El FC Barcelona doblegó al RCD Espanyol recurriendo al comodín de la inspiración divina; esa que aparece para enamorar al Camp Nou entre dos y cuatro noches al año y contra la que ningún rival tiene respuesta por eficaz que esté resultando su planteamiento. El año pasado, por ejemplo, le ocurrió al RC Celta, que tras un primer tiempo donde fue superior, terminó vapuleado por el interminable highlights culé. Ayer, la víctima fue el ducho Quique Sánchez Flores.
La puesta en escena de los pericos fue buenísima. Ordenados sobre un 4-4-2, adelantaron la línea defensiva y apostaron por trabajar específicamente sobre Busquets (con Caicedo) e Iniesta (con Gerard Moreno) con la intención de taponar cualquier salida azulgrana por el sector izquierdo. De esta guisa, todo el juego recaería en un Messi a quien esperaría una escalera de tres peldaños compuesta por Aaron, Diop y Diego Reyes, que verían secundado su trabajo por una labor fantástica de David López en el otro sector administrando el pase diagonal del argentino hacia Jordi Alba o Neymar. El fútbol del Barça estaba bastante cortocircuitado.
Mascherano fue diferencial desde el primer minuto del derbi.
Sin embargo, el Espanyol careció de respuesta ofensiva. En esos primeros compases, el plan resultó evidente gracias a la inspiración de Jurado, que esperaba agazapado como volante izquierdo para recibir rápido de Aaron, Diop o Reyes y edificar el ataque. El artista gaditano alternó pausa, regate y aceleración con mucho acierto, y logró integrar a sus compañeros en varias de sus iniciativas, pero ninguno se aproximó a su cota de inspiración. Especialmente problemática pareció la actuación de Caicedo, a quien tanto Piqué como Mascherano dejaron sin peso. Lo del Jefecito, también contra la velocidad de Piatti y las conexiones de Gerard Moreno, fue tan fantástico como estructural. Se erigió como una de las ventajas claves del derbi.
Iniesta se zafó con continuidad de la vigilancia de Gerard.
En cualquier caso, y aunque el cruce de apuestas esbozase cierta comodidad para el Espanyol, los mejores juegan en el Barcelona, y cuando el plan de su oponente requiere de, por ejemplo, conceder espacios entre su defensa y su portero, siempre es una opción que alguien como Iniesta reciba, gire rápido y sirva un balón largo perfecto a la carrera de Suárez, y que este haga un control que haga olvidar lo que pasó antes y luego defina ante Diego López como si el de Lugo midiera 1,65. Jugar bien contra el Barça no es garantía de nada.
Menos aún cuando se desata una de esas olas de calidad técnica inaudita que encadenan acción mágica tras acción imposible; secuencias de fútbol que no existe, que no precisan de nada y que no se pueden defender. Tras 60 minutos en los que Leo Messi había parecido un futbolista normal y corriente, recibió tres posesiones en posiciones donde nadie suma y él eliminó a cada uno de sus rivales hasta crear tres tantos para la locura. Quique Sánchez Flores había apostado por esperar al Barça arriba; otros habría podido escoger esperarlo abajo; y otros, ir a presionar con el cuchillo entre los dientes. Pero ninguna receta es válida cuando el «10» recuerda por qué ha sido el mejor de siempre. Si ello sucede, el Camp Nou gana, y ya está.
Foto: David Ramos/Getty Images
Soprano_23 19 diciembre, 2016
Que Messi ve el fútbol en cámara lenta es un hecho. No sé cómo logra hacerlo ni me importa que esto tenga o no sentido, pero es así.
PD: el tweet de David León de Messi de ayer que tanta repercusión ha tenido, hablando sobre lo absurdo que es que se le compare con jugadores de fútbol de PlayStation porque es el único jugador del mundo al que no han conseguido recrear en los videojuegos lo leístes en esta misma web hace unos meses a un servidor, que conste ^^.