Múnich es una ciudad injustamente valorada. Encasillada en el masificado, desvirgado y cada vez más carente de encanto cultural Oktoberfest, y quizá penalizada por no ser la capital de su país, o por no contar apenas con rasgos culturales propios que la distingan del resto de su nación, lo cierto es que su encanto pasa totalmente desapercibido y vive en un absoluto segundo plano entre los destinos turísticos elegidos por el europeo medio. Los que viajan a la capital bávara acostumbran a hacerlo por motivos laborales o de estudio. Su primera e involuntaria estación suele ser la permanentemente bulliciosa Hauptbahnhof, la estación central, el punto que conecta a la ciudad con todos sus rincones y a la vez con sus ciudades vecinas. Entre puestos de fast food, mochileros que hacen tiempo y presuntuosos transeúntes, un cartel publicitario gigante con la figura de Uli Hoeness (Ni Ribery, ni Schweini, ni Robben, Hoeness) da la bienvenida a los que pasan por allí. Este hecho, lejos de ser anecdótico, ilustra el respeto casi reverencial que le tiene una ciudad al hombre más importante de la historia de su inherente equipo, el Bayern de Múnich.
Uli Hoeness pertenece a la generación de alemanes que se ha encargado de construir el inherente tópico sobre su carácter que las generacionesCuando llegó, el Bayern tenía problemas venideras se encargarán de destruir. El de alemán disciplinado, obsesionado con el trabajo, inflexible, forjado casi con total seguridad por los tiempos en los que le tocó vivir. Probablemente fue esa mentalidad la que le hizo hacerse cargo del equipo como manager cuando, con 27 años, una lesión de rodilla acabó con su carrera. Un club, el Bayern, que contaba por aquel entonces con una deuda de siete millones de marcos y llevaba seis años sin ganar la Bundesliga. Su estadio, el detestado por los hinchas Olimpiastadion, estaba muy lejos de llenarse habitualmente.
En los 20 años siguientes el club sería 16 veces campeón de liga, entre otros muchos trofeos. Su labor sería, en un principio, principalmente económica.El Allianz fue el culmen de su obra en el club Más tarde, su reconocida figura le permitiría tener extrema influencia en temas deportivos. Seriedad infinita, disciplina, austeridad e innovación; Hoeness ideó, con varios años de antelación, el adalid de club moderno europeo del Siglo XXI construído sobre una sólida base económica. Pionero en conceptos como la esponsorización, el marketing o las fan-shops, centró su atención en atraer y fidelizar una gran masa social a partir de la cual el club pudiera crecer. El culmen a su obra fue la construcción de esa maravilla arquitectónica y funcional llamada Allianz Arena, de cuya realización fue el principal responsable.
Lo que hoy es el Bayern no se puede entender sin él. Su estadio, su masa social, su solvencia económica, la seriedad asociada a su marca son herencia directa de la gestión del ahora presidente. Sin embargo, el fútbol se ha modernizado mucho desde entonces y ya no se concibe que un entrenador tenga que discutir con él para cambiar un sistema o a un jugador, como tuvo que hacer Van Gaal. El nombramiento de Sammer primero, y Guardiola después, parecen relegar a la leyenda a un absoluto segundo plano, lejos de las decisiones deportivas, del día a día de la Säbener Strasse. La figura del entrenador manager que a todas luces representa Pep, casi inédita hasta ahora en el club bávaro, no puede cohabitar con la figura que siempre ha representado Uli y así parece haberlo entendido él. Su último servicio.
@DavidLeonRon 17 enero, 2013
Me ha encantado el artículo. Y a medida que lo leía, más ganas me entraban de ver a Guardiola dirigiendo a este coloso brutal.
PD. Hoy he leído que el Bayern tiene 250 millones de euros "en el banco"?? No me lo puedo creer…