La Real Sociedad iba a recibir la visita de la entidad y del futbolista que llevan una década tiranizando la Liga española. Curiosamente, una década coincidente con el tiempo que acumulan sin llevarse los tres puntos de Anoeta. Existe mucho misticismo acerca de esa racha, si bien, valorando por separado cada uno de los encuentros, cada cual tuvo su propia historia y, en muchos de ellos, hubo condicionantes que facilitaron el éxito local. Anoche, sin embargo, el FC Barcelona volvió a la Ciudad Condal con un punto en el bolsillo y una latente gratitud hacia un hecho inexplicable: el no salir goleado.
La Real Sociedad mantuvo su estilo y sistema ante el Barça.
El espectáculo del equipo del momento halló su comienzo en la primera y más importante decisión que tomó su entrenador: la Real Sociedad no iba a matizar nada para medirse al Barcelona. Los txuri-urdin se sabían mejor conjunto (en lo colectivo) que los culés y no querían perder esa ventaja renunciando a su estilo o su sistema, a pesar de que esto conllevaría un riesgo tremendo: su estilo es de posesión y ello iba a desembocar en que Messi, Neymar y Suárez gozasen de huecos para salir al contragolpe, donde los precedentes archivados les consagraban como letales. Hasta que llegó Illarra.
Illarramendi ultra-dominó la escena tácticamente hablando.
La seguridad realista se cimentó sobre la red de seguridad que supo tejer con su circulación de balón. Con Raúl Navas, Iñigo Martínez y David Zurutuza dando espacio y líneas de pase al portentoso mediocentro Illarramendi, los locales imprimían al juego el ritmo pertinente en cada instante, sin que la tenue presión de los de Luis Enrique decantase, en ningún caso, el segundo en el que Asier ni ninguno de sus compañeros pegase el pase vertical, y desde esa tranquilidad máxima desde la que resulta más fácil escoger siempre la mejor opción, ellos lo tenían muy claro: la regla básica consistía en que todos los envíos realizados hacia desmarques de apoyo de uno de los atacantes se lanzarían hacia las bandas. Oyarzabal y Vela las habitaban de raíz, y en cuanto a Willian José y Xabi Prieto, ariete y mediapunta respectivamente, el brasileño caería sobre la izquierda y el vasco, sobre la derecha. O sea, como siempre, pero teñido de radicalismo: jamás se haría otra cosa. La mezcla que el fútbol exige para causar sorpresa y mejorar los resultados radicaría en pases a la espalda de la defensa en el carril central, y bien que funcionaron aunque no derivasen en ningún gol, pero nunca, nunca se intentó un pase en el carril del centro hacia un desmarque de apoyo. Estaban prohibidos.
la Real chutó ocho veces antes de que el Barça probase suerte.
Esta rutina asociativa provocaba que el Barça, cuando robaba, lo hiciera basculado hacia una banda, mirando hacia la misma y con el cuarteto de la Real conformado por Zurutuza, Illarramendi, Raúl Navas e Iñigo Martínez (es decir, pivotes y centrales) viendo todo de cara y devorando la ventaja táctica adquirida con una agresividad, una confianza y un buen hacer que borraron del choque a la MSN. Y con dicha empresa completada, sólo restaba una cosa: disfrutar.
Cada pieza txuri-urdin desempeñó su rol con acierto y partiendo de una constante inmutable, la superioridad técnica sobre su oponente. O sea, en los retos individuales, lo habitual era que ningún futbolista azulgrana lograse quitarle la pelota a uno de la Real. Desde ese punto, Carlos Martínez y el magnífico Yuri fueron puñales por sus bandas, Willian José y Prieto (dandy) asentaban los ataques por izquierda y derecha con una delicadeza exquisita, Zurutuza se erigía en el beneficiario principal de estos y Oyarzabal era la profundidad sin balón que cualquier sistema necesita. Después, el liderazgo y la magia.
Iñigo Martínez y Carlos Vela fueron individuales destacadísimas.
El liderazgo lo puso Iñigo Martínez, que cuajó una actuación digna de Piqué. No se conformó con transmitir una tranquilidad abusiva, controlar su zona, evitar cualquier tipo de remate y, en definitiva, ser un central perfecto, sino que leyó el partido en tiempo real y cancha completa y apareció por cualquier zona del campo donde pudiera crear una ventaja sin comprometer la estabilidad de su equipo. La Real actual es pura pasión y deseo de victoria, pero nadie persiguió los tres puntos como el maravilloso central zurdo de Anoeta.
Y en cuanto a la magia, desde México a la China se sabe y pondera que, en lo referente al norte de España, esta pertenece a Carlos Vela. El genio de la Real Sociedad recibió el cuero con constancia y alternó trucos, argucias, conjuros y fútbol, fútbol a raudales, para desconcertar a una defensa que nunca fue defensa, pues arribados a este punto, debe reconocerse que el Barcelona puso bastante de su parte para que la Real pudiera desplegar el sublime juego que se presenció. Sin Iniesta, se trata de un sistema descabezado donde la única esperanza reside en que Messi esgrima, día tras día, el porqué de su Leyenda. Es mucho. Pero no suficiente contra los txuri-urdin.
Foto: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images
Vincent 28 noviembre, 2016
El mediocampo culer, concepto que siempre estuvo presente en cualquier FCB campeón, murió en junio de 2015. Su involución se representa en el hecho de que Rakitic sea un jugador fundamental en el mismo. Nunca ví, en mi vida, un FCB con un mediocampo tan inconsistente, inexistente. Para que quieres una delantera histórica si no tienes nadie que le de un balón en condiciones.