El Sevilla recorrerá cerca de 4.000 kilómetros la próxima semana, desde la capital andaluza hasta Vilna –al sureste de Lituania-, tras viajar hasta Tánger con motivo de la Supercopa, para defender su corta ventaja (1-0) ante el Zalgiris en la UEFA Europa League. El cuadro de Machín, que reservó hasta cuatro (teóricos) titulares de cara al encuentro ante el FC Barcelona, demostró que el proceso, como ocurre en todo proyecto neonato, va a requerir tiempo. Muchas horas de rodaje, de ensayos y también, como pudo ser el caso, de unas cuantas tomas falsas para que la puesta en escena termine siendo todo lo fluida, natural y directa que ansía su técnico. Anoche, ante un equipo claramente inferior como el de Urbonas, los de Nervión sufrieron algo más de la cuenta. Hasta ocho remates, cuatro de ellos a puerta; y dos de esos cuatro sirvieron para revelar una de las pocas certezas del duelo para el Sevilla: Vaclik es bueno.
El entendimiento entre Banega y Amadou fue perdiendo cuerda
Sin Navas, Franco Vázquez, Roque Mesa ni Mercado, todos ellos por decisión técnica, ni Pareja (lesión) ni N’Zonzi (se acaba de incorporar), el irrenunciable 3-4-2-1 del soriano quedó formado, de mediocampo hacia delante, por Banega y Amadou en el medio (doble pivote), Vidal (derecha) y Arana (izquierda) por fuera, con Nolito y Pejiño por detrás de Ben Yedder. Un once titular que si bien es cierto que poco, o nada (más allá del propio esquema), guardará de parecido con el que se espera ante el Barça, podría resumirse, a modo de síntesis, que generó ciertas dudas a lo largo de los noventa minutos. Nada, en un principio, que no pueda solucionarse con dos de las claves de todo proceso, tiempo y trabajo, pero que, por lo pronto, sirvió para dilucidar diversos detalles para con la estrategia. El Sevilla, sabedor de su potencial y su superioridad –tanto táctica como técnica-, salió al ruedo a dominar a partir del esférico. A hacerlo, eso sí, como reza el plan de Machín: siendo vertical, sin entretenerse mucho, corriendo, apretando tras pérdida y llegando (desde fuera); una y otra vez, pero no siempre en ese preciso orden.
La cadena no respetó todos sus eslabones. Ni por orden ni aparición. Y, de hecho, uno de los grandes debes sevillistas en el partido fue el trabajo sin balón, a diferencia de la primera noche ante el Ujpest. Dentro del dominio que quiso inculcar el Sevilla, la idea, con todo el bloque en campo contrario, le llevó a acercarse al área con hasta seis o siete futbolistas de una forma muy continua. La diferencia, en este sentido, radicó en las posiciones de Banega y Amadou. Porque a medida que el Sevilla se fue volcando con el paso de los minutos en busca del 1-0, el método fue perdiendo algo de empaque a partir, sobre todo, de su doble pivote y el sector izquierdo. De inicio, el reparto entre ambos centrocampistas fue muy correcto: si Banega, por norma general, era quien recibía en mitad de campo –y sin presión ninguna por parte del Zalgiris-, Amadou era el encargado de sumarse en la frontal, en un ejercicio de contrapesos que fue perdiendo cierto dinamismo a medida que el colectivo, incapaz de superar a Bartkus, fue olvidándose de la forma.
Esa inconexa colocación, motivada por el empate y los 34 minutos que se hizo esperar Banega para clavar el primer y único tanto de toda la noche, fue una de las causas por las que el Zalgiris, replegado en muy pocos metros cerca de su propia área, se acercó en varias ocasiones hasta la portería de Vaclik. La otra, en relación con la anterior, tuvo que ver con la espalda de Arana, por el lado izquierdo del esquema sevillista. Con el brasileño muy arriba, ensanchando y dotando de profundidad al sistema de Machín, el cuadro lituano supo aprovechar la tesitura para lanzar a su mejor hombre al espacio (Antal), a partir de Manzorro, por detrás de Amadou y Banega. Un agujero, por decirlo de algún modo, que el Sevilla tardó en reparar hasta la vuelta de vestuarios. Y que, por acabar, terminó por señalar a un nombre propio por encima del resto: Joris Gnagnon. El francés, que jugó por el lado izquierdo de la defensa de tres centrales, no supo leer el cuándo ni cómo, en un claro síntoma de que a su tiempo, como el refrán, maduran las uvas.
Muriel, que entró en la 2ªP, jugó en la línea de mediapuntas
Pero el partido y su uno a cero también dejaron cosas positivas para el Sevilla. El colectivo, como ante el conjunto húngaro, volvió a echar mano de sus cambios de orientación –de un lado a otro- para mantener activos a sus dos carrileros: Arana y Vidal. Mientras que el primero, decíamos, se volvió a mostrar muy enchufado a la hora de actuar hasta línea de fondo, bien para centrar como para entrar por el vértice del área, una de las mejores noticias que rascó Machín de este tercer encuentro europeo es el regreso de Aleix Vidal. El de Tarragona, mucho más calculador en sus movimientos, supo interpretar bien el tiempo y el espacio para, además de estirar hacia fuera, conectar por dentro con los toques de Pejiño. Conectar, como también conectó Banega varias veces con Ben Yedder –que se movió mucho fuera del área para recibir de espaldas-. Y como le faltó a Muriel, en cambio, que no tuvo socio ni demasiado tino –ni en sus pases ni a puerta- en esta nueva demarcación que le ha reservado Machín. Quizá por eso insiste tanto en un nuevo atacante.
AdrianBlanco_ 10 agosto, 2018
Ya lo avisó Machín hace unos días, y ayer lo vimos por primera vez en partido oficial: Muriel no jugó como punta, sino por detrás de Ben Yedder, como mediapunta, al lado izquierdo de Sarabia. Y si bien es cierto que desde ahí tiene mayor margen para caer hacia el costado y arrancar desde la banda, anoche demostró que le falta cierta finura para recibir (y girarse) entre líneas. Habrá que ver, porque el colombiano me parece que tiene potencial para el Sevilla. Pero aún no lo hemos visto en su mejor nivel. Ojalá sea esta temporada, porque va a hacer falta.