
Víctor Valdés, Dani Alves, Rafa Márquez, Xavi Hernández, Thiago Alcántara, Thierry Henry, Zlatan Ibrahimovic, Neymar JR… Durante dos lustros, el FC Barcelona fue la indiscutible referencia en el valor que mide el fútbol para tasar sus jerarquías: la calidad técnica. Era tal su superioridad con respecto al segundo en dicho ámbito que fue proclamado Rey Sol de este deporte porque efectivamente no se limitaba a dominar, sino a hacerlo con carácter divino. Hilaba acciones imposibles con frecuencia y naturalidad insultantes y ello cambió las reglas del juego. No se podía jugar contra el Barça como se jugaba contra el resto de rivales. Y lo que empezó siendo una simple aunque potentísima ley práctica terminó virando en un mensaje que sumió a Europa entera en un complejo de pequeñez. Con el paso de los años, sin embargo, la plantilla sufrió un proceso de descapitalización de talento puro que igualó las fuerzas e incluso cedió a otros la ventaja que ellos habían concebido. Y si bien aprendió a competir en base a otras bondades, tales como el aprovechamiento de los espacios, el ritmo físico y una pegada sin igual, dejó de ser quien fue. Y dolió. Dolió que Pjanic, Verratti, Rabiot o Koke fueran los dueños de aquella suerte de magia en sus últimos cruces de la competición juez. Mas ahora, con la supervivencia de Busquets y Messi, los últimos días de Iniesta, las explosiones de ter Stegen y Umtiti y el fichaje del dulce Coutinho, oposita a volver a sentirse no ya el mejor, sino, como entonces, Dios entre los hombres.
Jürgen Klopp es el entrenador que pone patas arriba la carrera de Coutinho y le permite explotar.
Coutinho ya estuvo en España. Lo hizo cuando con 19 años recién cumplidos aterrizó en el RCD Espanyol de Mauricio Pochettino. En aquellos tiempos se distinguió como un mediapunta escorado a banda de sobresaliente control de pelota que mostraba un instinto especial para crear peligro cerca de la frontal del adversario. Defender sus acciones resultaba muy difícil porque no respondían a la aplicación de ningún libreto conocido; su repertorio nacía en la imaginación de la casi extinta y poco representada escuela brasileña: era uno de los herederos de Ronaldinho. Y como tal volvió al Inter de Milan y fichó por el Liverpool FC, clubes en los que su progresión no alcanzó la velocidad esperada. La inestabilidad del club italiano -el chico llegó justo tras la marcha de Mourinho- y la precariedad futbolística de la Premier League que le acogió paralizaron su crecimiento reduciéndolo a la que, a tenor de su experiencia en Cornellà-Prat, era su mínima expresión: un atacante disperso pero potencialmente decisivo que plasmaba su calidad en un puñado de apariciones por encuentro. Así, hasta Jürgen Klopp.
El entrenador alemán es una de las mentes que reclutó Inglaterra para adaptarse a esta Champions League para la que había quedado obsoleta. Y se erigió en el salvador de la carrera del allí anclado Coutinho. Si bien no sucedió desde un primer instante, el movimiento que explica el punto de inflexión fue el retroceso en el campo que lo bajó desde la línea de mediapuntas a ejercer como interior izquierdo en una medular compuesta por tres hombres. Con este ajuste, Klopp no le despertó características que hubiesen estado dormidas dentro de él hasta ese momento -por ejemplo, Coutinho no era y sigue sin ser un director de juego-; lo que precipitó el técnico con esta medida fue que este genio se comprometiera con el fútbol de su equipo y adquiriera conciencia de que, con sus características, podía ejercer un impacto brutal sobre el mismo de muchísimas maneras y con una cadencia extremadamente superior a la que estaba promediando. Fue como si le dijera que su carrera se le estaba escurriendo entre los dedos y que debía tomar cartas en el asunto si no quería arrepentirse cuando fuera demasiado tarde. En los, sobre todo, últimos 12 meses, Coutinho ha comprendido que, en este deporte, con su extraordinario talento, cada segundo y cada metro son una oportunidad para ayudar a sus compañeros.
Una de las virtudes que más conectan a Coutinho con la idea de Valverde es su protección del balón.
Conceptualmente, el fútbol desplegado por Coutinho en este tramo ha estado bastante condicionado por la influencia que Messi ejerce sobre los jóvenes cracks: bajaba a recibir, asumía responsabilidad, conducía hacia delante y aclaraba las jugadas a partir de su superioridad individual. Su capacidad asociativa es importante (aunque más por lo que se le intuye que por lo que ha demostrado, ya que ninguno de sus conjuntos ha destacado nunca por sus circuitos de pases), mas los activos que le han traído hasta el Barcelona han sido otros: su conducción, su desequilibrio, su disparo y la madurez para interpretar las ventajas que sus propias amenazas generan en los partidos. Se trata, por tanto, de un hombre eminentemente ofensivo, si bien agrega una condición que en su nuevo club será crucial por lo expuesto en el primer párrafo de este análisis: no pierde el balón bajo presión. Lo esconde como quiere.
De ahí que su encaje en el proyecto de Ernesto Valverde se antoje, a priori, muy sencillo y automático. El Barça del Txingurri no ha fundamentado su creatividad en una cadena de pases prominente; su circulación de balón ha tenido un sentido más controlador que creativo: en este Barça, el requisito apremiante es que se juegue siempre a lo que desea (valorando como base que no siempre desea lo mismo) y para ello hacía falta otra pieza en el centro del campo que, al contrario que Rakitic o Paulinho, supiera proteger la posesión. Busquets, pivote en estado de gracia y que siempre crece a medida que se adelanta su asiento en el campo, dará la bienvenida con entusiasmo a un nuevo punto de apoyo por delante de su posición, y en este caso es de enorme relevancia porque, con el transcurrir de la temporada, Messi ha ido bajando cada vez más y sólo Iniesta ha estado ofreciendo a Sergio eso que tanto le beneficia. Coutinho va a saber esperarle entre líneas y va a tener esa paciencia (la demuestra en la Brasil de Tite no acercándose a Neymar para expandir las posibilidades ofensivas de la selección), y en términos asociativos, esas, y no las virtudes más propias del perfil de director clásico, son las que se están ponderando ahora. Denis ha tenido grandes flashes y Coutinho no deja de ser el Denis de la élite.
En lo táctico, el encaje de Coutinho en los dos dibujos básicos de Valverde será muy fácil y automático.
Por otro lado, entrando en materia táctica, los dos esquemas de Valverde, tanto el 4-3-3 (variante de Dembélé) como el 4-1-3-2 (variante Paulinho), parecen destinados a acogerle. Mientras que el sistema de Luis Enrique otorgó al interior izquierdo perfil de segundo mediocentro y al interior derecho un rol muy enfocado al trabajo abierto en banda, Valverde ha cerrado al interior derecho para proteger a Busquets y asignado al interior izquierdo (Iniesta, Denis, Gomes) el aura de los mediapuntas -que es lo que, en esencia, simboliza Coutinho-. Los beneficios se notan hasta a la hora de defender, pues en vez de formar el doble pivote en el 4-4-2 defensivo como hacía el año pasado Iniesta -algo directamente imposible para el brasileño-, ahora su misión consiste en la ayuda a Jordi Alba en el costado, que es muchísimo más asequible para un hombre de su molde. Y de cara al ataque… pues qué apuntar. Es tan determinante que, dentro de lo factible, y principalmente si Valverde consigue compatibilizarlo con Ousmane Dembélé en el once titular sin que ello penalice la capacidad de control que de momento se ha priorizado, puede llegar a mitigar parte de lo perdido con el adiós de Neymar al Paris Saint-Germain. Y suena muy probable porque Coutinho permite justo eso: crear peligro sin asumir riesgo; hacer daño sin necesidad de posicionar demasiadas piezas por delante de la línea del balón; desequilibrar sin desequilibrarse. Mantener el chip-control de Valverde acercándose a la determinación de Luis Enrique.
En cuanto a su flanco, cabe suponer que se le hará sitio en la izquierda, lo cual es una noticia magnífica por dos motivos que enlazan con su fútbol: actuar a pie cambiado le potencia y aparecer en el lado débil, en el contrario a Messi, va a sentar de fábula a alguien tan orientado a la finalización y creación de peligro como él. En este momento, los partidos más importantes se suelen resolver a partir de tres vías: el contraataque, el balón parado y las acciones individuales desde los picos del área. Sin Neymar, se limitaron muchísimo las tres. Y si lo primero se cubrió en buena medida con el fichaje de Dembélé, que es un auténtico demonio en espacios abiertos, lo segundo y lo tercero se cubre con el ex-Liverpool. Los golpes francos directos ya vuelven a tener un lanzador diestro -y quizá incluso superior al anterior- y las acciones en el pico del área a un auténtico especialista. Coutinho, recibiendo el pase largo de Messi (espacios) o el pase atrás de Jordi Alba (orientado a gol) va a ser un arma de destrucción masiva. Su regate seco, su paleta de amagos y su descomunal chut a portería, integrados en el sistema del actual Barça, le presentan, desde ya, como candidato a centrocampista más goleador del continente. En clave Liga española, Valverde ha gozado de una superioridad numérica en sus goleadores durante toda la primera vuelta a la que le ha sacado mucho jugo: han sido Messi y Suárez contra, en teoría -que no en la práctica-, Griezmann y Cristiano. Ahora que se suman Diego Costa y Gareth Bale, los cules suben su apuesta con el plus del ultra decisivo Coutinho. En Europa, sólo el PSG esgrime una potencia de fuego similar. O esgrimiría, considerando que el mediapunta no podrá disputar esta edición de la Champions.
Coutinho no es un crack consagrado, pero en el Barça encontrará todo lo necesario para sumarse a ellos.
El texto ha podido rebosar optimismo porque ciertamente el nivel y el encaje del futbolista en su nuevo equipo son magníficos. No obstante, sí hay que señalizar que el FC Barcelona no ha firmado a uno de los jefes asentados del balompié. Coutinho, de momento, no ha demostrado lo que sí tienen su haber los mejores centrocampistas del planeta. Para empezar, se trata de un jugador cuyo palmarés se reduce a una Copa Italia. Pero la ilusión está de sobra justificada porque se le vislumbra como uno de esos hombres que, en el lugar adecuado, puede experimentar ese salto jerárquico que le siente junto a los referentes. Y para Valverde y su vestuario se antoja un regalo maravilloso porque personaliza el fin de los límites modestos. Líderes capitales como Busquets verbalizaron lo que era una evidencia: el Barça había perdido la hegemonía del talento; el Txingurri estaba administrando la plantilla más mundana de las últimas 10 que había disfrutado la entidad, y desde ahí estaba trabajando, construyendo un modelo de juego minimalista de resultados sublimes pero que incluso estando a 9 puntos del segundo y a 16 del Real Madrid dejaban un mínimo regusto agridulce. El propio primer tiempo del Clásico, que luego acabó 0-3, evidencia ese freno que el equipo aceptó auto-imponerse. Y eso, si se decide que así sea, ya puede desaparecer. Con ter Stegen, Umtiti, Busquets, Coutinho, Iniesta y Messi, el FC Barcelona recupera la iniciativa en el terreno donde más feliz ha sido y será. Y en el que más ha ganado y ganará. La idea de Valverde, el sello histórico de los azulgranas y las necesidades de este fútbol moderno hallan una respuesta, sobre el papel, ideal en el fichaje de Philippe Coutinho. Es un perfecto punto de reunión.
Foto: Catherine Ivill/Getty Images
Antonio 8 enero, 2018
Que decir! Encantado con este fichaje mi duda es puede jugar en el mismo 11 que iniesta? Quizas alternandose entre los dos el puesto de interior izquierda/extremo? Las paredes y combinaciones entre ambos se me antojan deliciosas visualmente ademas de ser un arma muy poderosa en el juego.. pero imagino que no jugaran muchos partidos juntos porque eso meteria mucho peso en esa banda y frenaria la mejor combinacion el barcelona messi-alba.. por cierto como veis a dembele? En sus ultimos minutos ayer se solto algo mas pero lo veo muy titubeante.. la lesion o la presion?
Un saludo