Fue un partido de acierto contra acierto; una de esas batallas que regala esta Liga donde con hacerlo bien no basta porque el nivel es altísimo y el adversario puede superarte. La paulatina recuperación del Athletic Club, que ya constó en el derbi vasco frente a la Real, se unió a esa concentración madridista total de los días grandes y plasmó sobre el césped de San Mamés un encuentro para disfrutar.
La premisa básica de la tarde radicó en la presión a todo campo de la manada de Valverde. Potenciada en lo físico por la ausencia de Muniain, que propició la formación de una línea de mediapuntas súper entregada, el Athletic acosó la salida de balón merengue con una intensidad impresionante y menos desorden que otras veces. La multifunción del joven Williams, que saturó por sí mismo el flanco de Marcelo y Kroos hasta el punto de provocar la sensación de que le estaba haciendo un marcaje al hombre a cada uno, se vinculó a la agresividad y lectura de Raúl García para dar empaque y calidad al ejercicio defensivo.
El juego directo sobre Raúl García y Aduriz molestó al Madrid.
Pero pese a sus credenciales, la presión del Athletic sólo funcionaba si su origen derivaba del juego directo hacia Raúl García o Aduriz desde botas de Laporte o Yeray. Ahí, durante el primer periodo, la pareja de tanques de Bilbao se impuso a los anti-aéreos merengues significando metros u oxígeno dependiendo de la fase; pero si por el contrario, los leones intentaban su presión tras un ataque posicional más masticado o un saque de puerta de Keylor Navas, es decir, si la intentaban ante un Real tácticamente organizado y no desbaratado por los saltos contra Raúl y Aritz, la eficacia de la vehemencia vasca se difuminaba hasta casi desaparecer. Motivo principal: Toni Kroos.
Toni Kroos afrontó la presión del Athletic tal y como se debe.
Frente al Athletic, Zizou siempre opta por abrir muchísimo el campo -en la LAO «CR7: el día del juicio final» aparece un corte de voz suyo explicando el porqué-, y lo de ayer no fue una excepción. Carvajal, Marcelo, Bale y Ronaldo abrían lo máximo posible sus posiciones para separar más aún las piezas de un Athletic que ya de por sí se auto-imponía ocupar una vastísima cantidad de terreno. Con ello, buscaba otorgar facilidades a su triángulo de medios de cara a operar contra la presión. Pero pese a ello, la exigencia era elevada, a Casemiro se le notó la lentitud de ejecución y a Modric que no pasa por un buen momento técnico, así que fue el cerebro alemán quien exhibió nervios de acero, técnica pura y lectura de sabio para absorber los esfuerzos del Athletic y disparar la pelota luego al sitio más desahogado. A menudo, dicho lugar, en vez de lugar, era una persona. Karim.
La exhibición de Benzema quedó grabada en su álbum de artista.
La actuación de Benzema fue una de esas que escapan del análisis porque no se relacionan con la táctica ni con nada parecido. Fue un genio inspirado en una situación ideal, se movió por todo el campo, recibió el esférico cuanto quiso y lo administró con esa magia tan suya que no se aleja, en rigurosidad, del canon de lo corriente. La participación del delantero implicaba peligro para la portería de Kepa y también para la integridad emocional de San Mamés, y para bendición blanca, contó con el beneplácito del fútbol de Ronaldo, que anduvo súper participativo incluso cuando no tocó balón. Sus desmarques, frescura e instinto fueron compañía ideal para el show del número «9».
Entre ambos pusieron en ventaja al líder de la Liga y, con semejante marcador, se llegaría a la hora del envite, un momento en el que se tomaron decisiones claves: Zidane, obsesionado desde el primer instante con las bandas del Athletic, y con su idea ratificada por el nulo empleo de los leones de su carril central, sacrificó a Modric, dio entrada a Vázquez y cambió el 4-3-3 por un 4-4-2 que albergaba no sólo mucho, sino muchísimo sentido. Por un lado, doblaba a Casemiro en el medio con otro pivote para dotarle de mayor margen de movimiento tanto para acudir a los saltos como para acudir a las ayudas, contexto que permitió al brasileño comerse el segundo tiempo con un promedio de una recuperación por cada tres minutos de juego. Lo suyo fue excepcional. Del mismo modo, los costados reforzaron su seguridad, conservando además ese precepto táctico de que tanto Iñaki, como De Marcos, como Balenziaga como Lekue sólo debían centrar tras un recorte hacia dentro, nunca desde línea de fondo, para poner de cara a Ramos y a Nacho y de espaldas a Aduriz y Raúl García. En este aspecto, la labor de Lucas en derecha y Bale en izquierda fue considerable. Pero hay que apuntar que no bastó.
Iñaki Williams hizo saltar por los aires el arreglo de Zidane.
No bastó porque, como se apuntó al inicio, se trató un partido de acierto contra acierto, y al sacrificar posesión de balón -que fue lo que pagó Zidane para adquirir lo expuesto en el párrafo anterior-, el Athletic pasó a alimentar con mayor frecuencia a Iñaki Williams y el extremo se convirtió en una pesadilla para Marcelo y Bale, que si bien lo reducían, nunca lo anulaban. El canterano rojiblanco se está transformando en un futbolista que crea y modifica contextos, y a poco que agregue a su juego una mayor finura en la asociación y la definición, estará en disposición de regalarle a San Mamés un salto de calidad y también, en el tiempo. A saberse, hacia la modernidad.
El sufrimiento colectivo merengue le permitió resistir al agobio hasta que llegaron nuevas sustituciones. Los ingresos de Susaeta -que quitó al desfondado Iñaki de donde estaba infringiendo más daño- e Isco –que devolvió al Real esporádicos momentos de descanso con el balón– mitigaron el huracán bilbaíno y aseguraron el triunfo de un líder que, a tenor de su posterior celebración, fue muy consciente del valor de lo logrado. No se trató, para nada, de una victoria más.
Foto: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images
roumagg 19 marzo, 2017
Qué partido de Benzema, por favor. Enorme contraste con lo que fue en el Camp Nou, por ejemplo, o en enero. Al final, tras muchas críticas (merecidas algunas y muy inmerecidas otras), Cristiano y Karim llevan siendo lo mejor del equipo el último mes y medio, y ayer no fue una excepción.
Y eso que el colectivo no les dio nada; más bien al contrario (hay recuperaciones de Karim casi en su área). Se ganó, sí, y Keylor no tuvo demasiado trabajo, pero sabe a poquísimo que Zidane se conforme solo con eso, con un gol de ventaja. Un gol de ventaja que, además, llegó a perder por sus excesivamente conservadoras decisiones. Quitar a Modric por Lucas… Usar a Gareth Bale (A GARETH BALE) de doble lateral. Quitar al que estaba siendo tu segundo mejor jugador sobre el campo y, más tarde, al que estaba siendo el mejor, para aceptar dejar de atacar y proponer a tu equipo asumir una inferioridad ante el rival e intentar resistir ante un asedio hasta el final… Esto ya lo he visto con Mourinho contra el Bayern (viene a cuenta del sorteo), pero era Bayern, y con balón los delanteros tenían facilidades de cara al juego, mientras que ayer el centro del campo a duras penas juntó 5-6 pases seguidos, con Marcelo quitándosela de encima al más mínimo indicio de presión, Modric lento y espeso, Bale infrautilizado convertido en un arma defensiva… Es cierto que Marcelo y Carvajal están sufriendo mucho en defensa, sobre todo —y con diferencia— el brasileño, pero espero algo más uqede simplemente proteger las bandas de un entrenador con semejante plantel tras año y medio de trabajo. Tener a Benzema y CR así y no aprovecharlo para intentar golear, tener a Bale y usarlo como elemento defensivo… no me gusta. Y vienen unos cuartos en los que no vendría mal potenciar en algo (aunque sea mínimamente; no vamos a pedir la excelencia, tampoco) a tus mejores jugadores. Por cierto, aigue siendo un problema la falta de entendimiento en fase defensiva entre los que reculan y los que salen a presionar, y por esos huevos se cuelan una y otra vez recepciones de los rivales sin mucha oposición.