El Athletic Club rompió su sequía de títulos jugando uno de los mejores partidos que se le recuerdan. Seguramente, superior a la ida de esta propia Supercopa, pues en este caso, en lugar de con un grupo sin alma, se topó con un Barça extramotivado y supo torearlo con maestría. Tipos como Laporte, Balenziaga, Beñat, Eraso o el terrible Aduriz lograron que los leones no fuesen inferiores donde el 95% de los equipos nunca tienen nada que hacer: en el Camp Nou.
Balenziaga fue un gran antiLeoValverde no usó la goleada de San Mamés como sostén al que agarrarse, sino como elemento de inspiración e inyección de confianza. Se notó desde el minuto uno, cuando descubrimos que la idea vasca consistía no en presionar en campo ajeno pero sí en adelantar la línea defensiva hasta separarla al menos 20 metros del área de Iraizoz. El plan funcionó de cine porque le permitió estar siempre cerca de Messi sin que su medular se alejase de su zaga, sin que surgiese espacio entre ambas. La intensidad empleada sobre Leo fue extremadamente superior a la aplicada sobre cualquier otro culé; él sí fue encimado con agresividad, y a menudo por un mínimo de dos hombres. En la mayoría de casos, por tres: Balenziaga, Beñat y Susaeta. El primero, en la que fue la noche de su carrera, pudo dejar atrás aquella, para él, fatídica Final de Copa. Increíblemente, dominó a Messi, y por muy lastrado que llegase el argentino, y por poca ayuda que recibiera de su Barça, esa hazaña merece pleitesía.
Luis Suárez fue el único azulgrana que propuso atacar en equipo.
El problema del Barcelona, cuyo número de ocasiones, en once contra once, fue ínfimo considerando el reto al que se enfrentaba, estribó en la brutal dependencia que sufre el sistema de su gran estrella. Los pases del Barça de Luis Enrique rara vez sirven para buscar una progresión, para batir líneas y remover al rival; su intención suele radicar, simplemente, en conectar con Messi, y que luego ya él ordene o ataque. Esta orientación -que ha valido un Triplete y una Supercopa de Europa-, se torna en radical en situaciones de necesidad, y por descontado, la obligación de marcar cinco goles se encuadraba entre ellas. El único culé que jugó anoche al fútbol fue Luis Suárez. No muy bien, porque la verdad fue que Laporte le leyó la mente y le ganó en los pies, pero fue el único que propuso. El resto, con especial mención a Busquets e Iniesta, se limitaba a acercarse a Messi e intentar servirle de pared. Y como Leo resultó atropellado por el ritmo defensivo del Athletic, el Barça se quedó en un puñado oportunidades aisladas y sin relación entre sí que nunca asustaron a los bilbaínos, porque no fueron expuestos a ninguna acción regular que comprometiera su estabilidad.
Pese al despliegue de Piqué, Aduriz volvió a resultar dominante.
En cuanto a la utilización del balón que hiciera el campeón, pareció incompleta pero aun así muy notable. Fue incompleta porque cuando Messi cambiaba de lado y conectaba con Andrés o Pedro, el Barça ganaba metros, perdía el balón más arriba, y en esas situaciones, los de Valverde no lograban salir a la contra con la frecuencia ideal. Sin embargo, cuando la salida era en largo hacia Aduriz o cuando el robo se producía en la zona de Messi en vez de en la zona de Iniesta, el escenario giraba muy en favor de los vascos. La protección y distribución de Aritz rayó la excelencia, a pesar de que Piqué disputó un primer periodo fantástico, y el poderío de Javi Eraso compareció con cierto esplendor. Eraso juega. Interpreta el fútbol con inteligencia y posee una zancada y un austero pero práctico repertorio técnico que le convierten en todo un peligro a poco que haya espacios. Y si a la eficacia de la dupla central se agrega la dirección de Beñat, que explotó en San Mamés a finales del curso pasado y está magnífico, y se suman las actuaciones de Mathieu y Alves en los laterales, que fueron dramáticas, se dibuja el cuadro del primer título del Athletic Club en 31 años de historia. Uno gestado sobre un rotundo dominio general.
@RiCuevas 18 agosto, 2015
Sensacional y efectivo el planteamiento de Valverde. En lugar de un "Park the bus", como dicen en las Islas, y aguantar el chaparrón hasta el pitido final, la goleada previa les sirvió de inyección de confianza, como dice Abel. La presión sobre Messi, también para estudiar…