En 1992 el fútbol inglés cambió. La creación de la Premier League supuso una revolución estructural, mediática y deportiva sin precedentes, logrando globalizar un producto que, partiendo del respeto por su tradición, se erigió en ejemplo de modernidad. Cronológicamente, su tremendo impacto coincide con el primer título del Manchester United en 26 años y con la peor liga del Liverpool en 27, pero el paso de la First Division a la Premier League no tenía porque significar un cambio en el liderazgo del fútbol británico. La Premier no nació como el proyecto del Manchester Ship Canal, que pretendía dar a la ciudad una salida al mar para evitar pagar los impuestos a sus vecinos, pero Sir Alex Ferguson si que resultó ser Daniel Adamson. Mientras él formaba equipos, renovaba vestuarios y se adaptaba a los continuos cambios, el Liverpool echaba por tierra su posición de privilegio al equivocar los términos de su exitosa fórmula.
Simbólicamente, Graeme Souness acabó con «the boot room».
Tras la marcha de Dalglish y el breve periodo de Moran, el elegido para continuar con el modelo era Graeme Souness, pieza clave del gran Liverpool. Su perfil parecía similar al de «King Kenny», pero no loSouness quiso romper con la tradición del gran Liverpool era. Souness había jugado en el Calcio, donde se empapó de una forma de entender el fútbol más continental. Más moderna. Su fuerte carácter y el éxito en su primera aventura como técnico le reafirmaron en sus convicciones: debía dibujar su propio Liverpool. Cambió los métodos de entrenamiento, impuso una nueva disciplina y aplicó una dura exigencia que, a la postre, los jugadores no asumieron como reconoció hace meses John Barnes, la estrella del equipo. El cambio era tan profundo que, durante su periodo como técnico red, se demolió la histórica boot room para ampliar la sala de prensa. De forma directa o indirecta, su etapa es aquella en la que desapareció el cuarto donde Shankly, Paisley, Fagan y Dalglish habían convertido al Liverpool en el club más grande de Inglaterra. La mística se perdía y, con ella, se perdió todo lo demás.
Aunque en su primer año logró alzarse con la FA Cup, el balance no fue bueno. A su operación de corazón y las múltiples lesiones, se le unieron el fracaso de dos fichajes que habían batido todos los registros: elLa diferencia en el acierto de los fichajes lo marcó todo punta Dean Saunders y el defensa Mark Wright. Como si de una irónica consecuencia del fin de la boot room se tratara, el Liverpool pasó del acierto barato al fallo caro. En el primer verano de la historia de la Premier League, los reds apostaron por Paul Stewart (£2,3M) o David James (£1M) y el Manchester United lo hizo por Éric Cantona (£1,2M) o Peter Schmeichel (£500,000). El resultado, claro, no pudo ser más diferente. Mientras Cantona se erigía en el símbolo de la Premier y Schmeichel en el mejor portero del mundo, los días de Stewart estarían marcados por las lesiones y los de James por los errores. Una situación que se repitió el año siguiente con Roy Keane frente a Nigel Clough & Julian Dicks. Sir Alex acertaba, el Manchester ganaba y Graeme Souness decía adios en el invierno de 1994. Su etapa había sido un fracaso.
En una medida coherente a tenor de lo que había sucedido, el club trató de recuperar «the Liverpool way» con Roy Evans. Llevaba en el club desde que lo contrató Shankly, pero como entrenador ni supo evocar su recuerdoA los jóvenes talentos del Liverpool les faltó carácter ni tuvo la suerte necesaria. Un hecho que se resume con un nombre propio y un apodo. Tras ganar la Copa de la Liga en el 95, se fijó en Stan Collymore. Era alto y potente, técnico con el balón y mortal con su disparo. Era una bomba. Su futuro bien merecía pagar más de ocho millones de libras, adelantando así en la puja a Ferguson y rompiendo un nuevo récord del fútbol inglés. Pero fracasó. Estrepitosamente. «Super Stan is the Man» le cantaban en Nottingham, pero jamás lo escuchó en Anfield. A Roy Evans se le acusó de no saber manejarlo y de ser demasiado paternalista con los futbolistas, propiciando también que a los Robbie Fowler, Steve McManaman, Jamie Redknapp y compañía se les conociera peyorativamente como los Spice Boys. Estos jugadores tenían la calidad y el talento suficiente para ganar, pero olvidaron la «filosofía Shankly» y siempre estuvieron muy lejos de igualar en carácter, ambición y competitividad a los Fergie Boys. Dos espíritus contrapuestos, dos ligas más para el Manchester United.
Houllier significaba la ruptura definitiva con la tradición.
Estos fracasos previos, la revolución pos-Ley Bosman y la falta de alternativas internas, llevó al L’Pool a emprender un cambio definitivo en el verano del 98. Así, sin pasado red rompiendo la tradición, vino Gérard Houllier y se fue el passing game. Esta transición del «pasársela al de rojo que tuvieses más cerca» al fútbol directo que imperaba en la Premier, no pudo tener mejor símbolo que el fichaje del joven Heskey. Él no era un gran goleador ni tenía el talento de Collymore, pero sus condiciones encajaban perfectamente en el nuevo estilo del LiverPool. Esta vez su figura, junto a las de Hamman o Hyypiä, sí acompañaron de forma correcta a la nueva camada red protagonizada por Michael Owen, Steven Gerrard y Jamie Carragher.
Bajo esta fórmula, la temporada 2000/2001 fue la mejor de la última década al ganar FA Cup, Copa de la Liga, UEFA, Charity Shield y Supercopa de Europa. Un año brillante que, sin embargo, volvió a no tener continuidad por los constantes errores en los fichajes. Houllier, tras no confiar en Anelka, decidió hacerse son El Hadji Diouf (£10M) -además de Salif Diao o Chris Kirkland-, para competir con el Arsenal de Henry o el United de Van Nistelrooy. El mercado, antiguo aliado, volvía a condenar a un Liverpool ya sin boot room ni passing game.
Cuando Benítez llegó, sólo quedaban los símbolos de Shankly.
Cuando Rafa Benítez aterrizó en Merseyside, del gran Liverpool sólo quedaba el simbolismo de Anfield y los trofeos. Un recuerdo de grandeza que el español logró que volviera a latirRafa Benítez recuperaba el carácter del gran Liverpool gracias a sus actuaciones en Champions, al corajudo carácter del equipo y al espíritu de Gerrard. De esta manera, tras una pobre temporada, el Liverpool escribía el 25 de mayo de 2005 una página legendaria en la historia del fútbol. La increíble remontada (3-0 a 3-3) culminada en los penaltis ante el Milan le dio a los reds su quinta Copa de Europa y a Rafa el crédito suficiente para continuar con su particular estilo. Fichajes de un perfil muy concreto provenientes de fuera del mercado inglés -donde ya no dominaba, con el ejemplo del caso Rooney-, continuas rotaciones en la Premier y máxima competitividad en las eliminatorias. Así fueron llegando Alonso, Reina, Sissoko, Agger, Mascherano, Kuyt, Arbeloa y, sobre todo, Fernando Torres. Y así, en lo deportivo, se logró una FA Cup, una nueva final de la Champions y la mejor clasificación histórica del Liverpool (2009) en la era de la Premier League: un amargo subcampeonato que no pudo evitar el tercer título consecutivo del Manchester de Cristiano. Un balance insuficiente a tenor de su historia; una imagen notable para una afición necesitada de grandes noches.
Los problemas con los propietarios, ciertos errores en el mercado (Aquilani & Keane) y el no clasificar al equipo para la siguiente Champions por primera vez en seis temporadas, terminaron con la etapa en la que el Liverpool, más por sensaciones que por resultados, logró recordar al de los años setenta y ochenta. Roy Hodgson nunca llegó a llenar su vacío y Dalglish, pese a lo que representaba y ganar la Copa de la Liga 2012, tampoco tuvo éxito. Con ellos, el Liverpool volvió a desaparecer de la Champions League (6º-8º), se retomó la costumbre de fichar al delantero equivocado con Andy Carroll (el Saunders de Souness, el Collymore de Evans y el Diouf de Houllier) y el club pareció dar síntomas de ir a la deriva en todos los sentidos.
En 2012, el Manchester United superó al Liverpool en ligas.
Evidentemente, el resultado de estos 21 años de declive institucional y deportivo no podía ser otro: con su duodécima Premier, en 2012 Sir Alex Ferguson logró bajar de su «fucking perch» al Liverpool. «Lo más importante no es pasarlos a ellos, sino convertirnos en el mejor equipo del país en cuanto a títulos ligueros», dijo en ese momento el mito escocés. Una media verdad; una media mentira. El L’Pool dejó de ganar con la llegada de la Premier League, pero jamás dejó de ser grande. Sigue portando el mismo escudo en la misma camiseta roja, sigue siendo el gran rival del Manchester United y los clubes que visitan Anfield siguen soñando con un triunfo histórico. Quizás sí es cierto que falta autocrítica en los estamentos del club y quizás lo es también que la afición se ha empapado de ese ambiente depresivo que recorre las calles de la ciudad, pero la realidad es que el Liverpool FC es un gigante. Dormido, pero gigantesco. Y volverá. Nadie lo tiene más claro que el propio Sir Alex, que llegó a uno similar en 1986: “la historia siempre se repite y el Liverpool volverá de nuevo, no hay duda”. La cuestión es, ¿lo hará de la mano de Brendan Rodgers?
Este artículo hubiera sido imposible de realizar sin la colaboración de Juan Liverpool, quien con sus conocimientos y vivencias nos ayudó a completar la historia del Liverpool en la Premier League.
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Liverpool FC (I): La fórmula del éxito.
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Entrega final:
02-08-2013. Liverpool FC (III): La idea de Brendan Rodgers.
@SharkGutierrez 19 julio, 2013
Con la progresiva marcha o retirada de los "Spice Boys" de Liverpool, se puede eliminar prácticamente, su huella con el pasado más reciente. El Liverpool de los 90, tiene un aire "post-soviético": desangelado, triste, dividido y hecho un auténtico solar. La esperanza joven con Fowler primero (a priori, el heredero de Rush), luego con Owen & Carragher así como la plana mayor con McManaman y Redknapp, el Liverpool pudo hacer mucho más de lo que quiso ser.
Esa etapa de Rafa Benítez dibujó un panorama esperanzador, que ya había intentado romper Houllier (todos recordamos aquella mítica final de la UEFA ante el Alavés). Reconstruyó un equipo que, contrariamente a lo que pasaba en las gradas, era desangelado en el campo. Benítez hizo de lo pragmático y sencillo, una virtud; del fútbol directo, una competitividad tremenda así como unos cuantos títulos. La llegada de gente como Alonso, Arbeloa, Mascherano o Torres, soliviantaron la marcha de la mayoría de los estandartes hasta entonces. Desde luego que los scousers, tienen una cuenta pendiente con la Premier. Aún están lejos de ser lo que eran, pero volverán a serlo; el rojo de su sangre, hace que -como los volcanes- la apariencia adormitada y desgraciadamente sosegada Premier que llevan los últimos años, hace predecir que no tardarán demasiado en volver. Son 21 años y sin Sir Alex, cualquiera sabe. Cosas más grandes ha vivido Inglaterra (Blackburn, mediante).
Con premiso, aprovecho la presente para recomendar la última revista Kaiser (la nº 40), donde se habla de jugadores que tocan a su fin como Owen o Carragher: http://issuu.com/jgarroita/docs/kaiser40?e=320775… (ver la revista entera porque está genial; el reportaje del que os hablo está a partir de la página 65).