Dar un paso hacia el abismo. Mezcla de inocencia y temeridad, con la única certeza de la explosión creativa que sucederá al gesto, desconocedor de los peligros que acecharán en el camino y que, en muchos casos, serán producto de los excesos del mismo espíritu bullicioso que anima ese pie insensato. Cuando el hombre medieval diseñó la baraja del Tarot a imagen y semejanza de los grandes compendios culturales de su época quiso describir al espectador los grandes avatares de la vida, aquellas circunstancias que definen el camino que todo individuo puede recorrer. Al hacerlo no dio número a la carta del Loco, a la que aisló de las demás, puesto que no es parte del camino sino el paso que lo inicia, un ejercicio arriesgado en el que uno se lo juega todo con la única promesa de perseguir un destino fascinante. Sin llegar siquiera a imaginar los peligros que también forman parte del trato que uno establece con el destino al cometer una locura de tal calibre. Perceval dejando atrás a su madre para convertirse en caballero, Bilbo abandonando su hogar tras una hilera de enanos. El Athletic Club fichando a Marcelo Bielsa.
Bielsa sólo había entrenado en Europa unas semanas.
Con Bielsa falla algo. Que un entrenador de su evidente talento para construir equipos no haya dado con un éxito redondo tras proyectos tan interesantes dice alguna cosa sobre el lado oscuro de su trabajo. Uno se pregunta cuánto duraría el argentino en un banquillo sin ningún elemento externo que pudiera entrar en conflicto con su continuidad. ¿Cuántas temporadas sería capaz de sostener el Loco esa brutal intensidad que imprime en todo su trabajo? Seguramente muchas. Al fin y al cabo él sigue a lo suyo un banquillo tras otro y no parece achacarlo. El problema es para los demás: el exceso desgasta y Bielsa es excesivo en todo lo que hace.
Ya sin salir de la pizarra su visión futbolística construye equipos que no contemplan el suspiro, máquinas carburando a todo trapo con funciones estrictas para cada pieza. Sus hombres ni siquiera cuentan conEl día a día con Marcelo Bielsa es extenuante el espaldarazo que supone jugar con un marcador amarrado pues la implicación que exige el Loco apunta hacia la portería rival mientras expone la propia. El día a día, el semana a semana y el mes a mes, el temporada a temporada, son extenuantes al ritmo que marca Bielsa, cuya obsesiva exigencia trasciende la preparación del equipo para empapar toda la actividad que rodea al club. El Loco lo es en el vestuario, en la banda mientras el balón corre sobre el césped, ante los micros y en los despachos. Posiblemente también lo sea en el aseo, en el restaurante y en el asiento del autobús, perfectamente capaz de convertir cuestiones menores en embrollos de considerable trascendencia siempre que su óptica exija un ajuste de los hechos que la contradicen.
Rígido e idealista, su Athletic ha disputado dos grandes finales y apenas las pudo competir tras alcanzarlas con brillantez. Porque Bielsa no se adapta, Bielsa es Bielsa hasta la última consecuencia, y este es un vicio que el fútbol tiende a cobrarse. Su primera temporada en Bilbao produjo un Athletic fascinante en lo individual y lo colectivo cuya histórica epopeya se saldó con un tibio deje de amargura. Pero lo peor vino luego. Su segundo año empezó con un pie muy desafortunado, trastabillando en cada piedra con la que podía tropezar antes incluso de empezar a andar de nuevo. Cuesta imaginar una gestión más rocambolesca de la experiencia tan positiva que fue el primer año de esta aventura, añadiendo leña al fuego voraz que supone, por si misma, la continuidad de Bielsa al frente de cualquier equipo.
Su segundo año fue muy diferente del primero.
Ocurre que a Bielsa se lo perdonaremos todo una vez más. Y no por compasión. Se lo perdonaremos todo porque su espíritu seduce. Porque su integridad es una cualidad fascinante con la que no nos importaría codearnos más a menudo. Porque construyó un equipo fantástico por el que todavía sentimos un gran apego. Porque nos regaló grandes futbolistas y fue consecuente con la grandeza de un club único al que no le resulta sencillo convivir con nuestra era sin renunciar a su personalidad. Porque a San Mamés lo ha despedido un proyecto muy especial. Porque le echaremos de menos y porque le estamos muy agradecidos por todo. Porque es muy bueno y aguardaremos impacientes su siguiente trabajo. Porque nunca temió el abismo. Porque una vez más el paso del Loco ha merecido la pena.
@giorgioV8 11 junio, 2013
Tremendo Marc, tremendo!
Lo cierto es que tus textos tienen una parte muy bielsista xD
Efectivamente, siempre habrá un hueco en nuestra retina para el Athletic de Bielsa. Incluso creo que este contraste entre ambas temporadas le aporta mayor valor a la primera, y mayor fuerza al cuento en sí.
Mi pregunta es qué pasaría si Bielsa introdujera la calma en sus actos. A lo mejor sería el mejor entrenador del mundo, o uno de ellos. O a lo mejor es un todo, y sin esa locura no veríamos genialidades que nos regala tipo Athletic 11/12, o la selección chilena 07-10…
Me quedo con las dos últimas frases: "Porque nunca temió el abismo. Porque una vez más el paso del Loco ha merecido la pena." Y tanto.