El SSC Nápoles es un equipo que llevaba cuatro meses sin perder un partido de fútbol porque posee una idea, bastante calidad y muchísimo espíritu. Haciendo gala de todo ello saltó al Santiago Bernabéu, y antes de alcanzar el minuto 10, y pese a que hasta entonces había sido muy superado, se encontró con ese 0-1 que en la Champions League pesa como 100 losas. Tenía motivos para el optimismo, desde luego, pero le fueron arrebatados por un Real Madrid que pareció estar muy, pero que muy por encima de las circunstancias. En la competición más imprevisible, en la más sujeta a que un detalle modifique cualquier destino, se percibió como imposible que su vigente campeón resultase derrotado.
La puesta en escena del conjunto de Sarri no presentaba disyuntiva: se sabía de antemano que trataría de construir cada jugada tocando la pelota desde atrás a ras de suelo porque su fútbol necesita de llegar hasta arriba con la posesión bajo control y así, tras la pérdida, poder presionar con muchos hombres en campo contrario, que es la situación táctica que le permite marcar la diferencia en la Serie A. El colectivo de Zidane, por su parte, sí está siempre más sujeto a la sorpresa, pues la versatilidad de sus jugadores y el crecimiento táctico de su entrenador le vuelven menos predecible. Y Zizou volvió a hacerlo. Después de desorientar a Tuchel con el trabajo específico de James sobre Weigl, a Simeone juntando a Bale y Cristiano en banda izquierda, a Luis Enrique con el estreno de Modric como pivote y a Sampaoli con la presión a cancha completa de Casemiro, Kroos y Modric, llegó el turno de un Sarri que no pudo cazar ni una recuperación en la zona que le da la vida porque, a partir de la colocación de Ronaldo y James Rodríguez como extremos abiertos y, en el inicio de cada acción, fijos, el Madrid batía el acoso napolitano con una suficiencia de vestimenta jerárquica. Zidane puso a los suyos en ventaja.
Callejón, Mertens e Insigne demostraron por qué el Nápoles es el equipo más goleador de la Serie A.
Y los jugadores del Real, en ventaja, son muy difíciles de superar, porque sólo el FC Barcelona atesora un nivel medio comparable. Aun así, el arranque denotó que el SSC Nápoles era una amenaza seria que creía en sí misma. Fue un intervalo de tiempo donde, impulsados por el deseo de presionar arriba en pos de comprometer la salida de balón partenopea como en Italia nadie intenta, el triángulo defensivo formado por Ramos, Varane y Casemiro fue hacia delante con demasiada ligereza. El pivote brasileño abandonaba con prisa innecesaria la zona donde él mejor corrige, los centrales trataban de compensar atando hombre a hombre a los puntas de Sarri y, como estos eran tres y los tres tienen la capacidad para jugar en banda, el espacio que se generaba tanto frente como entre Sergio y Raphael era excesivo. Tanto Callejón (enorme), como Mertens (constante) como Insigne (venenoso) podían penetrar por dicho hueco desvelando un defecto blanco que hacía que su plan no fuese 100% perfecto. Y ya que en lo que se viene sólo se podrán leer bondades sobre el Madrid, que conste en acta la personalidad, el criterio y la fluidez que demostró el joven mediocentro Diawara (19 años) para soportar y batir los acosos de los blancos y filtrar las transiciones. Cuando un novato juega así en este marco, hay que anotar su nombre.
La posición de Cristiano Ronaldo, y la interpretación que le dio el portugués, pusieron en ventaja al Real.
No obstante, Casemiro no es el mediocentro que perdía la perspectiva en casa del Wolfsburgo sino un pivote que oposita a ser considerado el número uno del presente, así que rectificó sobre la marcha y proporcionar mayor estabilidad al sistema de su equipo, haciendo que las salidas hiladas por Zielinski y Hamsik vieran decrecer su caudal. Y desactivado ese respiro, todo lo bueno que estaba poniendo sobre la mesa el Real Madrid pasó a ser, casi, casi, lo único que se pudo contemplar hasta el final del choque.
En lo táctico, como se anunció, la principal premisa fueron las posiciones abiertas de Cristiano y James. En especial, la del portugués. Esa localización suya permitía encontrarle con mucha facilidad para que luego él mismo -que anduvo fantástico en la toma de decisiones y con un punto de frescura que le dotó de la precisión que se le venía negando- pusiera de cara a Marcelo o Kroos, o que, producto de intentar ajustar sobre el «7», justo el lateral y el interior izquierdo gozasen de un plus de espacio para maniobrar que, en ellos, es un dispendio. El brasileño apenas supo aprovecharlo por insistencia y sugerencia, pero el alemán, en especial durante el primer periodo, repartió una clase de cómo se limpia un sistema defensivo a partir del arte del pase. Cada toque de Toni cambiaba la perspectiva del juego y hacía que su asistido pudiera avanzar libre tras el control. Kroos es una ventaja estratégica que, en el presente de la Liga de Campeones, sólo disfruta su equipo. En términos de sobriedad en la dirección, no hay nada ni parecido.
Modric fue la gota malaya para el sistema del Nápoles; sus contactos con el balón siempre desbordaban.
La situación originada por Cristiano y administrada por Kroos derivó en espacios entre líneas y el sector derecho que aprovecharon sobremanera tres hombres muy concretos. Los primeros fueron Modric y Rodríguez. Al tercero, mejor no citarlo todavía. El genio balcánico es una bomba cuya versión actual representa la evolución del proyecto de Zidane en los últimos seis meses. Este conjunto levantó la Copa de Europa en San Siro haciendo gala de una seguridad defensiva y un control sobre el juego superiores a las de sus adversarios, pero cuando se trataba de proponer, se le veía tan precavido y condicionado por lo que vendría luego (la transición ataque-defensa) que se iba para arriba como rígido y no creaba peligro en relación a su talento. En este curso, salvo en el compás donde las lesiones le frenaron, no está siendo así, y Luka, el volante con más vuelo, constituye la prueba del algodón. Sus conducciones, incursiones y pases con el exterior de marca registrada están destrozando sistemas defensivos como cuando, en 2014, dominó todas las tierras. En cuanto a James, cabe señalar lo mucho que se movió y la frecuencia con la que halló posiciones desde las que crear ocasiones claras con su privilegiada bota zurda. Ninguno de sus envíos acabó en el buzón que él deseaba, pero su fútbol dio para el optimismo porque la precisión, sí o sí, va a regresarle, y lo otro, que es lo que le abandonó, aparentó comparecer.
Karim desató su versión Champions, la que le presenta como uno de los crack más decisivos de su era.
El análisis debe cerrarse con el hombre de la noche, un imperial Karim Benzema que es lo más similar que tiene la Champions a ese postre especial que te acerca a un restaurante concreto. Es lo último que se come del menú, pero el recuerdo del sabor y el aroma que se entre-cuela lo hace presente no desde que se entra en el local, sino desde que se sale del propio coche. El francés ya contrastó en Pamplona que físicamente se ha recuperado; la fluidez de sus movimientos es la de sus mejores instantes, y con tanto margen de maniobra en el carril central por cortesía de su amigo Cristiano, hizo y deshizo entre Albiol, Koulibaly y Diawara con controles y pases precisísimos y con más intención que finura. Un auténtico escandalazo. Cuando el delantero centro del Santiago Bernabéu exhibe esta versión, es un potenciador infinito que hace muy difícil, quizá incluso imposible, que su equipo, sea el que sea, no hile una serie de acciones colectivas brillantes que le reporten beneficio. Si al Real Madrid de Zidane, al de Sergio Ramos, al de Casemiro, Kroos y Modric, al que saca desde el banquillo a Isco, James o Lucas, se le unen Cristiano y Karim al nivel anoche esgrimido, esta edición de la Champions League alberga un candidato con más opciones que los demás. Puede que no muchísimas, pero sí desde luego algunas. Y lo más bestial acerca de su potencial reside en que lleva tres meses sin contar con, hay que agarrarse, Gareth Frank Bale.
Foto: PHILIPPE LOPEZ/AFP/Getty Images
javimgol 16 febrero, 2017
Gran análisis.
El Real ayer cuajó un partido completísimo. Solo me dio alguna sensación peor Ramos (lastrado por un golpe y la amarilla) y Modric que es imposible que juegue mal pero perdió algún balón más de los necesarios. Quizás tener a esa máquina de la precisión llamada Kroos enfrente nos hace tan hiperexigentes. Benzema estuvo muy fino y Cristiano ha alcanzado un punto delicioso. Lo de Keylor es una mala noticia, pero creo honestamente que salvo en el gol (¿error táctico o técnico?) estuvo razonablemente seguro.
El Nápoles también compitió todo lo que pudo, y aún jugando muy bien fue claramente inferior. En San Paolo se va a venir arriba…pero eso solo le dará espacios a Bale. Asumir que con el 11 de gala el Madrid presenta de recursos tanto el centro y remate de Lucas+Morata con la absoluta genialidad del recuperado James e Isco Alarcón es una locura.