Era un sábado con aroma a libros de historia. Se enfrentaban entre sí Athletic de Bilbao, Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid; ni más ni menos que 70 ligas victoriosas de las 81 disputadas hasta la fecha. Y no quedaba ahí la cosa: el Barcelona saltaba –por última vez– a La Catedral con la ilusión de celebrar su 22ª Liga. Para ello debía vencer y esperar acontecimientos. No venció, entre otras cosas porque el todo no saltó al campo hasta entrada la segunda mitad. Sin triunfo y posible alirón culé, el derbi madrileño pasaba a ser esa eterna película morbosa que parece no tener fin. La resolución fue la acostumbrada; el juego, no tanto. Se entiende por parte del Real Madrid, en otros menesteres ahora mismo. Del Atlético de Simeone sí que esperábamos más. El Cholo consiguió que su equipo compitiese en el Bernabéu, que solo cayese por aspectos deportivos. No hubo extras. Ayer también faltó calidad (cuestión irresoluble a estas alturas) pero la derrota no dejó de ser herencia directa de todas las sufridas en el pasado. En ese escenario solo puede resistir un autista del balón, un mago inmune a cualquier sentimiento. Cosas del fútbol… el Atleti lo tenía.
Dos nombres marcaron los clásicos del sábado: Messi y Adrián
Para el Atlético, la previa era infernal. Que los del Manzanares no saben cómo afrontar el derbi a nivel mental es un hecho. Ni siquiera la potentísima figura de Simeone ha terminado siendo suficiente. El Real Madrid acudía con suplentes y postura pasota a un choque que aprendió a ganar de cualquier forma, con cualquier nombre. El “ahora o nunca” que sugería el once blanco cargaba de presión a unos jugadores que tampoco necesitan demasiado para sentirse presionados sobre el césped. Resulta evidente que el centro del campo colchonero va justito de técnica. Del Diego Ribas-Arda de Bucarest al Koke-Raúl García hay palpable descenso. El 1-2 de Di María metía al Atlético en ese bucle de tensión ingobernable del que solo un fenómeno se sobrepone. Fue ahí cuando el Cholo tiró de Adrián. El asturiano entraba por Raúl García, un centrocampista. Sin duda, un hecho sintomático. Simeone mandaba a paseo el equilibrio defensivo, las coberturas y la presión en banda. Lo único que quería es que el chaval la tocase cuanto antes, donde fuese, a ver si salía algo. Y salió, porque es un jugadorazo, un futbolista diferente, distinto como ningún otro jugador del Atlético de Madrid. El único capaz de enfrentarse a su vecino madridista sin sentir absolutamente nada.
El caso Adrián ha de ser algo desesperante para Simeone
En San Mamés, Leo Messi no era titular. La debacle de Múnich hizo temer al barcelonismo por su salud, así que sin demanda real de puntos, Messi descansó. Como casi siempre que no está el argentino, el Barcelona exhibió intenciones muy dinámicas en su frente del ataque. Cesc de falso 9, liberando mucho espacio para la movilidad de Alexis. El chileno y Thiago fueron lo mejor de la actuación barcelonista. El número «11» azulgrana castigaba el marcaje personal típico de Bielsa con sus desbordes habituales. Alexis, por su parte, tiraba diagonales muy pronunciadas de izquierda a derecha, algo fastidioso para el seguimiento individual que realizan los laterales vascos. ¿Buen Barça? No, discretito aunque sí superiores al Athletic.
Claro que esto carece de importancia actualmente. Los locales se marcharon 1-0 al descanso y la ventaja no fue mayor porque Aduriz falló lo que no suele. Por más que nos esforcemos en no ser injustos, hoy casi no tenemos Barça si Messi no está en el césped. Es incomprensible que Leo salte al verde en el minuto 60 y en el 61 los de Vilanova pasen a arrasar al Athletic. No exageramos: 9 minutos bastaron para transformar el 1-0 en un 1-2, que no fue más allá de casualidad. Messi es sobrehumano pero el fútbol es un juego de once y la dependencia del «Diez» ya no es bendita. El Barcelona debe reflexionar y entender que un partidazo de Alexis o Pedro puede ser inocuo en el marcador. Messi ya no puede ser el único.
Mark 28 abril, 2013
Ojo como el Barça no gane al Betis.