“My greatest challenge is not what’s happening at the moment, my greatest challenge was knocking Liverpool right off their fucking perch”. No cuesta demasiado imaginar a Brian Clough o Ron Atkinson pronunciando estas palabras en pleno apogeo red, pero en realidad son obra de Sir Alex Ferguson… en 2002, doce años después de la última liga del Liverpool y tras siete de su Manchester United. Esa posición de privilegio de la que el técnico escocés quería apear a su máximo rival, por tanto, no era otra que la hegemonía histórica del fútbol inglés. Un honor que el Liverpool alcanzó en los setenta y consolidó en los ochenta, pero que tiene su punto de partida en 1959 cuando Bill Shankly, otro escocés, cogió las riendas de un club, por entonces, en la Second Division.
Su impacto en el Liverpool va más allá de convertir en campeón a un club que en 67 años sólo lo había sido cinco veces. Es una cuestión de filosofía, identidad y orgullo. Bill Shankly canalizó los sentimientosShankly dio la personalidad a la ciudad y a su propio club de la parte red de Liverpool, enseñó a su equipo cómo portarlos con orgullo y los aficionados hicieron el resto definiendo los símbolos que aún les representan. The Kop se hizo conocida por su apabullante energía, el «You’ll Never Walk Alone» se adoptó como himno por petición popular y Anfield se convirtió en un lugar tan mágico como The Cavern. Fue un proceso lento, asumido de forma natural y que se vio acompañado, por supuesto, por lo que se decidía en la histórica boot room. Allí Shankly no abandonaba su rol de manager, pero lo ejercía a su manera. En un ambiente de copas y puros, hacía partícipe de las decisiones a un staff técnico muy bien definido y aún mejor complementado. Mientras Joe Fagan hablaba del estilo que debía tener el equipo y Reuben Bennett hacía hincapié en lo físico, Bob Paisley señalaba los fichajes que debían hacerse para seguir creciendo.
Así, contando también con la opinión de sus propios futbolistas, peinaron el fútbol británico en busca de talento a bajo coste. Al canterano Callaghan y el goleador Roger Hunt se le unieron rápidamente el defensa Ron YeatsEl buen ojo fichando dio la posibilidad de ganar títulos y el delantero Ian St.John, dos hall of fame del club que llegaron justo por la mitad de lo que le costó al United recomprar a Law. El rastreo y buen ojo era tal que, cuando Hunt y St.John comenzaron su cuesta abajo, llegaron John Toshack (£110.000) y el legendario Kevin Keegan (£35.000) procedentes de la cuarta división a la vez que Tottenham o Arsenal fichaban campeones del mundo como Peters o Ball por más de £200.000. El Liverpool se había convertido en un muy buen equipo y, tras algunos títulos en Inglaterra y varias tentativas en Europa, en 1973 los reds lograron un histórico doblete con Liga & UEFA. Al año siguiente, Shankly se despidió del club al que había enseñado la fórmula del éxito a nivel institucional, deportivo y social. Su figura caló tan hondo que sería imposible olvidar su legado, pero antes de irse, por si acaso, clavó la placa de “This is Anfield” en la bocana de vestuarios “para recordar a nuestros muchachos qué camiseta defienden y a nuestros adversarios contra quién juegan”.
Bill Shankly reconoció que se equivocó retirándose tan pronto.
Su sucesión podía plantear un debate complejo, pero Shankly lo evitó designando a Bob Paisley como su heredero. No había razones para grandes cambios; el modelo debía mantenerse como sucedería años más tarde con Fagan y Dalglish. Paisley asumió el mando, mantuvo la tradición del boot-room con el mismo staff de Bill (a Fagan y Bennett se les habían unido Roy Evans, Ronnie Moran y Tom Saunders), y llevó al Liverpool a las cotas más altas. Para ello, aunque mantuviera su don para cazar jóvenes talentos como el lateral Phil Neal (cuarta división), el club dio un paso adelante en su ambición en el mercado.
Así debía ser, sobre todo, tras la marcha de Keegan en 1977. El Liverpool acababa de ganar la Liga y su primera Copa de Europa, pero vio como su estrella fichaba por el Hamburgo por medio millón de libras. PaisleyKenny Dalglish mejoró incluso la labor de Kevin Keegan miró entonces a Escocia, preparó una cifra récord (£440,000) y se trajo a Kenny Dalglish, acompañado por Alan Hansen y Graeme Souness. «King Kenny» no sólo cumplió las elevadas expectativas, sino que encajó aún mejor que Keegan en el esquema de Paisley. Así, con él en punta y los otros dos escoceses como titulares, tiranizaron el fútbol inglés y ganaron otras dos Copas de Europa para mayor gloria de la ciudad. El Liverpool se convertía en un club histórico de grandes leyendas, que sabía mezclar carreras muy largas (Ray Clemence 662 partidos; Emlyn Hughes 665) con una continua renovación que provocaba que entre la primera Copa de Europa de Bob (1977) y la tercera (1981) sólo repitieran en el once cuatro futbolistas. Para garantizar esto, cuatro años antes de irse, Bob Paisley tomó la decisión de romper otro récord: pagar £300.000 por un juvenil. Era toda una declaración de intenciones: el L’Pool tenía el mejor equipo de Inglaterra, con Dalglish como estilete y decidía fichar a Ian Rush, el mejor joven del país.
Como si de la tercera y cuarta posta de una carrera hacia la gloria se tratara, Joe Fagan y Kenny Dalglish continuaron la labor de Bill Shankly y Bob Paisley. Grandes nombres para grandes metas y grandes resultados. Con Fagan el Liverpool logró un triplete que culminó al derrotar a la Roma en su hogar, pero alcanzar la siguiente final fue su triste despedida. Caer ante la Juve fue lo de menos, aquel día se produjo la tragedia de Heysel. El técnico decidió retirarse, abandonar el club tras 36 años y ceder el testigo a «King Kenny», que ejercería de jugador-entrenador y asumiría la labor de liderar al club durante su larga sanción europea. Lo que podía suponer un indirecto golpe de muerte a la hegemonía del Liverpool en el fútbol inglés, no lo fue ni mucho menos. Su heredado passing game, con Jan Molby como pieza clave y John Barnes como estrella, siguió dominando Inglaterra.
Durante estas cuatro etapas, el Liverpool tuvo un mismo estilo.
“Simplemente pásale la pelota al futbolista de rojo que tengas más cerca”. Esta frase, célebre por su sarcasmo, era la máxima del estilo que implantó Bill Shankly cuando, en un tiempo donde pocos contradecían el tradicional kick and rush, buscó rasear el cuero. No extraña, por tanto, que nada más llegar obligase a la directiva a arreglar el maltrecho césped de Anfield y que Fagan, que había militado en un ManCity pre-Revie ya de gusto por el toque, se encargara del trabajo táctico del equipo. Esta idea de juego, que se mantuvo incluso sin ellos en el club, se vio siempre potenciada por el carácter ganador que se forjó en Liverpool desde 1959. Cada minuto, cada partido y cada campeonato lo competían al máximo. Siempre tenían varios frentes abiertos, pero jamás renunciaron a uno. Así se explica que durante el reinado del boot room y el passing game, los reds acumularan 13 Ligas, 13 Supercopas, 4 FA Cup, 4 Copas de la Liga, 4 Copas de Europa, 2 UEFAs, 1 Supercopa de Europa… y 23 subcampeonatos. Lo que sucedería a partir de 1992, sin «King Kenny» y con el nacimiento de la Premier League, ya es otra historia.
Este artículo hubiera sido imposible de realizar sin la inestimable y enciclopédica ayuda del amigo Sergio Vilariño.
@SharkGutierrez 12 julio, 2013
Hay que añadir a este magnifico texto de Quintana, que en los noventa no tuvieron para nada una mala generación. con Jamie Redknapp, Steve McManaman, Michael Owen o Robbie Fowler o Jamie Carragher. Lo que ocurrió después fue que "el passing ball" dejó lugar a algo sin definir hasta la llegada de Benitez.
Por cierto, que aún me acuerdo de Bruce Grobbelar y su famoso bailecito en la final de Copa de Europa. Un portero sobrio y seguro procedente de Sudárfica y naturalizado Zimabuense (y era de raza blanca). Me sorprende también que poca gente se acuerde de Souness o Sammy Lee (que fue compañero de Robin también en Osasuna a finales de los 80).