“Media legua, media legua, media legua ante ellos. Por el Valle de la Muerte cabalgaron los seiscientos”. Lord Tennyson homenajeó con estas palabras un hecho que tuvo poco de hazaña y mucho de despropósito: a causa de un error de comunicación, la brigada ligera, livianos jinetes sin armadura destinados a perseguir el enemigo en fuga cuando la batalla no presentaba mayor resistencia, cargaron resueltos y sable en mano contra una batería de cincuenta cañones rusos. Pragmático como todo buen caballero británico, el poeta aborrecía el desatino que condujo a los soldados hacia su propia destrucción pero halló en el abnegado cumplimiento de su labor el motivo para inmortalizar el recuerdo de la unidad, aniquilada al enfrentar un adversario que superaba en mucho sus capacidades.
Algo de ese mismo contraste ilustra hoy la temporada de Fabián Orellana a las órdenes de Luís Enrique, el hombre que lo descartó en verano y ahora se deshace en elogios hacia este extremo chileno, zurdo de banda y diestro de pierna, al que se atribuía más juego que cifras y más talento que condiciones a raíz de un discreto bagaje en Primera. El máximo nivel competitivo del fútbol español parecía excesivo para un futbolista liviano que ya había marcado diferencias en Segunda pero no había sacado la cabeza en la élite hasta conquistar a su nuevo entrenador desde el trabajo generoso y una eficacia desconocida. Los cañones aguardan cada jornada mientras Fabián Orellana, resuelto, cabalga sable en mano por el Valle de la Muerte.
@DavidLeonRon 31 enero, 2014
Para mí Orellana el máximo ejemplo de lo que es un buen futbolista con un físico entre malo y muy malo. De hecho, si no es el jugador más desequilibrado de Primera en este aspecto está entre los que más. Vamos, que ahora mismo no se me ocurre otro.