
Como si de un pasaje bíblico se tratase, al principio estaba Patrick. No nació por generación espontánea, pero se plantó ante nuestros ojos sin que supiéramos qué significaba. Tanto que algunos cometieron la torpeza de no valorarle, casi de ignorarlo. Cambió el fútbol y no es exagerado definirle como una figura histórica de las últimas dos décadas. Potencia africana unida a la solidez táctica de cualquier medio europeo y un nivel técnico más que suficiente; lo nunca visto. Al calor de su impacto surgieron otros, no siempre idénticos, ni siquiera más jóvenes. Claude Makelele no apareció por un torneo internacional con Francia hasta el Mundial 2002, tras su gran explosión en el Real Madrid. “Make” tenía poco que ver con Vieira: era mucho más pequeño, menos virtuoso (que no malo) con la pelota y no tan impactante en su juego… pero resultaba una bestia competitiva. Quizás, el gran especialista defensivo de lo que va de siglo. Con Makelele aprendimos la importancia de la posición; cómo estar colocado en el sitio justo podía ser más molesto para el rival que ir a buscarle con el cuchillo entre los dientes. Patrick y Claude, juntos, fueron pareja en la Copa del Mundo de 2006, aquella que debía enterrar el ciclo francés. Gran parte del milagro galo residió en las piernas de un doble pivote que junto a Thuram, Gallas y Abidal corrió todo y más para un Zidane al que le quedaba el último baile. Francia no ganó pero consolidó el orgullo nacional y un perfil de centrocampista que indudablemente había sido fórmula ganadora. Quince años tenía Blaise Matuidi (9 de abril 1987) cuando Makelele levantaba la Champions en Glasgow; diecisiete cuando Vieira acababa invicto la Premier con su Arsenal. Debió idolatrar a ambos por igual porque ni siquiera hoy, cerquita de cumplir los 26, tomó la decisión de ser uno de los dos.
Blaise Matuidi, como tantos otros, es hijo del matrimonio entre Patrick Vieira y Claude Makelele
A lo largo de los últimos meses hemos ido analizando diferentes tipos de jugadores. Desde el talentoso James Rodríguez al torbellino Khedira, con cada futbolista hemos tocado todos los aspectos del juego; los relacionados con la pelota y lo que ocurre cuando es el contrario quien la maneja. Con Matuidi nos encontramos ante un caso peculiar; el francés es, con escasos matices, un elemento defensivo. Matuidi es eso: defensa. Y cuando ataca, rara es la vez que no existió entre medias una acción (positiva) sin balón. Blaise es así. No busquen más. Con lo que tiene, le da de sobra para ser una pieza decisiva allá donde compita.
Respondamos preguntas fundamentales: ¿qué es Matuidi? ¿Es un mediocentro? ¿Es interior? ¿Cómo marca esas diferencias defensivas? Lo ideal es comenzar mirando al PSG como colectivo. Los de Ancelotti son un conjunto paciente, de ritmo lento hasta el aguijonazo final. Una enorme cantidad de partidos son planteados por el técnico italiano desde la calma, esperando. Si atendemos a la naturaleza más primaria de Matuidi y la cuestión debe resolverse con una sentencia, diremos que a Blaise le agrada presionar hacia arriba (foto de la derecha). El francés no tiene problemas en romper la línea y salir lejísimos a por el adversario, siendo el hombre que más metros abarca de la habitual línea de cuatro parisina. Técnicamente es sensacional en este apartado: acerca el cuerpo al poseedor de la bola con una velocidad inaudita (Foto) y su gesto a la hora de meter el pie es brutal. Aunque sin duda gana mucho más que pierde, estas dos virtudes le conducen a errores en algunas ocasiones: si intentó robar la pelota y el rival tuvo tiempo de soltarla, Matuidi deja pequeños espacios a su espalda (foto de abajo a la izquierda). Claro que aquí asoma la cualidad del futbolista: pocos, muy pocos tienen su capacidad de recuperar su posición corriendo hacia atrás. Portento es la palabra. Va a un sitio e inmediatamente regresa a otro si así lo desea (Secuencia Completa). Lo hace tanto en distancias cortas (lo más común por el estilo del PSG) como en espacios muy amplios (foto de abajo a la derecha). Blaise actúa en los dos perfiles del doble pivote, por lo que su facilidad para esprintar hacia su portería podría ser clave en el lado izquierdo ante Leo Messi.
Ha habido muy pocos futbolistas que recuperen en carrera con la potencia de este monstruo
Llegados a este punto, conviene no confundirse: Matuidi no es Gary Medel ni Khedira. No es ese tipo de jugador. Una de las principales aptitudes del doble pivote del PSG (sea con Motta o Verratti) es la diversidad del juego de sus integrantes: uno va, uno queda o, si es lo que toca, los dos mantienen su posición. Precisamente por esto nos cuestionábamos anteriormente si Matuidi ha de ser considerado mediocentro o interior. Sea como fuere, el internacional por Francia maneja registros defensivos clásicos de un “cinco”: permaneciendo estático, tiene constancia de todas las líneas de pase del oponente (foto de arriba). A nivel de talento, eso sí, no es perfecto, y aunque no es lo más frecuente, en determinadas circunstancias recibir próximo a él es factible (foto de abajo a la izquierda). No es Makelele. En cambio, tapando el pase hacia dentro es crack. Gran intuición a la hora de anticiparse a la jugada dos pases antes (foto de abajo a la derecha), cierra de forma supersónica el centro cuando el otro equipo pretende un envío entre líneas desde la banda (Secuencia Completa). Disfruta yendo a los costados; allí no robar la pelota no se penaliza tanto y mete la guadaña sin temor (Foto).
Y cuando consigue quitar el balón, ¿qué ocurre? ¿Sabe jugarlo? En este caso, con Matuidi tenemos el perfecto reflejo del “robar y darla”, algo más sencillo de decir que de hacer. Una anticipación es, en gran porcentaje, el paso previo a una transición vertiginosa, y de eso el PSG sabe. Tras arrebatarla de un pie enemigo, a Blaise se le activa el GPS: ubica al compañero mejor colocado y la entrega en ventaja casi siempre (Foto). Por ahí comienza a orientarse el contragolpe. No es un pase vacío sino el preludio de una estampida. Da igual la situación del robo; logra entregarla (Foto). En corto o en largo, pues también ahí sabe interpretar la salida (Foto), si bien pierde algo de precisión. Si la transición le pilla alejado del esférico puede intervenir en la misma, aunque hay que aclarar que ni mucho menos hablamos de un llegador. Pese a ello, corriendo verticalmente es una locomotora (Secuencia Completa), lo que aprovecha para alguna ruptura aislada hacia el área (Foto) o doblando a un compañero (Foto). No tiene miedo a descolgarse y crear una línea de pase, sobre todo en estas situaciones de contraataque. En estático la película es otra.
El Paris Saint Germain aspira a competir, y para ello es vital no cometer errores innecesarios, como por ejemplo perderla en zonas centradas. Para ello, su salida desde atrás es, casi de forma inalterable, mediante sus laterales (foto de la derecha), siendo Maxwell el carrilero que más tiempo retiene el cuero (Foto). Un motivo evidente de que esto sea así son las carencias de Matuidi en cualquier mecanismo de inicio del juego. Sus movimientos para recibir son bastante flojos y muy pocas veces se encuentra en el lugar correcto para dar fluidez a la circulación (foto de abajo a la izquierda). El PSG jamás sale por él; cuando lo hace por el medio, es el otro pivote (de nuevo Verratti o Motta) sobre quien recae todo el peso (foto de abajo a la derecha). Si no se puede, arriba siempre espera Zlatan. Las causas de la poca participación de Matuidi tienen su explicación en base a ciertos defectos técnicos: si está presionado, su primer control no es del todo seguro. Tras pararla, necesita dos segundos para poder mandarla al destino elegido. No tiene calidad para apartarse del “controlar y pasar”. Pese a ello, algunas virtudes le adornan: es muy elástico (extremidades de araña) y gira rápido sobre sí mismo. Y si no es muy exigente, su pase a banda raso vuela bien. Eso sí, no se prodiga nada en los envíos largos.
La gran carencia de Matuidi es el inicio del juego. Su peso es bajo. Ahí no parece mediocentro
A sus 25 años, Matuidi todavía tiene mucho que aprender. Su potencial está por explotar. Apartados como el juego aéreo denotan que existe margen de mejora: pese a su gran salto vertical, lógico por su poderío físico, no es un cabeceador defensivo fiable. Sin embargo, resiste y aporta por sus condiciones; unas condiciones únicas en muchos casos. Pese a ser incompleto y hasta incoherente en ciertos momentos, Blaise Matuidi es un tesoro para el 90% de estilos. Esas zarpas y ese sprint son algo demasiado determinante.
Laporta 2 abril, 2013
Muy Ramires parece leyendo el artículo, no lo tengo muy visto la verdad.