Los años 80 fueron, cuanto menos, extravagantes. Lo mismo aparecía Almodóvar y su batidora, que surgía un Spielberg o un David Lynch llevándole la contraria; Michael Jackson se ponía calcetín blanco con zapato oscuro y efectivamente le imitábamos (estos americanos nos cuelan todo), Queen reventaba estadios, estallaba el conflicto de las Malvinas, y los americanos, siempre ellos, hacían presidente a Ronald Reagan, que es como si España hiciese presidente a Arturo Fernández. También la moda, claro: cardados, hombreras con flecos, cintas en la frente (¿por qué sin ser tenista?)… A pulso se ganó el mundillo llevarse palos cuando llamamos a algo ochentero. Para todo lo demás quedó el fútbol.
En los inicios de aquella década, antes de la llegada de Sir Alex Ferguson (verdadero artífice del traspaso de poderes Liverpool – Manchester United) o de Johan Cruyff (iniciador del equilibrio en lo que después sería la relación futbolística más influyente del deporte mundial), el fútbol europeo, ya en una etapa bien madura, presentaba raíces profundas en forma de dominadores en cada país con tradición por el cuero: el propio Liverpool, el Real Madrid, la Juventus de Turín o el Benfica portugués. Este último, absoluto dominador de la Primeira Liga vecina, era, tres lustros atrás, un referente europeo y, por aquellos tempranos ochenta, el indiscutible cacique local. Las águilas lisboetas.
17 de abril de 1982. Lo más parecido a la refundación del FC Porto.
El inicio del cambio de guardia de los últimos 30 años del fútbol luso comienza por ahí, un 17 de abril de 1982. En aquella fecha, Jorge Nuno Pinto da Costa, un hombre vinculado al club durante muchos años, accede a la presidencia del Porto por aclamación popular. Esa temporada el club portuense terminaría 3º, entrenado por el austríaco Hermann Stessl y la sola presencia de dos foráneos, el centrocampista guineano Mamadou Bobó (Guinea-Bisau, colonia portuguesa de la que se servirá la dirección deportiva y técnica para contratar jugadores nacidos allí) y el delantero irlandés Mickey Walsh. Hasta la llegada del Papa da Costa, apodo con el que sería conocido mucho tiempo después, los blanquiazules habían conquistado, en sus 89 años de historia, siete títulos de liga y ocho copas portuguesas. Desde ese momento, de manera paulatina y en paralelo a la evolución de los tiempos y sus más relevantes circunstancias, comienza lo que hoy es uno de los proyectos futbolísticos más extraordinarios del balompié europeo: la filosofía Porto.
Nos paramos en el verano de 1982. El primer proyecto deportivo del nuevo presidente comienza con el que, según sus propias palabras, es el míster del que mejor recuerdo tieneJorge Pinto da Costa ha priorizado los técnicos nacionales sobre los extranjeros, Jose María Pedroto, con el que alcanza la Copa del 1984. Desde la figura del entrenador comienza uno de los pilares continuistas del Porto Da Costa: la preferencia por el preparador autóctono. Excepciones de prestigio (sólo en seis temporadas de las 31 ha estado al cargo un extranjero) como las de Carlos Alberto, Bobby Robson y Tomislac Ivic o más circunstanciales como Co Adriaanse, Luigi Delneri o Víctor Fernández en la era inmediatamente posterior a la salida de Jose Mourinho y anterior a la llegada de un hombre capital en la estructura del club, desvelado más adelante. El resto de proyectos deportivos han sido comandados por figuras como las de Artur Jorge, en dos etapas, Antonio Oliveira, Fernando Santos, el propio Jose Mourinho, Jesualdo Ferreira o más recientemente, André Villas-Boas y su entonces asistente y actual manager del equipo, Vitor Pereira. Algunos de la casa y otros venidos de diferentes clubes del país, la muestra refleja una predominante querencia por el local, conocedor de la Liga, de la cultura y del crecimiento del Porto a nivel nacional.
En los primeros 14-15 años del mandato Da Costa, el Porto consigue ocho títulos de Liga y cuatro de Copa, llegando a la final de la Recopa en el 85 y coronándose campeón de Europa en el 87, refrendado con la posterior Supercopa de Europa y la Intercontinental. Quince títulos que igualaban la cifra de trofeos conseguidos por el club en toda su historia hasta 1982. Llegado ese momento, el flujo de jugadores estaba limitado y el conjunto portugués se abastecía de su histórica relación con las tierras brasileñas y del escaso cupo de extranjeros que podían recalar en los clubes europeos. Antes y después de la entrada de la ley Bosman, en 1996, y ya empezando la década de los 90, la secretaría técnica portuense deja clara la geografía de sus pretendidos, al menos en las dos primeras fases de las tres décadas que ocupa la llegada del presidente. El 90% de los fichajes realizados por el club hasta ya llegado el nuevo milenio, es de la Europa del Este. Bulgaria (Kostadinov), Serbia (Drulovic), Eslovenia (Zahovic), Croacia (Butorovic), Rusia (Alenichev), Ucrania, República Checa, Polonia, Hungría (Feher) o Rumanía.
Portugal, Brasil y la Europa del Este. Portugal, Brasil y Latinoamérica.
En esos años, el perfil del extranjero siempre merodeó aquellas latitudes, a excepción del argelino Madjer o el guineano Soares, que no dejaban de ser el mismo perfil. Al ser un grande portugués pero un mediano continental, el acceso a las figuras no era tal y continuamente buscaban mercados emergentes… hasta que dejaban de serlo. El gran secreto de la política de fichajes del Porto siempre fue reciclar: jugadores y mercados. Tras el caso Bosman, sólo un año después, los futuros dragones pasan a ser S.A.D. y con el paso de los años comienzan a cotizar en bolsa (tras perder ante el Málaga, cayó un 9%), circunstancias importantes y muy cercanas en el tiempo que unido a los éxitos deportivos (inmersos en un ciclo, 92-99, donde se alzan con siete títulos de liga en ocho años), relanzan al club hacia su segunda etapa de gran esplendor, traspasando el nuevo siglo.
Cambiamos el prisma del análisis posponiendo la línea temporal para enlazarlo con la del propio juego, que a la par que el fútbol evolucionaba, y no fue ajeno al Porto. Desde el finalEl modelo del actual Porto (4-3-3) nace de la periodización táctica de Vitor Frade de aquella penúltima década del siglo XX donde los equipos de Artur Jorge o Tomislav Ivic se desarrollaban a través de un bloque defensivo bajo y un gran contraataque, se pasó a una mayor versatilidad en la figura de Bobby Robson, el posterior 3-4-3 de Fernando Santos y el actual e inamovible 4-3-3 de la última escuela portuguesa, enraizado en la periodización táctica de Vitor Frade. Con la exitosísima etapa de Jose Mourinho y el relevo de Ferreira y Villas-Boas, los dragones verticalizan el modelo hasta las categorías inferiores y desempeñan un fútbol físico, reconocible, presionante e increíblemente atractivo. Las recientes escuadras portuenses se han caracterizado por transiciones apoyadas en el círculo central y proyectadas por las cabalgadas de sus hombres exteriores, sobre todo en base a una actitud coral a la hora de perder la pelota realmente dominante y orgullosa. Diez años de un Porto moderno, agresivo y vistoso.
Década mixta (2003-2013) en la que el club, tras la marcha de José Mourinho, con quien consigue ser, por segunda vez, campeón de Europa (2004), campeón de la Uefa (2003), campeón de Liga (2003, 2004) y campeón de la Taça (2003), asombrosamente da un paso más. Primero con la inauguración de un nuevo estadio, Do Dragao, en noviembre de 2003, sustituyendo al antiguo Das Antas y por encima de todo, la llegada del actual director deportivo del club, Antero Henrique, hombre clave de la historia más reciente y exitosa de los blanquiazules. Es a partir de su llegada cuando se diferencia meridianamente el cambio geográfico de las redes de captación y del singular y conocídisimo modelo de gestión por el que adquiere juventud a bajo precio y vende madurez a precio de crack.
Decíamos que durante los primeros veinte años del nuevo Porto Da Costa, el gran arrecife foráneo del que se abastecían sus planteles provenía de las regiones eslavas y alrededores, pero con Henrique el foco da un giro bestial sobre el ancho del globo. A partir de 2005, la filosofía del club y sus células deportivas se resetean fugazmente y profundizan en nuevas ideas, en lo que viene siendo el Porto Latinoamericano. Sorprende, de hecho, que en toda esta andadura no se conozcan fichajes de italianos, españoles, alemanes u holandeses. La aceleradísima globalización, mercantilización e importancia del fútbol obligan a valorar de manera sociocultural los recursos humanos, presentes y futuros, que dispone o desea disponer un equipo de fútbol. En una reciente entrevista de octubre de 2012 para France Football, Antero Henrique respondía a ciertas cuestiones sobre su proceder.
Mourinho, Henrique y Do Dragao. El nuevo Porto.
«Si nos interesara un jugador alemán, no tendría nada especial para ofrecer. Si hablamos con uno brasileño, sabe que va a crecer deportivamente en su carrera y mejorar sus condiciones de vida».Henrique ha puesto los ojos del Porto en el mercado sudamericano con un gran rédito Desde esta afirmación se explica lo que comenzaron Lucho Gonzalez y Lisandro López, primeros latinoamericanos en llegar bajo rastreo del indispensable Henrique. Desde 2005, el talento argentino ha sido la principal fuente de potencial futbolístico llegado a orillas del Duero, si bien con irregular éxito. De los 13 jugadores procedentes de tierras albicelestes, sólo han destacado los ya mencionados Lisandro y Lucho, Nicolás Otamendi y en menor medida, Fernando Belluschi. El último, Juan Iturbe, aún por explotar. En paralelo, son Uruguay y Colombia los que van tomando protagonismo. Fucile, Cebolla Rodríguez y Álvaro Pereira pusieron más mate del que ya había en el vestuario; con Fredy Guarín y Radamel Falcao complementan con aroma cafetero el cosmopolita Porto de Villas-Boas, en 2010.
Colombia es el penúltimo paso, y quizás el más exitoso de este último tramo del método. De Guarín y Radamel, con ventas millonarias, el club pesca a Jackson Martínez, James Rodríguez y el jovencísimo central Héctor Quiñones, todos internacionales en la emergente selección de Pekerman. Una vez explorados tres de los latentes mercados sudamericanos, Antero Henrique se ha fijado en México, para terminar de aderezar su plantel con el naciente picante azteca, atando a los campeones olímpicos Diego Reyes y Héctor Herrera. En toda esta historia apenas se ha mencionado la evidente y fructífera relación con el fútbol brasileño: desde Branco, Baltazar o Jardel, a Anderson, Diego, Luis Fabiano o los recientes Danilo y Alex Sandro.
El funcionamiento lo explica el propio Henrique en las páginas del medio francés: “El éxito del FC Oporto se asienta en tres presupuestos: reclutamiento, desarrollo y rendimiento. El reclutamiento es consecuencia de la exploración, el desarrollo va en función de la formación y el rendimiento va en relación con la productividad del futbolista”. Otro aspecto relevante es la completa asimilación de titulares y potenciales titulares: «Los potenciales, generalmente más jóvenes, deben tener condiciones de sustituir a los titulares en cualquier momento. Es un riesgo asumido y que nos permite estar preparados para los grandes presupuestos. Para ello trabajamos con 250 ojeadores, poniendo en marcha varios niveles de observación, lo que nos garantiza que cada futbolista esté supervisado por personas diferentes», para por último añadir: “optamos por dar tiempo a los más jóvenes, sin presión. En el caso de Alex Sandro, ha comenzado a ser titular esta temporada, tiempo empleado en que conozca qué es el FC Porto, su identidad y nuestra forma de trabajar”. Así ha ido escribiéndose, 57 títulos y un modelo envidiado después, uno de los clubes más atractivos del fútbol actual.
Abel Rojas 20 marzo, 2013
Pregunta: ¿Cuál fue la venta del Porto que más sintió el equipo? La que más daño le hizo. La que más le costó asumir.