Debutó en Primera División la pasada temporada, pero no ha sido hasta esta que su nombre ha empezado a pronunciarse con voz más grave y tono solemne. Como quien pretende fijar una sentencia, ennoblecerla, para poder volver a ella más adelante y reconocerla como propia con satisfacción. El inicio de temporada de Marcos Llorente da para ilusionarse, para proyectar realidades y deseos sobre un futuro, pese a todo, todavía por definir. Pero mientras tanto su presente nos reclama, en un diálogo entre el futbolista y su equipo, como la puerta por la que acceder a ambos. Y es que pese a su inexperiencia en la primera línea, en poco tiempo Llorente se ha erigido en una de las piezas que más y mejor definen al conjunto de Mauricio Pellegrino. A su propuesta, su camino y las posibilidades de que dispone este nuevo inquilino de la máxima categoría. Uno que ha iniciado el curso demostrando tener las cosas muy claras.
En lo que llevamos de temporada, las dos fases del juego más constantes en el Deportivo Alavés, en tanto que equipo de repliegue bajo y salida veloz, son la defensa posicional y la transición ofensiva, y, por lo tanto, es en ellas donde más peso adquiere la figura de Marcos Llorente como elemento troncal del plan. La que más llama la atención, en su caso, es la primera, la vinculada a la contención, por ser el madrileño un futbolista de pie fino, cuerpo delicado y poco aspecto de guerrero, del que cabría imaginar dificultades para convivir con largas fases sin balón. No es el caso. Llorente, igual en defensa que en ataque, quiere el esférico, pero no lo ansía. No lo necesita como quien busca en él un refugio, sino que lo monitoriza sabiendo que, tarde o temprano, le llegará. Es en el cómo y en el dónde que se enfoca.
Esta particularidad probablemente sea uno de los rasgos más característicos de su juego cuando el Alavés defiende abajo. La paciencia, la selección a la hora de encimar y meter el pie. Tan destacada es la cifra de balones que recupera como su eficacia. Se hace con ellos por calidad más que por cantidad. Llorente es un defensor analítico, que en el Alavés no le importa que el contrario tenga la pelota si la tiene donde a él más le conviene, y es cuando un rival trata de subvertir este orden, arriesga y abre la oportunidad al robo, que el joven centrocampista reacciona con premura para atosigar y arrebatarle el cuero (Foto). O para meter el pie antes que nadie en un balón dividido valiéndose de la atención con la que previamente ha estado siguiendo la jugada. Reacciona rápido y, como no va detrás del esférico, suele estar bien colocado en el campo para hacerse con él.
La principal ventaja de Marcos Llorente en campo propio es pensar como quien tiene en frente.
La posición defensiva de Marcos Llorente, cuando los de Pellegrino cierran en su propio campo, tiene que ver con dos factores: la línea de pase y la zona del mediocentro. Su objetivo es cerrar ambas. Como pasador que es -y más adelante lo veremos- Llorente se enfrenta al lanzador rival de igual a igual. Piensa como él, ve las mismas opciones y siente los mismos pases, lo que habitualmente lo faculta para adivinar los envíos, tanto en el momento de su ejecución para interceptarlos (foto de la derecha) como previamente para desactivarlos situándose entre el futbolista que lleva el balón y el que lo espera. Normalmente sobre la diagonal del pase, su segunda misión es impedir el acceso de la pelota a la zona de la mediapunta. Orbita alrededor de ella, y la cerca como sujetado por una cuerda atada a una estaca clavada en el punto exacto donde sobre el papel situaríamos al 10 rival. Siempre entre el rival y la estaca, como si se la ocultara con su espalda al futbolista que maneja el cuero (Fotos de abajo a la izquierda y a la derecha). Por norma cierra la salida y las opciones del contrario hacia adentro (Foto), y con «la estaca» a buen recaudo, no titubea a la hora de comerle espacio al adversario y adelantarse sobre la teórica zona del mediocentro. El interior es el pase que, salvo escenarios muy particulares, no se puede permitir, y la frontal del área la zona a la que no debe ser posible acceder.
Como singularidad, por regla general y como se desliza en el anterior párrafo, la parcela a proteger no la custodia desde su interior, sino por delante (Foto), la previene, un comportamiento que no es independiente ni de quienes le acompañan en la medular ni de la zaga de cinco hombres que a menudo tiene por detrás, ya que habitualmente ésta no busca en su figura a un complemento en el área junto a ellos. Si Pellegrino cierra con tres y dos carrileros, Llorente tiene menos necesidad de hundirse y gana correa para moverse por delante de la corona (Foto). Su vigilancia junto a Daniel Torres, la pretendida imposibilidad para el rival de acceder a ese espacio entre líneas, es la que debe llevar el juego del adversario a las bandas para terminar en un centro al área ante el que Fernando Pacheco y los centrales albiazules, por número y capacidad, tendrán ventaja (Foto). Aunque puntualmente pueda lateralizar su posición en campo propio, su parcela y su función defensiva tienen que ver, sobre todo, con el carril central. Es la batalla ganada que el madrileño tiene el encargo de ofrecerle a su equipo durante el repliegue.
Su capacidad para darle salida al juego del equipo resulta clave para espaciar los momentos de asedio.
La colocación y lectura de la jugada de Marcos Llorente cuando el Alavés no tiene el esférico, es indesligable de lo que ocurre cuando lo recupera. Se trata de una fase del juego vital para los vitorianos pues, sobre todo en escenarios de sometimiento, es la que les permite respirar, tomar aire entre esfuerzo defensivo y esfuerzo defensivo, y romper el ritmo atacante a su oponente. Desinclinar el campo. Lo primero que hay que tener en cuenta en este punto es el gran número de balones que recupera el propio Llorente, algo que en muchas ocasiones lo convierte en el iniciador de la transición ofensiva (Foto), y cuando no lo es, tanto su posicionamiento como las rutas establecidas por Pellegrino, hacen que encontrarle no sea excesivamente dificultoso para sus compañeros.
Su principal valor en este tipo de situaciones es que normalmente no pierde el balón cuando intentan quitárselo. Lo protege, lo toca, lo esconde y encuentra la rendija por la que escapar con él. La recuperación, por parte del contrario, pocas veces puede ser inmediata, lo que no sólo incide en la ruptura en el ritmo del acoso apuntada más arriba, sino que le aclara el paisaje para la posterior salida. Llorente, mientras tiene el balón en su poder, atrae rivales que liberan espacios y compañeros a los que hacer llegar el pase (foto de arriba a la izquierda). En corto hacia algún socio cercano con el que combinar para ganar metros juntos, o buscando un envío de más distancia (foto de abajo a la izquierda) que debido a su naturaleza, aunque no llegue felizmente a destino, por el mero hecho de haber salido generalmente cumplirá con su objetivo de hacer recular al adversario, girarlo hacia su propio portero e interrumpir su ataque (foto de abajo a la derecha).
Llorente no necesita tener el balón siempre, pero sí estar actuando permanentemente sobre él.
No es, sin embargo, un futbolista que necesite retener el balón, sino que más bien recurre a ello cuando precisa abrir el agujero. Si no es así, pues, además de ser capaz de asistir con un primer toque a la descarga o a la continuación mediante un apoyo orientado, con frecuencia su influencia en la jugada se produce sin necesidad de entrar en contacto con el cuero (Foto). De igual modo que en defensa, el objetivo de Llorente no es hacerse con el balón siempre y cuando éste haga lo que él quiere. Lo orienta, invita desde el posicionamiento a tomar una determinada ruta al compañero y se mueve para abrirle el camino que debe tomar (Foto).
Algo parecido sucede con los momentos -generalmente pocos- en los que su equipo establece y alarga el ataque en fase posicional. Cuando el Alavés, con balón, frena la transición para pausar la jugada y asentarla en campo rival o cuando, tras finalizar jugada el adversario, debe empezar a construirla desde atrás. En este tipo de escenarios se mantiene la fórmula: Llorente resulta, seguramente, la pieza más estrechamente relacionada con el cuero, pero no lo necesita todo el tiempo ni cada vez. En salida alterna el apoyo a los centrales (Foto) y los descensos puntuales para iniciar entre ellos (foto de arriba a la derecha), con movimientos sin balón con tal de abrir caminos y habilitar espacios (Foto). Su preocupación es que la jugada no se ahogue, que ese ritmo que pretende romper cuando es el rival quien ataca, no le falte a los suyos cuando hagan lo propio. Fruto de esto recorre toda la horizontal del campo para aproximarse a donde entiende que, en cada momento, hace más falta.
Especialmente significativas resultan en este sentido sus aproximaciones a la cal para socorrer con una línea de pase a un compañero emboscado (Foto), para continuar la combinación en corto u oxigenarla dirigiéndola hacia la orilla contraria (foto de arriba a la izquierda). Como un apoyo constante, jugando de cara y por detrás del balón, al que poder recurrir en caso de necesidad (Foto). Esta localización sobre el campo cuando el Alavés suma segundos de presencia en la mitad rival, le habilita un papel en transición ataque-defensa que, además de su sorprendente aporte por alto en la defensa de la salida directa, principalmente cuando cuenta con tres centrales guardándole la espalda no tiene tanto que ver con el retorno fulgurante para reforzar la última barrera como con la posibilidad, por delante, de orientar al rival hacia los costados desde la contemporización (foto de arriba a la derecha). Aquí también, aunque en realidad sí lo quiera, Llorente está tranquilo si lejos de sus botas el esférico se mantiene donde él quiere que esté. Con el Alavés no puede aspirar a tenerlo siempre, pero no por eso lo pierde de vista.
Foto: David Ramos/Getty Images
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La trilogía del Deportivo Alavés:
1. Pasador contra pasadores (27-10-2016)
2. El continuo aprendizaje de Mauricio Pellegrino (28-10-2016)
3. El contragolpe del Deportivo Alavés (29-10-2016)
Cmarquez1995 27 octubre, 2016
Muy bueno, Albert. Estoy muy de acuerdo. A mí también me impresiona mucho los metros que es capaz de abarcar e influir sin "dejar de estar". Y defensivamente me parece una cosa muy seria.