Mohamed Salah empezó a destacar en Europa cuando a sus 20 años recaló en ese hervidero de talento bien orientado que era el FC Basilea de comienzos de década. Su endiablada rapidez no exenta de técnica llamó la atención de José Mourinho y este lo incorporó a su Chelsea FC en el mercado de invierno de 2014. Bajo su manto, pasó un curso en la Premier League donde apenas dejó retazos de su capacidad. En cuanto a números, por ejemplo, se quedó en un discreto saldo de dos goles y una asistencia. Así, se marchó a Italia.
Mohamed Salah ha crecido mucho en las dos campañas y media que ha pasado en la Serie A. Casi a la par de sus números, que del 2+1 de Londres engordó al 6+3 de Florencia y luego al 14+8 y al 15+13 que ha cosechado en la capital. Y hay que decir que más que las características del Calcio en sí, lo que ha permitido al egipcio experimentar esta evolución ha sido el perfil asociativo y creativo de Fiorentina y Roma, que le han forzado a aprender a desenvolverse en un contexto de ataque posicional donde, ante la carencia de espacio, ha tenido que descifrar dónde se esconde y cómo se crea.
Mohamed Salah ha enriquecido su manera de ver el fútbol.
A efectos visuales, esta evolución se simboliza en el hecho de que, lo que antes era un repertorio de dos jugadas desvinculadas que alternaba según su parecer, hoy constituye, enlazadas, la base de su juego. Es decir, el Salah del Chelsea debatía consigo mismo sobre si en una acción debía esperar abajo para controlar la pelota y hacer la jugada individual o si era más conveniente salir corriendo hacia arriba para aprovechar el espacio que nacía a la espalda de la defensa. Hoy, Salah comprende que si recibe el balón en zona de creación, atrae y fija defensores, lo suelta y corre, va a atacar un espacio mucho más fácil de explotar que, además, va a estar ahí siempre porque es él quien lo origina. En esencia, es un jugador más vinculado al juego porque siempre está haciendo algo para que, después, pasen otras cosas. Como se diría en Argentina, «toca y se va».
Jürgen Klopp es un entrenador muy afín al juego que le impulsa.
A su todavía joven edad de 25 años, Mohamed Salah retorna a la liga más famosa del mundo para integrarse en un modelo que está a mitad de camino entre lo que le proponía Mourinho en el Chelsea y lo que ha vivido con Borja Valero, Pjanic y Spalletti. Jürgen Klopp combina el juego de posición concebido a partir de transiciones propio de la escuela portuguesa con un gusto por la posesión que le convierte en más protagonista del juego. No parece mal marco para el despegue mediático definitivo de este atacante tan sugerente.
Foto: Paolo Bruno/Getty Images
Pedro Lampert 26 junio, 2017
Diría que hasta hoy no ha mostrado una finura que haga posible un nuevo salto. Y aquí tengo que irme al enfrentamiento contra el primer Madrid de Zidane. Salah pudo romper la eliminatoria, pero no lo hizo. En parte por Sergio Ramos, pero también porque no tiene esa precisión que necesitan escenarios así. Pero para el Liverpool en la Premier parece un refuerzo muy bien tirado. En la línea de Sadio Mané para romper al espacio mientras Coutinho aglutina juego y Firmino baja su posición.