7 puntos en tres jornadas y el Liverpool era campeón. La prueba más difícil, la que tocaba ayer, la visita del Chelsea de Mourinho, parecía suavizarse por las bajas del once azul, pero tras estrellarse contra su defensa saturada, Anfield vio a Steven Gerrard resbalándose y regalando un gol. La tristeza no está exenta de belleza y el fallo del capitán supuso la prueba definitiva. Su dolor causó pesar unánime, pero la imagen quedó perfecta. Un regalo a la Premier.
El error de Gerrard no fue sino la consecuencia de lo que había ocurrido hasta ese minuto 45, el Chelsea estaba dominando el partido. Su ejercicio no se reducía a la supervivencia como el día del Calderón, si el choque parecía de 0-0 se debía a la poca fe que suscitan sus atacantes, pues la táctica avisaba de que el tanto visitante iba a llegar, salvo milagro uruguayo, antes que el local. En efecto, el plan de Mourinho fue ultra-ultra-defensivo, a efectos prácticos se dibujó un 6-2-1-1 sin ningún tipo de complejos: los laterales cerrados, los extremos de laterales, un doble pivote liberado, Lampard a placer y Ba en punta. El objetivo era que Steven, capitán y mediocentro, se alejase de todos sus compañeros. Si el Chelsea lograba aislarlo solo y detrás, ganaría.
La posición de Lampard fue la clave táctica del dominio «blue».
Nemanja volvió a ser dominanteRodgers pasó del 4-3-1-2 y optó por un 4-3-3 con Coutinho y Sterling abiertos para crear espacios, pero como Salah y Schürrle bajaban hasta el fondo, no había nada que abrir y en el centro del área Suárez era minoría. Así, brasileño e inglés terminaron por dentro y Flanagan y Johnson hicieron de extremos. Eso por un lado. Por otro, Matic abusó de Leiva y Allen -de los demás también-. Los interiores reds, literalmente, no ofrecieron nada, obligaron a los tres puntas a bajar para recibir y los defensas del Chelsea tenían la ventaja porque veían la jugada de cara y su espalda estaba protegida. Ni el novato Kalas rompió a sudar. Estaba muy tranquilo. Y por último, la clave, que fue la localización de Lampard. Su presión de mentira sobre Gerrard fijó la posición de su competidor histórico a la altura y en el lado que quiso. Subía, bajaba y le ladeaba a consciencia para ir moviéndolo y alejándolo de las amenazas, y completó su misión con un éxito de dos aristas: primero, los pases de Gerrard eran muy largos y peligrosos; segundo, el Liverpool era más largo incluso. Con calma, Schürrle y Salah podían lanzar la contra en la vasta finca que separaba a Steven de sus puntas. Solo faltaba atino.
Y ante la ausencia de calidad, llegó la otra solución, que era el fallo de Gerrard. Apenó porque su fútbol, desde la inferioridad posicional, había sido notable.
Quitó a Schürrle, puso a Cahill y se fue «al ataque». Muy de Mou.
Rodgers sustituyó a Lucas por Sturridge para bajar a Coutinho y relajar a Gerrard, pero no cambió demasiado el asunto. Más impacto tuvo el cambio más ofensivo de la noche: Cahill por Schürrle. Cahill en el área vale por dos, así que los laterales se abrieron y el extremo sobrante, Willian, dejó de cerrar como un defensa y subió a la línea de Lampard. Entre su fútbol y la exuberancia de Matic, el goteo de contragolpes se convirtió en grifo abierto. El pase del 2-0 lo dio Torres, que entró por Demba Ba, sobre quien hay que decir que estuvo soberbio dentro de sus posibilidades. Permitió al Chelsea perder tiempo con frecuencia; el juego directo sobre él, del todo inocente en ataque, le vino de perlas a su defensa. Dos datos resumen su partido con la sonrisa de Mourinho de telón de fondo: fue el jugador que más veces tocó el balón de su equipo (54) y falló más de la mitad de los pases que intentó (44% de acierto).
@allan_ha 28 abril, 2014
Tratando de hacer memoria de las "encerronas" de Mou. ¿Alguien dio alguna vez con el antidoto? Solo se me ocurre el 5-0 del Camp Nou, pero no sé si aquel día la tactica fue tan en este estilo.