaz. Eso, y producir goles, será lo primero a mejorar.
No obstante, el futuro queda muy lejos. Demasiado lejos para los intereses de un Zidane que tendrá que seducir al futbolista para que se sienta útil y satisfecho durante el largo periodo que le aguarda sin tener una opción realista de asaltar la titularidad. Para empezar, el entrenador tendrá que buscarle un sentido -que no un hueco- en el plantel más amplio de la Champions. ¿Puede darle Ceballos algo al Madrid que no tuviera ya el curso pasado? ¿Existe algo en su argumentario que no forme parte del de Luka Modric, Toni Kroos o Isco Alarcón?
La respuesta es no. Más allá de poseer mejor físico que el de sus compañeros, no hay un rol práctico que Ceballos represente y no estuviera ya ofertado por el triángulo más dominante de la Champions. Sin embargo, ello no significa que no tenga nada que aportar. Y esto es algo que puede afirmarse ahora y que no se habría podido justificar antes de que, tras la lesión de Gareth Bale, Isco ganase no espacio, sino auténticos galones, en el once inicial. El update generado por Isco le abre la puerta al nuevo genio.
Por supuesto, el 4-3-1-2 como alternativa real al 4-3-3 alberga peso en esta cuestión, pues dibuja un puesto más en el dibujo donde Ceballos podría encontrar cabida, pero no es eso lo más importante. Lo que de verdad transforma el panorama radica en que el Real, con Kroos, Modric e Isco juntos, aprendió a hallar el equilibrio en su juego a partir de la pelota en vez de a partir de la pizarra. Observar los duelos contra el FC Bayern Múnich, el Atlético de Madrid o la Juventus FC es descubrir un conjunto que, en lo estrictamente táctico, sufría en ambas mitades del campo. El reparto espacial no estaba optimizado, lo cual se hacía sentir sobre todo en las bandas, que se quedaban despobladas dificultando tareas claves como instalar la posesión arriba o defender los propios costados tras la pérdida del esférico. Pero pese a ello, y aunque a menudo los comienzos de partido no fueron buenos a causa de estos obstáculos, el Madrid era como un ente incorpóreo, etéreo, sus rivales dirían que fantasmal, que se iba aclimatando a las condiciones presentadas hasta que, de repente, sin aviso, el juego ya era suyo. Y al llegar ese punto, siempre había un mismo denominador común: Kroos, Modric e Isco se habían hecho con la posesión del balón. Perdiendo, ganando o empatando, la pelota, que antes había sido del otro o estado dividida, la tenía ese triángulo de las Bermudas en el que los oponentes acababan desapareciendo. Para un club que venía de ganar dos Champions Leagues en tres años valiéndose del repliegue como camino hacia el equilibrio, la conversión cultural ha sido grande. Y con Marcos Llorente y Dani Ceballos, se asentará.
Dani Ceballos potencia la idea de Real Madrid que nació durante las eliminatorias de la Duodécima.
Kroos, Modric, Isco y Ceballos, con Llorente en el vértice inferior y la opción de Asensio o Benzema por delante, son futbolistas que no pierden la pelota. Si se orientan a ello, si esa es la idea, aspectos como la colocación de sus propios compañeros o la presión defensiva del oponente adquieren un valor muy, muy relativo. Da igual que vayan tres adversarios a por uno de ellos encerrándoles en una banda; lo máximo que podrán obtener será una falta. Y si no la hacen y el mago se escapa, se genera la ocasión de gol. Tener la posesión no es la solución definitiva del fútbol porque se asumen riesgos relacionados con dejar espacios atrás, pero con Kroos, Modric, Isco y Ceballos, y hoy por hoy sólo con Kroos, Modric, Isco y Ceballos, es un riesgo sumamente tolerable. Porque de verdad que no la pierden. Lo que dio forma al Barça del Triplete de Luis Enrique gracias a Alves, Busquets, Iniesta y Messi, o a la España de 2012 con Alonso, Busquets, Xavi, Iniesta, Silva y Cesc de falso «9», el Madrid lo reproduce ahora. El borrar del juego una de sus variantes -la pérdida propia/recuperación del rival-, y que eso sea posible por algo tan simple como que esos ases no la pierden y punto, da pie a un intervalo de tiempo en el que cada segundo ordena más al Madrid en función de un oponente que, ante la irracionalidad de lo que enfrenta, va perdiendo organización. Así, es el Real quien alcanza el equilibrio. No es un orden pactado. Ni una táctica. Ni un juego de posición estudiado al detalle. Pero sí es un sistema. El sistema invisible.
Penetrando en usos más específicos, con cara y ojos, hay uno en el que Ceballos podría resultar demoledor. El cambio de paradigma que se acaba de explicar ha modificado el estatus de Isco en la plantilla blanca; tras el éxito de la Duodécima, parece muy factible que su titularidad en detrimento de un miembro de la BBC pase a ser verdaderamente considerada por Zidane antes de cada noche grande incluso cuando la BBC al completo se halle disponible. Esto podría derivar en un efecto negativo para el Madrid que estribaría en la pérdida de la versión revulsivo del propio Isco, un recurso excepcional que había otorgado a los blancos una enorme ventaja estratégica en las cuatro ediciones de la Copa de Europa en las que contó con él. Su importancia en ese rol no residía sólo en el hecho de que uno de los mejores centrocampistas del planeta saliera a jugar fresco a partir del minuto 60, sino también en las características más únicas de su juego: Isco es un generador de fútbol autosuficiente que sube al resto del equipo a su barco de creatividad incluso cuando sus compañeros están apagados u ofuscados. La prórroga de la Final de San Siro fue un ejemplo perfecto: valiéndose de Danilo y Lucas Vázquez, con Modric, Bale y Cristiano inmovilizados por las lesiones, se las apañó para comerse a todo un Atlético de Madrid. Y Ceballos puede repetir esto. El sevillano es uno de esos escasísimos centrocampistas -quizá ahora sólo estén Iniesta, Modric, Isco y él- que desde su iniciativa individual, su autonomía y su magia resucitan al conjunto más muerto y encierran al rival más vivo. Lo atesora todo para ser en el próximo lustro de la Champions lo que Isco ha sido en el cerrado en Cardiff ante los ojos de la Vecchia Signora.
Si Zidane logra seducirlo y motivarlo, Ceballos desde el banquillo podría ser decisivo como «nuevo Isco».
La historia de Dani Ceballos será escrita por la paciencia que sea capaz de mostrar. El caso de Isco o el camino emprendido por Marco Asensio le han regalado precedentes a imitar que podrían tranquilizarle y ayudarle a entender que, fichando por el Real Madrid, quizá haya escogido el camino más seguro pero también el más largo. Si lo afronta con madurez y aguanta, no hay futuro posible diferente a su triunfo, porque es demasiado bueno. En favor de un presente satisfactorio que le haga más llevadera la espera, jugarán dos factores importantes. El primero, la manera en la que Zinedine Zidane gestiona su plantilla y una temporada de tres competiciones. Dicha filosofía y Dani Ceballos se retroalimentarán de manera mutua, en el sentido de que el modelo le dará minutos y de que él, con su desparpajo y ganas de tomar responsabilidades, dotará al hipotético equipo B de un carisma y una autoestima sin los cuales no se concibe esta idea. Por descontado, el segundo factor nace de su calidad. Es una promesa, pero ya está preparado para aportarle cosas al campeón de Europa y, más si cabe, para volver loco al estadio Santiago Bernabéu. El Real Madrid ha fichado a un fenómeno a quien sólo él mismo puede detener. Pero que tampoco se infravalore esa amenaza. La vida en el plantel más profundo del mundo es dura y no todos son Isco o Marco. También se dan casos como James Rodríguez. El talento no garantiza nada.
Foto: CRISTINA QUICLER/AFP/Getty Images
Nacho 17 julio, 2017
Tremenda nota loco pura verdad de lo que es el manejo del Madrid y del fútbol