El FC Barcelona resolvió en pocos minutos la primera semifinal de la Copa del Rey, la que le medía al Valencia CF. Lo logró a través de una brillantez apabullante en términos de imaginación, precisión y ritmo. La alcanzó porque entendió y afrontó a la perfección un reto muy singular.
El Valencia no pudo competirNeville sorprendió con un once habitado en las bandas por cuatro laterales puros (Gayá, Siquiera, Barragán y Cancelo). La extrañeza no sólo se debía a la novedad, sino al hecho de que, asumido el sacrificio de dos atacantes, se reforzasen las bandas en lugar del centro. No parecía lo coherente para una visita al Camp Nou. Pero pronto descubrimos que el sistema sería lo de menos. Emocionalmente, el Valencia no estaba preparado para la dificultad. Pese a proponer, según palabras post-partido de su entrenador, un plan de repliegue bajo, en el minuto 6 de encuentro ya había concedido dos opciones de contraataque a los azulgranas; algo tremendo considerando que apenas había gozado hasta entonces de un 18,3% de posesión de balón. La segunda de esas contras acabó con el 1-0 de Suárez y con la confirmación de una tormenta inevitable.
Había tanto espacio que la MSN jugó junta en el centro a la vez.
Messi y Neymar lideraron la parte más lúdica. El Valencia defendía el centro con Parejo de pivote y Danilo y Gomes de interiores, y lo que hicieron los dos jugadores más condicionantes del fútbol actual fue pegarse a ellos. Abandonaron las bandas (lo que Neville había tratado de proteger) y se juntaron para filmar secuencias de las que abarrotan cines. Mientras tanto, Gayá, Siquiera, Barragán y Cancelo se medían en los costados a Aleix Vidal y Jordi Alba, que encima les superaban porque llegaban en carrera y anulaban así la ventaja numérica ché. No obstante, el meollo estuvo en la calidad de Leo y Ney y en las curiosas circunstancias. Así se explicó un espectáculo visualmente irresistible.
Si bien, en lo competitivo, los serios fueron Piqué y Busquets. En lugar de dejarse llevar por la comodidad y disfrutar de la inercia, se pusieron el mono de trabajo para fomentar la inercia del disfrute. Se comieron al Valencia por colocación y agresividad, no le dejaron ni un segundo de respiro, recuperaban el balón rapidísimo para que no parase la fiesta. Aquello que llevase a ambos canteranos a tomarse así 90 minutos de la índole de los de ayer, en cierta parte, explica muchos de los éxitos que acumula esta generación culé.
Rafa 4 febrero, 2016
muy buen análisis, sois unos cracks