Leo Messi batió el récord de Zarra en un Barça-Sevilla subdividido en dos etapas diferentes. La seria, que duró una hora, se caracterizó por el fútbol del «10» y por la pobre calidad de los contragolpes andaluces. La divertida, que duró media, sirvió para que Neymar volviera a pasárselo bien jugando en el Camp Nou.
Xavi retornó a su demarcaciónXavi, Rakitic y Busquets formaron el centro del campo azulgrana y, como novedad, el capitán ocupó el interior derecho. Hasta ayer, cuando había coincidido con Rakitic se había recostado sobre la izquierda, donde su influencia mengua. Con Xavi en su sitio, el Barça ganó materia gris y, por lo tanto, orden. No es que fuese un primor, pero su circulación no tenía nada que ver con el caos de Amsterdam y Almería. Dicho esto, aun con la presencia de Xavi, Messi siguió bajando bastante a recibir.
Aleix y Vitolo abandonaron a Banega y Krychowiak contra Messi.
Lo que permitió a Messi finalizar como y donde en sus mejores horas no fueron los pases culés, sino la escasa resistencia que encontró enfrente. En defensa, Unai orquestó un 4-4-2 válido sobre el papel pero en el que ni Vitolo ni Aleix, los extremos, tenían clara su función. Atendieron demasiado las bandas e ignoraron en el centro a Banega y Krychowiak. El polaco hizo lo que pudo, que no fue poco, pero detener a Messi sin la ayuda de un entrenador no está ni a su alcance ni al de ningún otro. Recibiera donde recibiera el argentino, llegaba a su zona preferida relajado y descansado. Tácticamente, estuvo comodísimo.
Luis Enrique probó un nuevo mecanismo defensivo en el medio.
Busquets salía más que RakiticPuesto el grueso del encuentro -el contexto de Messi- en perspectiva, no es difícil inferir que el Sevilla robaba la pelota muy atrás, prácticamente en su propio área y con todo el equipo hundido. Pues aun así, aun estando empotrado por Messi y sus compañeros -en especial Jordi Alba-, los primeros pases del Sevilla eran a placer. La transición defensa-ataque, los segundos posteriores al robo, no reportaban ni la menor dificultad para los andaluces. El ajuste de Luis Enrique, consistente en liberar a Busquets del todo y atar más a Xavi y Rakitic, no funcionó; aunque hay que decir que, a título individual, a Sergio sí le vino bien. Eso de poder superar la altura de sus interiores para ir a presionar encaja bien con sus virtudes. Es decir, aunque el impacto sobre el colectivo no cuajó, a Busquets se le dejó de ver perdido, y eso que sumó el Barça.
En cualquier caso, anótese que Luis Enrique movió el árbol. En breve veremos si insiste en la idea y en cuántas ocasiones de gol sufridas se convierte -o no- ante conductores más lúcidos que Denis Suárez y cía, que hicieron muy, muy pocas cosas bien. Y no fue una sorpresa.
Neymar aprovechó la rendición sevillista para acercarse a Messi.
Tras el 3-1, obra de Rakitic, el Sevilla agregó desconcentración a su desorden y el Barcelona pasó a atacar con más soltura todavía. Sus jugadores ganaron confianza, quisieron ser partícipes de lo que ocurría y empezaron a concederse jugadas que ellos pueden realizar y llevaban semanas sin intentar. Quien más aprovechó este rato fue Neymar, protagonista de una curva in crescendo maravillosa en el inicio de la temporada que se vio interrumpida con la entrada de Luis Suárez en el equipo. El uruguayo acapara mucho, sus intercambios de posiciones con Messi le acercan al «10» y eso había apartado al brasileño. De hecho, pese a anotar el 2-1, su hora primera fue tirando a discreta, casi gris. Luego, en la media última, sedujo a Lionel. Se las sabe todas.
Abel Rojas 23 noviembre, 2014
Aunque no tenga que ver con el análisis del partido… ¿creéis que se dejará de hablar de Zarra para siempre? ¿Pasará ya al ostracismo total su figura?