Parece evidente que en el Real Madrid ha habido un punto de inflexión. Su fútbol no resulta mucho más fluido y, desde luego, tampoco más consistente, pero en las últimas fechas está sumando buenas noticias que están dando otro brío a sus esfuerzos. En enorme medida, esa inercia positiva se debe a la reactivación parcial de Cristiano Ronaldo, que ha recuperado la chispa dentro de sus posibilidades actuales, ha devuelto a los blancos una capacidad goleadora superior a la media y está haciendo que no les cuesta tantísimo trabajo hacer cualquier cosa. Pero hay más. Por ejemplo, que Zidane, tras un curso muy espeso, está encadenando diferentes decisiones técnicas y tácticas que están ayudando a sus jugadores.
El partido de Joaquín fue una obra de arte para el recuerdo.
Anoche, frente al dotado Real Betis de Quique Setién, optó por el 4-2-4 que tanto rédito le dio ante otros rivales propositivos como la Real Sociedad o el Sevilla FC. Con la (sustancial) salvedad de que el doble pivote, en vez de estar compuesto por Kroos y Modric, se encontraba habitado por Casemiro y Kovacic. Y más allá de que con dicha sala de máquinas resulte difícil controlar el juego debido a la falta de finura y, sobre todo, claridad en el pase, la complicación se sobrevino porque, en defensa, el 4-4-2 que se forma retrasando a sus extremos, Lucas Vázquez y Marco Asensio, iba a naufragar ante Guardado, Fabián Ruíz, Boudebouz y un Joaquín monumental.
El 4-4-2 que Zidane plantea sin balón es un sistema preparado, a menudo, para ser la antesala de un contragolpe. La idea es achicar espacios estrechando las distancias entre líneas para dificultar la circulación del rival, forzar errores en sus pases y lanzar transiciones relámpago. Pero eso contra este Betis no funciona. Los de Setién poseen un nivel asociativo altísimo y hacen gala de un reparto de espacios en ataque que crea líneas de pase por doquier a la espalda de las presiones. De esta guisa, con el poseedor del balón libre, los cuatro centrocampistas verdiblancos lograban conectar con quien estuviera esperando en la espalda de Casemiro y Kovacic y dominar el partido desde ahí. La exhibición de Fabián y Joaquín fue de órdago.
La presión hombre a hombre de los de Zidane cambió todo.
Pero todo dio la vuelta al descanso. Visualmente, pudo parecer que se trató de una cuestión de actitud, mas la revolución residió en un aspecto 100% táctico: el 4-4-2 que pretendía saturar los espacios se disolvió en beneficio de una presión hombre a hombre desde el primer escalón del sistema bético que hizo muchísimo daño a los de Setién. El Betis va sobrado de calidad táctica (su orden es muy bueno de cara a progresar con el balón controlado) y de precisión en el pase, pero el primer control es algo en lo que sufre mucho en la fase inicial de sus jugadas. Desde el instante en el que el Madrid decidió exigirle en eso en lo que es débil en lugar de en lo otro, donde destaca como pocos conjuntos en La Liga, el choque pasó a disputarse en la mitad que desembocaba en Adán y en su portería, y Marco Asensio y Cristiano Ronaldo pudieron exhibir que cruzan por un momento prometedor de cara a los retos que se les acercan.
Foto: CRISTINA QUICLER/AFP/Getty Images
losjuegosdeese 19 febrero, 2018
Bastante de acuerdo con el análisis. Aunque me pareció clave también el hecho de que a Joaquín el depósito le dio para 45 minutos, no más.
Y, de nuevo, goles blancos con pase atrás desde línea de fondo.