
«¿Necesitas tiempo para implantar tu filosofía aquí?», le preguntaron a Brendan Rodgers el día de su presentación como nuevo entrenador del Liverpool FC. «Se necesita tiempo, no cabe duda. Soy muy realista. Seguramente nos va a llevar unos años situar al equipo donde queremos con respecto a donde está ahora. Se necesitará algo de inversión y yo necesitaré tiempo para trabajar, pero también es evidente que estamos en el negocio de la victoria y ganar partidos es importante. Esta es una filosofía y un estilo que está tanto en mi ADN como en el del club, con lo que esperamos poder ir implantándola en los años que están por llegar», contestó de forma corriente, normal y típica a una pregunta corriente, normal y típica, si no fuera porque ésta la había formulado un medio del club. Sin querer queriendo, técnico y entidad habían tirado una «simbólica pared» dialéctica que explicaba el sentido de su fichaje y, a su vez, se prevenían ante la posibilidad de hacer una temporada mediocre, como podía ser quedar séptimos en Premier, no acceder a las últimas rondas de los torneos coperos y ser eliminados por un equipo del Este a las primeras de cambio en la Europa League, por poner un ejemplo totalmente al azar.
El recorrido que ha derivado en esta situación ya se abordó en «Liverpool FC (II): La pérdida de la hegemonía», pero aún así resulta necesario destacar de forma breve varios hechos que sucedieron entre el 15 de octubre de 2010 (cambio de propietarios) y el 31 de mayo de 2012 (fichaje de Rodgers). Nada más llegar, El primer proyecto de los nuevos propietarios fracasó con Comolliel grupo americano NESV encontró en Damien Comolli, con quién compartían admiración por el sistema Moneyball, al hombre indicado para dirigir el área deportiva. En cambio, para el Liverpool no lo fue. Primero Hodgson y después Dalglish con Andy Carroll, Jordan Henderson y Stewart Downing, simbolizaron el fracaso de un modelo que duró poco más de año y medio. Ambos técnicos fueron los primeros en la historia del Liverpool que estuvieron menos de tres temporadas en el cargo, pero más grave si cabe fue la gestión de los fichajes. Salvo Luis Suárez, ninguno funcionó. Nadie sabe a ciencia cierta si la teoría que popularizó Billy Beane se aplicó a la hora de fichar, pero Comolli sí que llegó a justificar movimientos como el de Downing por ser un «efficient player» numéricamente hablando y estar «undervalued» por el fútbol inglés. Sea como fuere, el extremo no lo demostró en ningún momento y Damien abandonó el club en abril de 2012. Tocaba volver a comenzar de cero. El Liverpool necesitaba un proyecto. Una idea fresca, rompedora y que revitalizase el club a cambio de confianza. Necesitaba la idea de Brendan Rodgers.
El joven técnico inglés venía de consolidar al modesto y sorprendente Swansea en la Premier League.
En realidad él no había sido la primera opción del Liverpool, pero encajaba a la perfección en lo que el club requería y podía ofrecer. Desde que era un niño, Brendan se educó respetando y abrazando los gustos futbolísticos de su padre, quien «amaba el fútbol europeo y a la selección de Brasil». Uno de esos equipos,El gusto por el fútbol de toque le viene desde que era un adolescente evidentemente, era el Liverpool de Bob Paisley y Joe Fagan. Por ellos sentía un aprecio especial, en parte porque su abuelo se consideraba un red más, en parte porque en Anfield se disfrutaba de las cotas más altas del passing game. Con el paso de los años vería cómo su carrera futbolística no iba a ser especialmente prolífica, pero que sí le valdría para terminar de afianzar la idea que comenzó a sentir como propia en el salón de su casa. En una entrevista de Begoña Pérez en El Mundo, Rodgers confesaba que había jugado en equipos que no tenían en demasía el balón y que, ya que técnicamente no había podido tener influencia en el fútbol, debería lograrlo como entrenador. Así, admirando la escuela holandesa en general y la figura de Johan Cruyff en particular, colgó las botas y se convirtió en técnico de forma precoz. Su formación iba a comenzar desde lo más abajo del fútbol británico, pero por aquel entonces ya parecía tener totalmente claro y definido el estilo que deseaba liderar. Hasta que se cruzó con Jose Mourinho.
Brendan estaba en la academia del Reading, un equipo con la misma fama de inglés que el resto, pero su equipo jugaba en un 4-3-3 poco usual en las islas. Mourinho se fijó, lo incorporó al Chelsea y, poco a poco, lo fue haciendo parte de su entorno más cercano. Era la posición perfecta para aprender, y Brendan Rodgers aprendió de él su manejo de un grupo de estrellas, la intensidad en los entrenamientos, la importancia de la preparación y, obviamente, aspectos de su libreto táctico. No fue un cambio radical, sino un matiz añadido. Una coletilla que, desde entonces, se puede encontrar en cada entrevista en la que se le pregunte por su idea de juego. “Mi filosofía es jugar un fútbol creativo de ataque… con disciplina táctica”, citaba El País. “Si te fijas, en Swansea éramos alabados por nuestra vocación ofensiva… pero también conseguimos quedar imbatidos en muchos partidos y, además, estábamos muy arriba en los registros defensivos de la liga”, recordaba el día de su presentación. Su leitmotiv estaba intacto, pues seguía queriendo controlar y dominar los partidos desde la posesión, pero esta premisa no se iba a convertir en una excusa para dejar de lado la correcta organización del equipo en todas las fases del juego.
El gusto por la posesión del fútbol holandés, el gusto por el orden de Jose Mourinho.
Así pues, todo el mundo sabía qué y a quién traía el Liverpool. La cuestión era: ¿estaba el equipo preparado para poner en práctica la idea de su nuevo mister? El Liverpool venía de estar dirigido por Kenny Dalglish, otro amante del passing game, pero hasta seis equipos, incluido el Swansea de Rodgers (58%), lograron promediar más posesión de balón (55,5%) en la Premier 2011-2012. Sin duda, hacían falta refuerzos. Fichajes que fuesen en consonancia con el nuevo proyecto deportivo, como el de Joe Allen o la cesión de Nuri Sahin. Dos futbolistas de balón, de toque, de asociación. Brendan necesitaba tener la posesión en cada partido porque, en sus palabras, cuando eso sucede «tienes el 79% de posibilidades de ganar». Dicho y hecho: el Liverpool ganó la posesión al rival en 32 de los 38 partidos, promediando el 57,2% (tercero de la Premier League, noveno de las cinco grandes ligas europeas). Las cuentas de Rodgers decían que, de esta manera, el Liverpool debería haber ganado el 66% de los partidos, pero sólo ganó el 34%. Una diferencia que, esta vez, no tenía su explicación en el centro del campo, sino en las áreas.
El Liverpool, que comenzó la temporada en 4-3-3, trabajó una salida lenta, de muchos pases y pocos riesgos. Joe Allen tenía el peso de la misma, los interiores se situaban un escalón por delante y los laterales eran los encargados de ensanchar el campo. El mecanismo, sin ser excesivamente brillante, lograba su objetivoRodgers encontró en Sturridge otra baza para decidir partidos de controlar el cuero y llegar a buenas posiciones en 3/4 o, incluso, en el área, pero faltaba pegada. Efectividad. Sólo un brillante Luis Suárez veía puerta con facilidad, con lo que el equipo, que terminó la temporada como ¡el conjunto que más remataba (19,4) de Europa!, se fue dejando puntos de forma continuada. Resultaba exasperante y, por ello, no extrañó que en invierno Brendan Rodgers consiguiera finalmente su objetivo de firmar a Daniel Sturridge y, de regalo, llegara Philippe Coutinho. Ambos terminaron siendo las mejores -con diferencia- noticias de la temporada, pues gracias a ellos se asentó un 4-2-2-2 que puntuó a ritmo de puestos europeos. El brasileño encontró continuidad y se convirtió en imprescindible para acelerar el fútbol en el último tercio del campo. Su impacto visual fue tremendo, pero incluso fue mayor el impacto competitivo que supuso la presencia en el once de Sturridge. Él representa un perfil de futbolista moderno cada vez más habitual: es autosuficiente, recibe muy abierto, inicia la diagonal y busca el gol. Sus 10 dianas y 3 asistencias en 14 partidos con el Liverpool certifican el éxito de una contratación que a Rodgers también le sirvió para ganar una referencia en el juego directo, tanto al pecho como a la espalda de la defensa. De esta manera, aún sin Luis Suárez por la sanción y con no demasiadas esperanzas de poder entrar en Europa, desde que Coutinho + Sturridge se vistieron de red, el Liverpool mejoró su promedio goleador (1,76 -> 2,08), consiguiendo ganar siete partidos, empatar cuatro y perder sólo dos.
La llegada de Sturridge y Coutinho solucionaron los problemas de mordiente del Liverpool.
Los resultados de Brendan Rodgers no han sido mejores que los de Hodgson o Dalglish, pero las sensaciones que dejaron los reds en la última parte de la temporada sugieren que el equipo no va a parar de crecer. La idea de Brendan ha calado de forma progresiva, encontrando por primera vez en mucho tiempo a los futbolistasHay un Liverpool FC con Luis Suárez y otro muy distinto e inferior sin él perfectos para cubrir las carencias futbolísticas del grupo. El Liverpool demostró saber tener el balón, se sintió cómodo en un 4-2-2-2 bastante asimétrico y arriba, por lo ya citado, ha diversificado sus opciones ofensivas con talento y gol. Por todo esto, la masa social del club encaró el verano con cierto optimismo y una doble intención: mantener a Luis Suárez y reforzar el área propia. La cuestión con el uruguayo parece más complicada que ayer y menos de lo que será mañana, pero no podía ser de otra forma: Suárez es un jugador de Champions y el Liverpool pretende ser de Champions con él. La nota al verano la marcará su permanencia o su marcha, pero el reto de mejorar atrás, a día de hoy, no está solucionado. Simon Mignolet parece mejorar a Pepe Reina en todo menos con el pie, algo para nada irrelevante en los equipos de Rodgers, pero el eje de la zaga es una total incertidumbre. Carragher se retiró, Skrtel está en el mercado y con Agger los rumores son constantes; tres hechos que no se compensan con la llegada de un Kolo Touré que parece quedarse corto tanto cuantitativa como cualitativamente hablando.
Y es que, paradojicamente, los refuerzos hasta ahora han llegado en una zona del campo que, si bien necesitaba ganar fondo de armario, no parecía tan prioritaria como la defensa. Uno de ellos, su gran incorporación del verano, es Iago Aspas. El presente del gallego en el Liverpool resulta muy complicado de definir, pero sus tres goles en lo que va de pretemporada son una gran carta de presentación. Su gran movilidad, talento en el apoyo+ruptura y capacidad para generar peligro puede dinamizar aún más un ataque red que, al contrario que en la creación, se presupone rápido, a pocos toques y muy vertical. Junto a Iago, ha llegado Luis Alberto. Otro jugador con calidad, talento y gol, cuya labor parece ser la de convertirse en el nexo de unión entre el primer escalón (Leiva & Gerrard) y Coutinho, permitiendo que el dibujo pueda matizarse a un 4-3-3 con el brasileño partiendo desde la izquierda. Encaja -y mucho-, en un equipo que pinta bien y que puede pintar aún mejor. Si Rodgers mantiene consigo a Suárez, logra ganar solidez atrás con Agger como pieza clave y suma aún más refuerzos, el equipo estará obligado a dar el siguiente paso.
Para bien o para mal, al mercado aún le quedan 30 días y Brendan ayer fue muy tajante: «Tenemos dinero para comprar calidad, pero si no está disponible no vamos a gastar por el mero hecho de fichar». Tanto si vienen o se van, como si no, otro activo con el que cuenta es su cantera. Raheem Sterling (1994) y Jordon Ibe (1995) son los primeros nombres de varias generaciones que vienen pisando fuerte. Una apuesta que se ve potenciada con los numerosos fichajes que ha realizado la Academy en los últimos meses, como es el caso de Sergi Canós (1997). Y es que soplan aires de cambio en Merseyside. Rodgers tiene la confianza necesaria, disfruta de un respaldo económico relevante y una historia reciente de la que debe aprender. Contar con una idea no lo es todo, pero sí algo muy importante. Y más cuando ésta nació viendo al gran Liverpool desde chico, creció con la admiración al fútbol de Cruyff y maduró al amparo de Mourinho.
Este artículo hubiera sido imposible de realizar sin contar con la ayuda y gran colaboración de Álvaro de Grado y Martín Castiñeira, quienes siguen el minuto a minuto del Liverpool de Brendan Rodgers.
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Liverpool FC (II): La pérdida de la hegemonía.
Sergio G. 2 agosto, 2013
Este Liverpool da ternura ^ ^