El fútbol español vivía a Fernando Redondo, Mauro Silva y Pep Guardiola. Tres mediocentros, en registros distintos, de inmenso talento y fútbol a raudales que marcaron una época. Aunque ya Mauro sí estaba más acostumbrado a jugar con alguien al lado, situación mucho más típica en el fútbol brasileño, tanto Pep como Redondo fueron enfáticos cuando les preguntaban: ellos querían jugar solos. Marcaban un estilo. Más allá de decisiones puntuales, ambos lograron su ambición sin saber que eso que para ellos era tan natural se convertiría durante la década siguiente en todo un privilegio.
En los 90’s, era normal que el mediocentro jugara solo
En Italia, Fabio Capello tenía una bestia de ébano que acompañaba al fino Albertini y que, decían unos padres desesperados porque sus hijos se durmieran a buena hora, comía niños. Marcel Desailly fue todo un impacto. La raza negra había llegado a la élite del fútbol europeo diez años antes, pero lo del entonces mediocampista francés fue otro rollo. Su imperial actuación en Atenas dio muerte al Dream Team de Cruyff y sembró una semilla que explotaría un par temporadas después. Si bien los mediocentros de la liga eran superiores, esto se debía a que tenían de su lado un talento futbolístico muy superior al de la media. Lo de Desailly, en cambio, era clonable. O así creyeron los gigantes europeos que invirtieron recursos importantes en la búsqueda del nuevo Marcel, llegando al punto de tratar de modificar para la tarea al futbolistas del perfil de Clarence Seedorf. Desailly tuvo muchos hijos.
El fútbol buscó al heredero de Marcel DesaillyUno de los que más fama acumuló fue Claude Makelele. Surgido de la misma cantera que el propio Desailly, la del Nantes, una de las más prolíficas de Francia, Makelele hizo parte de la plantilla que logró el histórico campeonato de 1995 bajo el mando de Jean Claude Saudeau y que en la 95-96 llegaría a semifinales de Champions. Era un equipo veloz y vertical anclado en un 4-4-2 que tenía a Claude en el doble pivote acompañado por Jean-Michel Ferri. Con veintidós años, Makelele era el centrocampista de más recorrido y tenía mucho más vuelo hacia adelante que su compañero de zona. Su superioridad física permitía al Nantes desplegar un fútbol presionante que los llevó a ser la mejor defensa de la liga francesa y al joven Claude a probar las mieles de la selección francesa que se preparaba para su mundial a realizarse en el verano de 1998.
El año antes de la Copa del Mundo, Makelele lo pasó en Marsella, jugando para el Olympique. Ya era una estrella de la Ligue 1, pero la fiera competencia en la selección absoluta le negarían la oportunidad de vivir el ciclo ganador de 1998-2000. Deschamps, Petit, Vieira y Karembeu, más el uso ocasional de algún mediapunta, obstaculizaban el paso de Claude, a quién aún le faltaría tiempo para convertirse en el maestro defensivo que pasó a la historia. Luego del mundial aterrizó en España para jugar en el Celta de Vigo de Victor Fernández. En el club gallego estuvo dos temporadas en las que coqueteó con Europa y comenzó a dejar su huella en la Liga. En el verano del 2000, Fernando Redondo tomaba rumbo a Milán y Makelele, en una rocambolesca operación llegaba a Madrid para sustituirle. El fútbol había cambiado.
La competencia en la selección francesa era muy fuerte
En Madrid vivió la fama de ser el equilibrista de un equipo sin antecedentes. Uno a uno, Florentino Pérez fue llenando el once de Balones de Oro, dando pie a un fútbol fabuloso e incluso legendario en los días inspirados. En los que no lo eran tanto, Makelele tenía que ponerse el mono de trabajo y tapar todos los huecos que dejaba un equipo que cualquier domingo salía al campo con dos delanteros, tres mediapuntas y dos laterales largos. El francés, entonces, se multiplicaba. Usaba su formidable calidad física para llegar a todos lados y su fina técnica defensiva para robar el balón una vez llegaba al sitio correcto. Son pocos los futbolistas que han llegado a robar tantas pelotas sin necesidad de ir al suelo.
En Londres dio su mejor nivelTres años pasaron y, de pronto, al proyecto galáctico se le comenzó a quedar corto un mediocentro que solamente recuperaba balones y luego le pasaba correctamente el esférico a uno de los ‘cracks’. Pasó al Chelsea y sin un reemplazo de nivel en la plantilla hasta 2007, Makelele se convirtió en leyenda urbana del Madrid, llegando decirse incluso que era la pieza más importante de aquel equipo. Tan cierto es que el francés tenía un rol clave en el sistema merengue, que nunca fue sustituido a cabalidad, como que su mejor nivel, tanto a nivel de selección como de clubes, lo dio una vez se marchó.
En Londres a Makelele le llegó la madurez. La estampida física de sus primeros años comenzó a mermar, pero también ganó una lectura y un poso en su fútbol que no había demostrado antes. En el Chelsea incluso se descubrió que tenía una buena calidad técnica que se veía opacada por la finura de Zidane, Figo, Raúl y compañía. Makelele comenzó simplemente a estar ahí: leía la jugada, adivinaba la dirección y se plantaba lo suficientemente cerca como para no tener que correr en exceso para tapar el avance rival, ya sea cerrando líneas de pase o robando directamente la pelota. Ahí era impresionante. Su sola presencia imantaba la pelota hacia él. El delantero rival muchas veces la perdía sin que Makelele hiciera algo extra. Luego, con pelota, su centro de gravedad le permitía proteger el balón de la presión y esconderlo con facilidad, las ventajas tácticas que le daba Mourinho le otorgaban tiempo y espacio para maniobrar, y su técnica le facultaba para salir en conducción, filtrar un pase o incluso realizar cambios de orientación precisos.
La técnica defensiva de Makelele era insuperable
Finalmente, a los treinta y tres años, tuvo su canto de cisne con la selección francesa. Su pareja con Patrick Vieira ya era mítica. Durante los siguientes cinco años, las secretarías técnicas de Europa tratarían de encontrar para sí una versión joven del dueto defensivo que permitió a un Zidane marchito brillar con fuerza en su despedida del fútbol. Makelele jugó un mundial de mediocentro grande, derroche de lectura y técnica para solventar situaciones en fase defensiva y transición. Cemento para un equipo al que el fútbol casi premia con una Copa del Mundo. Makelele se la merecía. Fue un mediocentro de leyenda.
iltuliponero 8 marzo, 2016
El Makelele – Vieira es ya parte de nuestra adolescencia y creo que hablo de parte de muchos lectores.