Habían pasado pocas semanas desde la despedida de Javier Aguirre pero las transiciones voraces del mexicano parecían ya muy lejos de Cornellà-El Prat. El «buen trato del balón» presidió la primera rueda de prensa de Sergio González como nuevo entrenador del RCD Espanyol, así como el trabajo de la pretemporada blanquiazul las semanas siguientes, mientras los reportajes que intentaban poner luz sobre el joven proyecto periquito subrayaban la fe del nuevo míster en un modelo de juego que priorizaba el conservar la pelota a correr tras ella.
Sergio González llegó al Espanyol con la idea de amasar el balón.
El embrujo del fútbol asociativo, por lo general bien recibido en todas partes, duró poco en el club barcelonés. Una pretemporada pobre en sensacionesEl equipo era muy inocente dio paso a los primeros partidos oficiales, que a la postre dibujaron la peor racha de resultados de un proyecto en el que nunca pesaron tanto los marcadores -Sergio García nunca dejó de administrar puntos analgésicos- como la inconsistencia en el juego. La querencia por la pelota, muy evidente en la naturaleza de los pases en los que persistían los periquitos, no ofrecía garantías sobre el césped: parco en en verdaderos especialistas en la materia, el equipo de Sergio González no generaba ventajas con el balón en los pies, las pérdidas llegaban pronto y encontraban al equipo abierto en posiciones vulnerables, franco ante las contras del rival. Tan inocente en sus intenciones y en el desarrollo de las mismas, el Espanyol transmitía las peores sensaciones colectivas y ni siquiera la magia de su delantero estrella, incómodo en un discurso asociativo que no le ofrecía socios efectivos, se bastaba para voltear la situación. Fallaban demasiadas cosas: Salva Sevilla, debilidad intrínseca sin balón, era la única incorporación del verano que reforzaba el discurso del míster catalán. En cambio, la plantilla había despedido sin relevo a David López, única referencia posicional en el mediocampo blanquiazul, mientras la incorporación de Cañas parecía solaparse con el fútbol de Víctor Sánchez, amigos ambos de un ritmo de juego mucho más alto que la pausada propuesta de Sergio González. Evidenciando gran fe en su idea inicial, el entrenador insistió con ella. Evidenciando luego ese tipo de sabiduría que es vida en este oficio, acabó por descartarla.
El equipo necesitaba tranquilidad para crecer. Y esta se la dio, en gran medida, Lucas Vázquez. Sergio González tardó poco en reconocer que el rendimiento del extremo gallego, incorporado a última hora como alternativa para Paco Montañés, estaba “superando las expectativas de todos”. No es que los desbordes del canterano madridista produjeran muchos goles decisivos, que algunos hubo, sino que su profundidad por la derecha oxigenaba los partidos de un RCD Espanyol que arañaba puntos con lo justo mientras se transformaba paulatinamente en algo más consistente.
La hemeroteca periquita sitúa muy pronto el punto de inflexión en el trabajo de Sergio González. El míster periquito aseguró haber “dado la patada a todo” lo anteriorA menos balón, más solidez en las vísperas de su enfrentamiento con el Málaga, cuarta jornada del campeonato. Y si bien el partido no expuso un RCD Espanyol muy distinto al de las semanas anteriores, sí marcó el inicio de un lento proceso de transformación que encontraba por semilla el paso adelante de una fase defensiva menos supeditada a un manejo insuficiente del esférico. Juntándose sin balón en sendas líneas de cuatro el equipo blanquiazul recuperó viejas sensaciones competitivas y la entereza resultante, apoyada en la gran autosuficiencia de la delantera para generar peligro, suponía una mejoría tan clara como algo precaria. Tuvo que llegar la Copa para afilar la nueva fórmula. Quizá la particularidad estratégica del ida y vuelta despertó en Sergio González un instinto competitivo que su yo jugador, dos veces campeón en esas lides, todavía no había vertido en su yo entrenador. Sea como fuera, el torneo del K.O. reivindicó el papel del míster periquito. El RCD Espanyol no sólo mostró sus mejores planteamientos ante el Valencia CF -octavos- y el Sevilla FC -cuartos-; también la dirección de campo del entrenador, poco protagonista hasta ese momento, adquirió una nueva dimensión hincando el colmillo en ambas eliminatorias. Mientras Felipe Caicedo desembarcaba -al fin- en la temporada periquita y Christian Stuani se afianzaba como revulsivo el nuevo RCD Espanyol crecía hasta derivar, ya en pleno invierno, en un equipo muy eficaz en su nuevo modelo de juego, capaz incluso de sostener un buen ritmo de resultados entre las rotaciones de fin de semana que apoyan el brillante curso copero del conjunto blanquiazul.
La Copa ha sido clave en la evolución del proyecto periquito.
A los pocos meses de su nacimiento los periquitos afrontan el cambio de plumaje más importante de su vida. Esta muda temprana despide el plumaje de polluelo y es la más compleja y traumática. El pájaro, arisco y febril, agradece disponer de cierta tranquilidad para desarrollar el proceso sin complicaciones. Este se da, por lo general, antes de que el invierno arrecie, y da lugar a un organismo maduro, dispuesto a afrontar los retos de la vida adulta. Buen ejemplo de ello es el periquito de Sergio González, cuya muda ha sido tan exitosa que puede valer una final.
vi23 3 marzo, 2015
Me ha encantado lo de los puntos analgésicos que daba Sergio García. Real como la vida misma.
Sin parecerse demasiado, me recuerda al Davor Suker del Sevilla