A Guardiola le gustaba mucho la Liga BBVA. Cada semana en la rueda de prensa previa a cada encuentro loaba con esmero al rival que le tocaba. Lo hacía de manera personalizada. No de todos decía lo mismo. Una de sus defensas menos comprendidas fue aquélla en la que destacó a José Luis Mendilibar como un entrenador ultraofensivo. Como un enfermo del ataque. Y justo eso era el vizcaíno.
La confianza es imprescindibleEste texto no tendrá como pretensión homenajear al ex-técnico del CA Osasuna, y mucho menos criticar la medida adoptada por el club. Tratar de manera semanal a todos los equipos de 1ª permite a Ecos del Balón medir el pulso de sus aficiones y Mendilibar había perdido el apoyo de la suya. Sin credibilidad o, al menos, fe, trabajar es muy difícil. Aunque todas sus decisiones fuesen cátedra, el mero hecho de no contar con el respaldo de la gente es motivo válido para destituir a un entrenador. Sin confianza, el fútbol no funciona. Jugarlo es demasiado complicado.
La marcha de Raúl García debilitó mucho el plantel osasunista.
Llegar mucho y no colar cansaDicho esto, el legado de José Luis en Pamplona existe, es interesante y será estudiado por sus sucesores. Allí manejó siempre una de las plantillas más modestas de la categoría, algo que se agudizó el año pasado con las salidas de Nekounam y Raúl García. Se esperaba que a su manera fuesen cubiertas por la creatividad de Sisi y la clase de Annan, uno de los mediocentros estrella de la Copa del Mundo de Sudáfrica, pero el primero se lesionó y el segundo no se adaptó nunca. Y en cualquiera de los casos, más allá del juego, lo que se sufrió fue una irreparable pérdida de pegada. Hubo demasiados partidos de 8 ocasiones sin gol.
La defensa alta, la presión y el ataque por banda le marcaron.
El punto de partida para Mendilibar era ese: el equipo tenía que marcar goles y para ello necesitaba llegar mucho más que el Granada de Nolito, el Celta de Aspas, el Dépor de Pizzi o el Mallorca de Giovanni, que ya era decir. Su única carta consistía en implantar un modelo que precipitase ocasiones simples -no podía compensar su pegada con elaboración, porque tampoco tenía- y que metiese el mayor número de efectivos en el área rival, bien para buscar el remate bien para buscar el rechace. Lo hizo. Asumió el riesgo de la línea adelantada y presionó arriba para robar alto y poder sorprender, y desarrolló un sencillo juego por bandas que le proporcionó un volumen de centros laterales muy alto, lo que unido al buen trabajo de la segunda jugada le llevó a sumar acciones de ataque casi siempre, incluso contra el Madrid y el Barça.
Osasuna recibía goles de equipo grande, y era difícil de aceptar.
La empatía es clave y no cuesta ponerse en la piel del Sadar. Durante la era Mendilibar ha visto muchas veces perder a Osasuna por recibir un tanto a la contra o por ajustar mal la línea del fuera de juego, situaciones aparentemente imprudentes y más propias de plantillas millonarias que en un conjunto que no le marcaba un gol al arco iris podían llegar a frustrar. Pero José Luis tenía sus motivos. Y en el fondo se saben. Aunque ya no se soporten.
vi23 4 septiembre, 2013
Totalmente de acuerdo con el artículo. Diría más, el año pasado era la peor plantilla de primera y este año lo vuelve a ser…