El Liverpool, el club de las 18 ligas y 5 Copas de Europa, depende de sí mismo para ganar la Premier League. Sería la primera desde el cambio de formato, es decir, desde que el modelo inglés es motivo de estudio. Así pues, se entiende que la sociedad viva estos momentos de manera distinta. El resumen visual es Steven Gerrard. El capitán ha levantado la Copa de Europa y ha sido más de 100 veces internacional, pero nunca, nunca se le ha visto tan expuesto emocionalmente como sucedió ayer. Su imagen condensa el valor de una tarde que puede terminar siendo histórica.
El Liverpool, ahora ya sí, siente que ganar la Premier es posible
Es difícil explicar lo que sucedió en los primeros 35 minutos en Anfield sin caer en el excesivo dulzor. No hay dudas de que el Liverpool saltó a su mítico césped con una emotividad extra, de esas que se dan de década en década. Pudieron sentenciar el choque en apenas media hora. Con mucho corazón, sí, pero también con mucho juego.
El sistema fue un 4-4-2 y el cerebro de la máquina, Gerrard. Como mediocentro, el inglés está dejando una vejez preciosa. Baja a recibir y, gracias a su legendario pase en largo, organiza al resto de piezas. El Liverpool manejaLos primeros 35 minutos de los reds, enormes la pelota con paciencia pero lo realmente positivo del primer periodo fue que cada futbolista ocupaba con inteligencia su espacio. El Liverpool era ancho con sus laterales, tenía muy presentes a sus interiores (tremendo Coutinho, muy buen Henderson) y mataba entre líneas. El crack en este sentido estaba siendo Sterling, que como enganche torturó a regates a un doble pivote citizen que ya sabemos que no es el colmo de la solidez. Pese a ello, el desequilibrio inicial lo puso Luis Suárez, recibiendo siempre por delante de Demichelis. El argentino tenía que salir porque su medular no resistía y Luis se la lió. Solo faltó el mejor Sturridge.
¿Y el City? Pues un poco lo de siempre, con el añadido de la pronta lesión de Touré. Sin el africano, los de Manchester perdían al recurso individual para saltarse la presión red (muy organizada, reflejada en los robos de Coutinho). Encima Silva, muy alejado de la zona donde la tenía el Liverpool, no entraba en juego. Terminaron empujando por pura inercia. Nadie podía anticipar un cambio radical tras el descanso.
El Liverpool no pudo impedir que Silva terminase apareciendo
Y sin embargo, se dio. Y en cierto modo, es normal que así fuese. Ganar una liga da bastante miedo, asusta mucho y al Liverpool (sobre todo ahora) le va a costar. Los de Brendan Rodgers dieron un paso atrás tras la reanudación, algo que conectó al otro factor determinante de la segunda mitad: la calidad del City. El discurso es redundante pero no por ello menos preciso. Cuando Silva juega, el resto tiene sentido. Además, Pellegrini estuvo hábil dando entrada a un Milner que abrió huecos a Zabaleta (muchos más que Navas) y dio tiempo a llegar arriba a Fernandinho, más suelto sin la presencia de Touré. El Manchester City empató de forma más o menos lógica.
Para colmo, el Liverpool, que había apostado todo al poder a la contra de su trío ofensivo, veía como Sturridge caía lesionado. No obstante, la salida de Joe Allen tuvo su efecto positivo, ya que permitió a los locales recuperar algo del control perdido. Aunque siendo sinceros, la victoria final ya tuvo más que ver con el azar y la fatalidad visitante. Kompany se marcó una pifia de esas que le han apartado de ser irrefutable. Fue ahí cuando Steven Gerrard rompió a llorar. Ahora sí, la Premier es factible, la primera para el mito de las 18 Ligas y 5 Copas de Europa.
Guillermo Ortiz 14 abril, 2014
Qué emocionante ha sido lo de Anfield y qué bueno para el fútbol sería que Liverpool y Atlético de Madrid ganaran sus respectivas ligas.