
El Getafe CF llevaba tiempo sin despertar tanta atención -incluso ilusión- como desde el momento en el que se conoció el nombre de su próximo entrenador. Fran Escribá venía de hacer un trabajo magnífico en Elche que, sobre el campo, había convalidado por un ascenso y dos meritorias permanencias. Allí, en el Martínez Valero, el técnico valenciano demostró una capacidad muy notoria tanto para dotar al vestuario de una estructura que vertebrase a todas sus piezas como una precisión quirúrgica a la hora de potenciar a las individualidades que tenía a su disposición. Sólo hay que recordar lo que fueron esos meses de primavera 2015 con Mario Pasalic, Fayçal Fajr o Jonathas de Jesus rindiendo a un nivel sobresaliente para darse cuenta de que él era lo que necesitaba un Getafe que, a su vez, al estar ya asentado en Primera, podía diseñarle un proyecto hecho a su medida. Su unión, en definitiva, parecía una oportunidad de crecer para ambos. Una oportunidad de insuflarse una energía mutuamente de cara a dar el siguiente paso. Sin embargo, ni la temporada la finalizarían juntos… ni la acabarían en Primera.
La doble mediapunta de Fran Escribá
El inicio de temporada fue positivo. Sobre todo teniendo en cuenta que los equipos de Fran Escribá van de menos a más, pues conforme disputan partidos y entrenamientos van ganando una consistencia en la pizarra que termina siendo definitiva. Sea como fuere, hay que decir que la apuesta inicial del entrenador valenciano fue un 4-2-3-1 que compartía semejanzas con el que había dibujado su anterior equipo meses atrás, pues el principal movimiento ofensivo era esa especie de doble mediapunta que formaban los hábiles Pablo Sarabia y Víctor Rodríguez. Uno de ellos siempre comenzaba en banda, pero rápidamente liberaba el carril para la subida del lateral y se juntaba por dentro junto al teórico «10», atacando así de manera frontal a la espalda del doble pivote. Esta rutina dio fluidez, alegría y sentido a los primeros meses del Getafe, que aún no parecía de Fran Escribá pero que ya sí era un buen equipo.
Lacen y Medrán también cuajaron un buen inicio juntando a su equipoEsta aparente incoherencia encontraba su explicación en lo que le pasaba al equipo cuando perdía la pelota. Que la apuesta era potenciar la línea de mediapuntas resultaba evidente por los movimientos en el mercado estival, por la disposición de Víctor y por la libertad que iba teniendo Álvaro Medrán para soltarse y acabar más cerca de ellos que de Lacen, pero esto no estaba reportando ningún beneficio al Getafe en defensa. Es decir, pese a atacar mejor, estaba defendiendo peor. Los hombres de banda no tenían el retorno exigido, el equipo no formaba un bloque tan uniforme como cabe esperar en un conjunto de Escribá y, además, por si fuera poco, las piezas defensivas no estaban respondiendo. Únicamente Alexis Ruano parecía sumar más aciertos que errores, una ecuación diametralmente opuesta a lo que estaban protagonizando Emiliano Velázquez ni Santiago Vergini. Quizás era un bajón puntual, quizás estaban demasiado exigidos. Pero el hecho es que la defensa no se estaba imponiendo a sus rivales. Por suerte para el Getafe, delante suya se encontraba un Mehdi Lacen soberbio. Por colocación, interpretación y presencia, el mediocentro argelino se convirtió en un pegamento tan perfecto como necesario para los azulones. Se podría decir que mientras Álvaro Medrán conectaba al equipo hacia adelante, Lacen lo hacía hacia atrás. Y simplemente con este dúo y la línea de mediapuntas, a la que había que sumar a un Lafita poniendo el gol que no le daban los delanteros, el Getafe acabó la primera vuelta con 23 puntos, ocho por delante del antepenúltimo, el Sporting de Gijón.
Pablo Sarabia… y poco más
La dura lesión de Álvaro Medrán dejó a Sarabia y Lacen ante el peligroAunque estaba jugando muy bien y su impacto en el equipo parecía ir a más, la figura de Álvaro Medrán resultó todavía más importante en su ausencia que en su presencia. Es decir, la lesión convirtió al joven canterano del Real Madrid en uno de los futbolistas más importantes del Getafe, pues sin él se perdió calidad en la posesión, coherencia táctica y, en definitiva, al futbolista encargado de enganchar con la línea de mediapuntas. Evidentemente, que su presencia resultara imprescindible para el plan de Fran Escribá no era tanto mérito del centrocampista como demérito colectivo, pero a fin de cuentas fue su baja la que terminó por destapar todos los problemas que tenía el Getafe. En parte esto parecía consecuencia de una plantilla a la que le faltaba mucho gol arriba, calidad en el centro del campo y contundencia atrás, tres circunstancias que se extremarían con la marcha de Lafita, la mencionada lesión de Medrán y la venta de Alexis. Con todos estos problemas y sin las ventajas que la pizarra de Escribá si les ofreció a sus jugadores en Elche para tratar de resolverlas, el Getafe se convirtió en un equipo gris, insípido y derrotista. No jugaba tan mal como otros, pero le costaba ganar más que a ningún otro equipo. En los últimos 12 partidos de la era Escribá, el Getafe sumó sólo dos puntos. Una cifra muy baja per se, pero que impresiona aún más si tenemos en cuenta que, durante esos meses, Pablo Sarabía seguía pareciendo uno de los mediapuntas más desequilibrantes de la competición.
La revolución Juan Eduardo Esnáider
Esnáider sí reactivo al equipo, comenzando por Medrán y Pedro LeónDe esta manera, el reto que asumió Juan Eduardo Esnáider a cinco jornadas para el final se antojaba imposible. El equipo estaba muy tocado anímicamente, parecía perdido en la pizarra y, como además era el que menos gol tenía de Primera División, el camino hacia la victoria parecía largo, tenebroso y lleno de obstáculos. Debido a esto, el argentino no escatimó en medios para tratar de reactivar a todos los estamentos del club: eligió un estilo muy agresivo, que asumía muchos riesgos y propiciaba muchos espacios. El Getafe pasaría a presionar muy arriba, separando las líneas en exceso para tratar de recuperar el balón cuanto antes. Así no sólo tendría que defender menos, aunque también con menos seguridad, sino que también podría atacar más y mejor. Y funcionó. El Getafe comenzó a imponer este argumento sobre los partidos, que se fueron convirtiendo en un duelo de contras donde Pablo Sarabia, Pedro León y Moi Gómez, la nueva línea de mediapuntas, acertaban antes y más veces que sus rivales.
Esta idea no sólo solucionó problemas colectivos y metió al Getafe en una pelea en la que parecía no estar, sino que además consiguió reactivar el ánimo de futbolistas como Álvaro Medrán y Pedro León, que no dejarían de intentarlo hasta el pitido final del árbitro. Esa había sido la primera intención de Juan Eduardo Esnáider al llegar a Getafe: que los jugadores se atrevieran. Así llegarían errores, como llegaron, pero también los suficientes aciertos como para pensar que, con un poco de suerte, mantenerse en Primera División seguía siendo una posibilidad. Y así lo fue. El Getafe venció en Anoeta, empató ante el Valencia tras un magnífico partido y volvió a ganar en Riazor. La secuencia de partidos fue muy positiva, y los resultados muy agradecidos. Pero cuando las cuentas demandaban una victoria más, fuera ante el Sporting o ante el Real Betis, la moneda no cayó cara. Faltó acierto y sobraron errores. Todo entraba dentro del guión que había pensado Juan Eduardo Esnáider. Era lo lógico y lo que necesitaba al equipo. Pero al final no fue suficiente. El Getafe comenzó la temporada con intención de formar un proyecto que le devolviese a la primera mitad de la tabla, y acabó descendiendo por primera vez tras un mercado invernal desacertado, una racha de resultados pésima y un gol que nunca entró.
@DavidLeonRon 16 mayo, 2016
Discrepo un poco en el arranque del texto de Quin. Creo que el gran problema del Getafe es que había perdido la capacidad de transmitir ilusión externa. Hace no mucho toda España era un poco del Getafe. Eso se perdió por el camino, y acabó afectando a la imagen del club y del proyecto. En Getafe seguía habiendo jugadores bonitos pero ya no cautivaban.
El sucesor en ese sentido ha sido el equipo que descendió ayer con el propio Getafe, el Rayo de Jémez.