Aunque el paso al sistema de tres centrales resultara devastador para la Premier League, la primera intención de Antonio Conte en Stamford Bridge fue un tanto diferente. Echando la vista atrás hay que recordar cómo los blues comenzaron la temporada dibujando un 4-2-3-1 en el que el decisivo reparto de roles, sobre todo de los centrocampistas, era muy diferente al que luego se impondría a lo largo del curso. Más allá del importante hecho de que Hazard y Willian fueran extremos en vez de mediapuntas, estaba la forma en la que se escalonaban los tres futbolistas que ocupaban el carril interior. En el primero estaba un N’Golo Kanté desbordado por las circunstancias del mediocentro, en el segundo un Nemanja Matic que tenía recorrido pero pocas intenciones y en el tercero, el de la mediapunta, un Oscar que ni creaba, ni desbordaba ni finalizaba.
Esto, por supuesto, influía en el resto de piezas. Los centrales estaban muy expuestos, los laterales pesaban poco, la estrella del equipo tenía que bajar en exceso, el delantero estaba muy aislado… Pero todo parecía partir de una sala de máquinas a la que se la estaba exigiendo más de lo que podía ofrecer. De ahí que Conte tardara apenas siete partidos de liga en redibujar por completo el escenario, cambiando especialmente lo que sucedía en el corazón del equipo. De ser claves en salida, creación e incluso aceleración, pues Matic terminaba pisando frontal junto a Oscar de manera un tanto extraña, los tres jugadores del centro del campo pasaron a tener una importancia secundaria. Con David Luiz encargándose siempre de los primeros pases, los carrileros ensanchando mucho el campo y Pedro, Eden Hazard y Diego Costa atacando la zona más débil de la Premier, el doble pivote apenas estaba encargado de reforzar el equilibrio táctica y de recuperar el cuero cuando el rival se equivocase a partir de la figura de Kanté, a la postre PFA del año.
El acompañante de Kante es la pieza menos importante.
Pero especialmente peculiar fue lo que pasó con Matic. Al serbio se le había ofrecido un contexto muy interesante para que rompiera a jugar y fuera decisivo, pero ni pareció tener el nivel ni tampoco ser el perfil de centrocampista que pudiera responder a la oferta de Conte.
Es por todo esto por lo que la llegada de Tiémoué Bakayoko al Chelsea de Conte tiene dos lecturas contrapuestas. Por un lado, el centrocampista francés parece encajar bastante mejor con lo que intentó siendo el conjunto londinense al principio de curso que con lo que finalmente le dio el título. Por el otro, el entrenador italiano lleva demostrando durante el último lustro cómo a partir de la pizarra puede crear contextos muy favorables para futbolistas con ciertas lagunas tácticas que en otros escenarios serían insalvables.
Y esto es clave, porque Bakayoko no es lo que parece. Ni es un centrocampista de orden, ni es un notable pasador ni tampoco un jugador que aporte equilibrio a los suyos. Es más, como se ha demostrado durante toda la Champions League, pues en la Ligue 1 el escenario siempre lo imponía Jardim, cuando el Mónaco se ha visto empujado contra su campo se ha comprobado cómo Bakayoko pierde valor estratégico por cada metro que pierde su equipo. Al francés le cuesta situarse, le cuesta leer situaciones y le cuesta reaccionar. Los ritmos bajos, que son precisamente los que definen a su nuevo entrenador, se le suelen atragantar precisamente por esto. Cuando los partidos se convierten en una cuestión de reacción y no de acción, es decir, de actuar tras pensar y no al revés, a Bakayoko se le ven unas costuras propias de la edad -y de la ausencia de ciertas cualidades que aún no ha demostrado tener-.
A Bakayoko le va a sentar muy bien ser dirigido por Conte.
Tiémoué Bakayoko, a día de hoy, es otro futbolista. Viviendo en campo contrario, manejándose en contextos de ritmo más altos y más transiciones, el nuevo jugador del Chelsea puede imponer su gran condición física y su calidad técnica. Porque aunque como decíamos antes no es un buen pasador, pues casi siempre obliga a sus compañeros a dar un par de toques extras al balón, Bakayoko sí tiene cualidades con la pelota. Controla y protege bien el balón, puede conducir tras recuperar e incluso regatear valiéndose de su cuerpo. No es Yaya Touré porque le falta finura, talento y agilidad, pero su fútbol responde de una forma bastante parecida.
A día de hoy, en realidad, son más las cosas que puede terminar haciendo bien que las que ya realiza correctamente. A pesar de haber disputado ya todas unas semifinales de la Champions, de haber disputado más de 100 partidos como profesional y de haber representado una inversión importante en este mercado, lo cierto es que el joven centrocampista aún está por hacer. Por moldear. De ahí que lo que puede ser Antonio Conte para Tiémoué Bakayoko parezca, a día de hoy, más importante que lo que el francés puede terminar representando para el italiano. Ahora falta saber de qué forma concreta se intenta concretar esta relación: si potenciando lo que es Bakayoko o sí trabajando en lo que todavía no es para que lo sea… O para que al menos lo parezca mientras juegue para él.
Foto: FRANCK FIFE/AFP/Getty Images
Desde la Romareda 24 julio, 2017
Si Conte consigue convertirlo en un jugador con más criterio con balón y que sabe jugar a un ritmo más lento, tendrá éxito. Pero si no lo consigue podría ser muy útil cuando los partidos se abran y aparezcan espacios, que en Premier League no serán pocas.