España descubrió en la década pasada que su esencia como escuela de fútbol descansaba en el centrocampista pasador, una figura que se volvió trascendental en la narrativa de los grandes títulos, y su consecución, que rodearon aquella época tan gloriosa para quienes decidieron apostar por el talento específico adherido a esa zona del campo y a esa manera de entender el juego. Se crearon prototipos que inspiraron al talento del futuro, plantando una pica a modo de referencia en el punto donde se inician los partidos cuando pita el árbitro. En el centro del campo estaba el centro del juego y de ahí nació una identidad común a la que acudir para generar proyectos sólidos y reconocibles.
Ocurre que el espejo que lo inició todo fue de nivel histórico, impidiendo con ello que otros tantos no pudieran probarse con la selección, pero que, a su vez, cuando la derrota llegó, entraran otros matices y otros entrenadores, como es el caso de Luis Enrique Martínez, quien al frente del combinado nacional busca diferentes maneras de llegar al gol y de entender el juego aunque parta de premisas semejantes. Fruto del tiempo que pasó a la sombra de tanta leyenda y encajando con el modus que impera hoy, Dani Parejo parece más capacitado que nunca para dejar su sello en el juego de la selección.
Parejo es capaz de organizar a los suyos abajo para soltarlos después muy arriba
Aunque las líneas maestras y generales de los sistemas de Marcelino García Toral no se tocan con los de Luis Enrique, Parejo podría servir para explicar donde encuentran puntos en común. Tanto él como Saúl, Asensio, Rodrigo, Alba, Canales, Ceballos o Aspas son vistos por Luis Enrique de un modo más agresivo y vertical que, tras un método desgastado que se horizontalizaba y extremaba sus virtudes hasta convertirlas en confundidos defectos, sirven como respuesta interesante para aprovechar el talento en plenitud del que se dispone en estos momentos. El gran cerebro del juego valencianista representa el orden en campo propio y el chasquido en campo contrario.
Es desde los dos pases de Dani Parejo donde se halla el perfil ansiado por el seleccionador asturiano. Al borde de los 30 años, Parejo ha convivido con Ernesto Valverde y con Marcelino García Toral, los dos técnicos que el de Coslada nombra como ejemplos a la hora de resumir su carrera como centrocampista que conoce todos los ritmos de la jugada; los que le han hecho ser el pasador que permite a sus equipos jugar con dos medios en lugar de tres y aglutinar el pase horizontal tras perfilarse en la primera mitad, para sacar a su equipo sin perderla y después asumir un riesgo que ya no es tan alto, en campo rival, para batir líneas y acelerar la jugada para que sus compañeros ataquen sin estar tan rodeados.
Los dos pases de Parejo casan muy bien con Luis Enrique
Todo lo que hace la España de Luis Enrique una vez supera la divisoria es activar un cronómetro en el que se precipita el ritmo en pos de agitar al rival. La posesión se mastica menos, los hombres de banda y de mediocampo rompen más hacia portería, cambian de ritmo o arman el disparo con mayor vehemencia. Parejo, que puede ejercer de mediocentro puro en salida de balón, es el primero que puede comprender sin adaptación previa, que arriba el pase vertical para Rodrigo, su mejor socio, el diagonal hacia Canales o Ceballos y el más profundo hacia Jordi Alba, Sergi Roberto o Jesús Navas son tan comunes como le son a él.
Santiago Estrade 20 marzo, 2019
A pesar de que uno pueda o no estar de acuerdo con sus descartes, una cosa hay que darle a Luis Enrique. Sabe como hacer tabla rasa. En el Barça ya vimos como se atrevía hasta a sacrificar a la vaca sagrada del juego de posición. Y con la selección ha sido inteligente. Antes de que le pase lo que a Solari, se ha quitado a los nombres que pensaba podían hacer de "lobby" dentro del vestuario y arrastrar a los demás a lo ya conocido. En muchos casos, jugadores desgastados por ños triunfos pasados con sus clubes o la propia selección, que en sus clubes han atravesado ya un ciclo o que pasan por crisis identitaria en ellos. No quiere rémoras mentales.