Víctor Sánchez del Amo, uno de los técnicos de lo que va de curso, llegó al Camp Nou en virtud de tal y salió con mayores honores aún. Ni inventó el sistema anti-Barça definitivo ni planteó un partido perfecto, pero supo cómo emplear el factor sorpresa, desnortar a los (distraídos y mermados) culés y motivar a su Deportivo de la Coruña, que creyó en su poco común plan y en el triunfo hasta cuando fue perdiendo 2-0.
Víctor aisló a S. BusquetsVíctor formó un 4-3-1-2 cuya idea principal radicaba en precipitar el ataque del Barcelona, en hacerlo más vertical de lo normal. Para ello, el enganche Fajr trabajó específicamente sobre Busquets, privando así a los locales de su apoyo atrás más sencillo, disminuyendo por tanto ese tipo de pases y dificultando los que se dieron. De hecho, dos de ellos, uno de Iniesta y otro del propio Sergio, acabaron en ocasiones manifiestas de gol. La primera la desperdició Jonathan -como tantas otras- y la segunda dio pie al empate de Bergantiños. Fue un éxito. Pero, ¿debió serlo sí o sí?
La idea gallega, forzar al Barça a verticalizar hacia el titán Sídnei.
En principio, parecería que Luis Enrique poseería recursos suficientes para, incluso con Busquets desactivado, instalar posesiones largas en la mitad de su oponente. En favor del plan de Víctor hay que apuntar que la baja de Neymar -relevado por Sandro- y la titularidad de Rakitic, unida a la de Suárez, sumaban muchos elementos sin capacidad de pausa; pero por allí pululaba gente como Dani Alves, que, de haberse anticipado su míster a la trampa de su adversario, con la información necesaria, hubiera podido dar el desahogo oportuno. Fue el hecho del cambio de rutina, y no la propia rutina en sí, lo que dañó al Barcelona.
Luisinho -suplido en el 45- fue un problema para su Deportivo.
Iniesta gozó de facilidadesEn especial, porque el fresco esquema del Deportivo adolecía de dos defectos individuales que lo desequilibraban a poco que la cadena de pases azulgrana se alargaba lo suficiente. Los interiores que escoltaron a Bergantiños fueron Luisinho y Juanfran Moreno, ambos desprovistos de formación defensiva como centrocampistas, y adoptaron una actitud demasiado agresiva sin balón. Tendían a presionar en solitario y a arriesgarse, por ejemplo, contra Iniesta en busca de un robo que no conseguían; condenando al Dépor a defender no ya con siete, sino con seis, pues tanto Luisinho como Juanfran eran eliminados con facilidad. Solo la falta de determinación de Iniesta -que chutó como nunca- y, de forma fundamental, la falta de rodaje físico de Leo -se le vio lento y cansado- dejaron este lunar sin más castigo que el 1-0 (torpe infracción de Luis).
A la hora de contraatacar, el Deportivo sí tenía ventaja constante.
Donde el Deportivo siempre halló ventaja táctica fue en su transición defensa-ataque. Liberar tres hombres por delante de la línea del balón le ofrecía un margen de maniobra muy superior al que suelen exhibir los que visitan el Camp Nou, y ni Mascherano ni, de manera más acentuada, Piqué tuvieron su tarde sobre el verde. Para Lucas, Fajr y Jonathan era fácil caer a banda, controlar un envío y montar el ataque en igualdad numérica; con la única, pero molesta, limitación de que se trataba de salidas rápidas en las que les costó precisar. En particular Jonathan, cuyo esfuerzo fue admirable y útil, fue terrible en lo técnico.
Dicha dificultad quedaría difuminada en los últimos 20 minutos. Ya con el 2-0 en el marcador, Luis Enrique movió el banquillo y su equipo lo malinterpretó como el punto final del encuentro, lo que le llevó a perder la posesión (42% a 58% desde el 70 al 86) y permitirle al Dépor ajustar la mirilla a base de repetición. Los ingresos de Luis Alberto y Cardoso en los gallegos, y el desconcierto provocado por Mathieu en la defensa de Claudio Bravo, hicieron el resto y concretaron la igualada definitiva.
TomasMartinez23 13 diciembre, 2015
Para el punto de pausa que no permitió el Dépor, al buscar precipitar los ataques del Barça, me gustaría apuntar la actitud defensiva de Jonathan y Lucas en muchas jugadas. No solo Fajr estaba encima de Busquets, sino que a menudo los dos puntas se quedaban con los centrales del Barcelona (y no reculaban) para evitar que hubiese la opción de pasarla hacia atrás, ralentizar las posesiones a cambio de ceder casi por completo las bandas y tener a los dos delanteros más cerca del arco contrario en caso de recuperación.