“Conocí a una señora de unos 40 años, soltera, que iba de una aldea a otra cantando, con voz muy fina, mitos que ella interpretaba sobre la marcha de un modo muy personal. Tuve la sensación de estar asistiendo al principio de la literatura. Era como un teatro primitivo”, J.M.G. Le Clézio.
Cuando el rumano Mircea Eliade se proponía definir «el mito» para la introducción de uno de sus trabajos de una forma que resultase aceptable para los eruditos y asequible al común del aficionado -que era el que hacía rentable la publicación de dicha obra-, sorteaba el trámite recurriendo a dos coartadas. Calificaba su definición de «personal» (opinión) y de imperfecta. Arreglado el trámite la descripción es la que sigue: «el mito (…) relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos. Dicho de otro modo: el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los seres sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el relato de una «creación»: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser».
Si consideramos el fútbol como un corpus mitológico, podemos observar un par de características llamativas. Primero, que su principio (1925) [1] es bastante reciente, por lo que en teoría disponemos de abundante información de primera mano; y segundo, que posee una característica que podríamos definir de «ciclado rápido». El tiempo de origen de todos los mitos es el illo tempore o Edad de Oro, básicamente el momento sagrado de la creación o de una creación sagrada. La particularidad del fútbol es que estas edades se va desplazando en ciclos míticos de intervalo bastante corto.
Siempre ha habido dos maneras de jugar: jugar bien o jugar mal.
En «Fútbol Todotiempo», libro respuesta de Carlos Peucelle al «Fútbol Total» (totaalvoetbal) del campeonato de 1974, se refiere a un par de conceptos que él considera que presentan un funcionamiento análogo: el llamado «fútbol moderno» y las «épocas de oro». SegúnEn fútbol parece que las épocas de oro se van sucediendo siempre sus escritos, los libros de táctica y estrategia del fútbol a los que él tenía acceso distinguían entre «fútbol moderno» y «antiguo», sin embargo él disponía de manuales de 1929, 1935, 1940, 1945, 1955, 1960 y todos se adjudicaban dicho título repudiando al anterior ostentador. Así que Carlos solucionó la paradoja diciendo que la única división posible era «fútbol bien jugado» o «mal jugado»; con buenos jugadores o malos jugadores. Curiosamente, durante la entrevista concedida por Antoni Ramallets (QDEP) a Ecos del Balón, el «antiguo» portero enunció exactamente el mismo concepto «siempre ha habido dos maneras de jugar: jugar bien o jugar mal» a la par que se «disgustaba»cuando se ponía en duda el fútbol que ellos jugaron («todo el mundo sabe y los que menos sabemos somos los que hemos jugado»). Sobre las «épocas de oro», termino que consideraremos sinónimo del de la Edad de Oro, Peucelle teorizaba que se ubica en la juventud personal de cada uno. Para él fue la del Alumni (1908) y cuando escribió «Fútbol Todotiempo» se situaba -a nivel de opinión pública- en la década de los ’40, así que conjeturaba que en 20 años iban a decir que era la de los ’60.
Pese a que el propio Carlos Peucelle era parte de la mitología rioplatense, siguiendo la definición de Eliade en calidad de uno de los «seres semidivinos (…) que han creado el mundo» o que se comportan «de una manera ejemplar» (Mitos, sueños y misterios), en vida solía ser bastante desacralizador con todo esto. A él le tocaba una parte -mayor o menor según la fuente de consulta- en la fundación del mito de «la escuela de River». Sorprendentemente, él no solo rechazaba haber dado «clases en ninguna escuela de fútbol» si no que negaba también que hubiese existido jamás tal cosa como una «escuela millonaria».
La escuela de River Plate nunca existió.
La escuela de River es el nombre atribuido al modelo educativo que engendró a la mítica Máquina de River (1941-46), y como definición presenta similitudes -aunque no sea estrictamente lo mismo- con «la nuestra», el estilo criollo o el «alma del potrero». Todos ellos eslóganes periodísticos y por tanto destinados a vender periódicos. El concepto de la «escuela» está tan ampliamente extendido que hace poco lo utilizaba Ángel Cappa refiriéndose a su pasada etapa en el club.
Generalmente cuando se emplea dicho apelativo se busca la resonancia con «el estilo de fútbol que salió con «La Máquina» y que no pudo transmitirse a ninguna otra generación», segúnPedernera era la clave de la mítica Máquina comentaba Carlos Peucelle en aquel testamento literario titulado «Fútbol Todotiempo e Historia de La Máquina». De hecho tanto Peucelle como Dante Panzeri insistían en que en cuanto se fue Pedernera a Atlanta se acabó el fútbol Máquina, puesto que su ausencia en River «no admitía reemplazo (…) dentro de ese funcionamiento» y en Atlanta, «rodeado de constructores de juego afines a él», tampoco pudo reproducirlo Pedernera. Lo que para Peucelle era la prueba inequívoca de que de escuela de fútbol no se puede hablar. «Hay jugadores o no hay jugadores», sentenciaba, «hay una corriente de jugadores o un cortocircuito de jugadores».
La otra evidencia fehaciente que Carlos solía indicar es que la supuesta escuela de River, aun habiendo tenido superabundancia en varias demarcaciones, también tuvo que comprar algunos elementos cuando estos no aparecieron de manera natural en el semillero. Hablamos de los Eduardo Rodríguez (zaguero izquierdo), Giúdice (centrohalf), Soriano (portero), Eusebio Videla (centrohalf) o, más tarde, el propio Walter Gómez cuando se perdió a Di Stefano. Pese a todos estos esfuerzos por parte de Peucelle y Panzeri por depurar el concepto, el mito de la escuela de River ha prevalecido. Uno de los principales beneficiarios del uso de esta nomenclatura escolástica fue el técnico Renato Cesarini, que aparece frecuentemente referenciado como «creador» o fundador de «la escuela». Aunque existen discrepancias sobre su papel y peso tanto en la evolución de las divisiones inferiores como en la ejecución de los equipos campeones.
El desmedido lucro que se hace de lo extrafutbolístico es el fermento de la comedia del fútbol.
El Bambino Veira, futbolista, entrenador y ocasional humorista, señalaba a Renato Cesarini como la persona del fútbol que más le cautivó en una charla: «Estábamos de gira por México, y el Tano vino un día a charlar con los más jóvenes. Me quedé congelado de lo que sabía de fútbol, nos anticipó lo que se venía en lo táctico y en la preparación física. Un sabio. Otro que me cautivó fue el Toto Lorenzo, un adelantado». Ambos técnicos habían sido particularmente denostados por Dante Panzeri y acusados de falsarios. Del primero calificó su estilo discursivo de «vapores de seducción» y «verborragia», a la vez que le culpaba de apropiarse de méritos ajenos por medio de la hábil manipulación de los que no habían vivido aquella época, y del segundo echaba pestes por detalles como entregar papelitos a los jugadores de la selección con instrucciones escritas sobre cómo debían jugar. A Panzeri este tipo de prácticas -los papelitos o el uso de un balón de rugby-, le parecían pura superchería y las explicaba desde un enfoque publicitario orientado a hacer negocio.
Se da la curiosidad de que el Bambino Veira reconoce haber sido de escuelas opuestas como entrenador y como futbolista, sin que esto aparentemente le suponga ningún conflicto interno. ¿Fue por un proceso madurativo o es que, como decía Panzeri, entró en el negocio del fútbol? Contextualicemos que sus excesos y travesuras cuando era jugador habían sido tan ostentosos que, al dar inicio a su carrera como técnico, se sintió forzado a intentar quitarse el estigma diciendo en una entrevista con Ardizzone que “le tengo que pegar dos tiros al Bambino, tiene que aparecer otro”. No obstante cuando le preguntó El Gráfico que por que no había ido nunca a un Mundial, aludió a la calidad de los compañeros que le disputaban el puesto, los Onega, Willington o Rojas, y no a una supuesta falta de profesionalidad o al trasnochar. Así que cada cual extraiga de aquí sus propias conclusiones.
[1] Desde mis primeros artículos asumo como fecha de inicio del «fútbol» el 13 de junio de 1925, momento en el que se produce el cambio en la ley del offside. Ha habido otras modificaciones posteriores, pero considero que nunca tan profundas como aquella, por lo que desde esta fecha hasta el actual 2014 considero que se está disputando el mismo juego. Opinión personal e imperfecta.
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Artículos publicados:
1- ¿No te da vergüenza?
2- Felix Roldán y otros héroes anónimos
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Próximos artículos:
4- El Ángel de la Bombonera (07-11-2014)
5- Notas para la confección de un semillero estilo Máquina (14-11-2014)
Gastón 31 octubre, 2014
Supongo que el último artículo de la serie hablará de él, pero me vas a tener que perdonar la intromisión, David.
Rojas es Rojitas, Ángel Clemente Rojas, el número 2 de la historia de Boca.
Les dejo un video que hice de él, pónganse cómodos y disfruten del que para muchos es el talento más extraordinario que jamás haya pisado la Bombonera: https://www.youtube.com/watch?v=pH32ZhmXSns
¿Reconocen la música? 😀
PD: Si alguien puede insertar el video por mí, se lo agradecería.