El FC Barcelona ha resuelto apenas sin sufrir una eliminatoria de Champions contra Kompany, Touré y Silva, y eso de por sí es algo potente. Lo ha conseguido tras ganar dos partidos de índole muy distinta pero basados en el mismo argumento competitivo: Leo Messi. En la ida, el Manchester City sacrificó su versión ofensiva para encerrarse atrás, achicar espacios y que el «10» no estuviese cómodo. En la vuelta, forzado por el 0-2 del Etihad, Pellegrini dio más vuelo a su equipo, Messi recibió con libertad, pudo correr y dominó la escena. Y como sus compañeros son la élite y algunos aprovecharon las ventajas derivadas, el Barça creó peligro incluso para golear. Algún pasaje de duda hubo, no todo fue idílico, pero supo adaptarse al guion.
El partido fue un ida y vueltaDicho guion tuvo un solo acto y la trama siguiente: el Tata puso a sus mejores pasadores para que durmiesen el partido y el City no atacase nunca; el City presionó más arriba que en la ida y le bastó sin mucho para que el Barça no desarrollase su plan; los culés leyeron que, a cambio, podían atacar espacios libres si actuaban con velocidad; y un Barça de transiciones, podemos decir que uno más Martino, desarboló a un City que, pese a todo, también tuvo sus opciones. El encuentro careció de táctica; ninguno de los dos equipos tuvo estructura defensiva alguna, el control brilló por su ausencia, no pareció una noche de Champions. Pero, dentro del caos, el Barça atacó con más claridad y más calidad.
Neymar e Iniesta leyeron de fábula las transiciones azulgranas.
La paciencia de Neymar e Iniesta fue básica. Si bien en la posesión defensiva deben gozar de libertad para que entre líneas hagan magia de la inquietante, en transición era más productivo que sostuviesen su posición abierta sobre la cal hasta que les llegase la pelota. De ese modo, Xavi, que mostró una precisión descomunal pese al alto ritmo de juego, siempre veía tres líneas de pase para elegir -Neymar, Iniesta o Messi-, y, como expandían tanto el ataque, al menos una siempre estaba en disposición de crear mucho peligro, pues el City no tenía defensas atrás para achicar sobre los tres carriles. Xavi filtró de lujo, sus tres receptores tomaron decisiones excelentes y en concreto Andrés y Leo también una dulzura en sus gestos técnicos que se convirtió en dos goles que debieron ser más. Pudiera pensarse que, una vez el Barça tenía la posesión arriba y dominada, debía templar allí el juego para bajarle revoluciones, pero la verdad es que cada vez que se asumía un riesgo (chut, regate o pase vertical) era porque la opción de peligro era nítida. En cierto modo, la discontinuidad culé era culpa del City. De todo el Manchester City menos Kompany, para ser más exactos. No hay más talento defensivo en este plantel que el del belga.
Silva es, con Kompany, el citizen más reforzado de la eliminatoria.
Valdés y Piqué, al rescateEn cualquier caso, por esas cosas que caracterizan al fútbol, el resultado al descanso era de 0-0, y el Barça se puso nervioso. El hecho de que ya no pueda imponer siempre la idea que quiera desarrollar le puede haber quitado poso. En este sentido, ayer actuó como un equipo más. El City apretó más arriba, ganó presencia con Dzeko (sustituyó a un Agüero que completó un pase en 45 minutos) y permitió a Silva, que de nuevo hizo exactamente lo que quiso con Busquets, crear peligro con más ritmo. Entre la calidad de Valdés y Piqué y la concentración del resto -que no sumaba gran equilibrio pero sí intervenciones semi milagrosas- resistieron a 20 minutos muy incómodos y luego llegó el gol de Messi, tras fallo de Lescott. ¿Debió Pellegrini ir a por todas en ese buen tramo y meter a Navas y Negredo? La respuesta no está clara. El City tenía la inercia a favor, su gol parecía bastante más cercano que el culé, y cuentan que más vale malo conocido que bueno por conocer. Dicho esto, está claro que Pellegrini no es un técnico de soluciones geniales.
Lo que ha hecho el Barça solo lo hace un candidato al título.
El gol tranquilizó al Barcelona y deprimió al Manchester City, lo cual fue aprovechado por los culés para, entonces sí, templar varios ataques en la corona del área y hacer un juego más posicional. En cualquier caso, el pescado ya estaba vendido y, como se diría en la NBA, de ahí al final se jugaron los minutos de la basura, como atestiguaron varios errores por falta de tensión en los dos lados. El balance general de la eliminatoria es muy claro. En la parte azulgrana, se han demostrado que, a su manera, son buenísimos. Endosar un 4-1 a la constelación del Etihad solo está al alcance de un candidato al título. En cuanto a los ingleses, más en la vuelta que en la ida, se ha confirmado lo ya sabido: son mucho peores de lo que su plantilla permite y no muestran ni un solo rasgo, ni uno, de los que Txiki Beriguistain vio en el Málaga, el Madrid y el Villarreal de Pellegrini para tomar la decisión de contratar al chileno. Ni seguridad atrás, ni poso con la pelota ni una identidad. Es el capaz equipo de Roberto Mancini pero con las ideas menos claras.
SdjDuque 13 marzo, 2014
Sobre lo que dispuso el Tata, con Iniesta en la izquierda, Messi en el centro y Neymar en la derecha: Iniesta y Messi se pararon donde debían según la situación. Leyeron genial los espacios entre líneas. Y ese Ney-Leo en la derecha dejó cosas buenas. Eso, y que por dentro, de interiores, estaban Cesc y Xavi. En el Clásico jugaron los mismos, pero fue con Iniesta de interior, Cesc de mediapunta, Ney en la izquierda y Leo derecha.
Más allá de que hoy los roles barcelonistas fueran distintos respecto al Clásico para aprovechar las falencias del City por varias cosas, lo de Cesc corresponde también a su evolución tan notable en posiciones más retrasadas que la de falso 9. Fábregas me gustó mucho.