Todos los veranos, a modo de primavera del campeonato que está a punto de comenzar, se forman proyectos que de algún modo desprenden algo especial. La suma de piezas, las características de las mismas, el potencial de todas juntas, la idea que las rodea. Esa serie de circunstancias que nos hacen girar la cabeza para detectar que algo puede estar a punto de ocurrir. En esas parece encontrarse una Real Sociedad que si bien no parte de cero en cuanto a las posibilidades que su plantilla tenía dentro para distinguirse como un equipo plástico y fluido con la pelota, esta campaña comienza dando señales de lo que está por venir. Sobre todo porque en su 4-3-3 ha encontrado una pieza que es tanto pastel como guinda.
En su visita a Mestalla, el conjunto txuriurdin experimentó lo que significa tener a Martin Odegaard como interior de su sistema, una consideración que independientemente del nivel, pues para introducir su figura en su debut en España resta todo el tiempo posible para calibrarlo, el primer gran punto de interés reside en la forma. En su diseño y su apariencia. El noruego pertenece a ese tipo de jugadores que absorbe de manera personal el ritmo de juego de su equipo y convierte en uniforme su completo alrededor. Debe añadirse que Odegaard comienza a nacer en el fútbol español con jugadores que de por sí ya aplican un reparto equidistante y estructurado de los roles y las alturas, caso de Mikel Merino, Asier Illarramendi, Mikel Oyarzabal o Willian José, pero él parece preparado para hacer entrar a su equipo en otro escalón diferente. Odegaard es la novedad que llega para pegar el salto.
En Mestalla dio muestras de su innegable capacidad para ser el inicio de todo; el ritmo del partido y el orden en campo contrario
Ubicado en el interior diestro del 4-3-3 que recién se levanta en Donosti, el papel de Martin Odegaard no es otro que el de multiplicar las opciones del colectivo. La Real Sociedad es un equipo que desde hace varios años construye sus dinámicas positivas y su estado de ánimo entre la salida de balón ordenada e innegociable y un juego al espacio que logre desplazar las ventajas defensivas del rival a la hora de defender en campo propio. Cuando esta dualidad se interrumpe, el equipo muestra vulnerabilidad a través de pérdidas de balón de baja calidad y líneas separadas en los momentos de transición. Si contamos con que el paso de Asier Garitano comenzó y terminó ofreciendo señales contradictorias entre lo que sentía el entrenador y lo que podía ofrecer la plantilla, la llegada de Alguacil y Odegaard concede a su día a día una oportunidad perfecta para creer en sus horizontes.
Y la muestra es un botón que se explica tanto numéricamente -el noruego fue el jugador que más pases dio en campo contrario de toda la jornada (51)- como a nivel más sensorial y visual. Tras un tiempo prudencial en Holanda asumiendo con libertad tareas de construcción y cambio de ritmo, en dos alturas, Odegaard dispone de suficientes capacidades y registros como para desempeñar su fútbol desde la posición de extremo o interior. Sin embargo, por la visión y destreza que demuestra ordenando las jugadas, gracias a una precisión en el primer control y su delicado y a la vez brutal rango de pase, parece completamente dirigido a tener una incidencia clara y constante en la gestación de la jugada. Si el rival es un Valencia que suele elegir defender el espacio antes que presionar la salida, su partido será más entre líneas para asentar la posesión y transformarla en jugadas y triángulos perfectos. La ventaja con la que cuenta Alguacil es que Odegaard es un combo único cuando el rival manda sus filas mucho más arriba.
Odegaard acumula tantos registros desde su relación con la pelota que la Real sacará partido si el rival decide aumentar la presión
Como en el caso de otros interiores que indistintamente economizan su fútbol en pos del colectivo, recibiendo y combinando únicamente desde la recepción y el pase, sin más trucos, Odegaard goza de una capacidad de desequilibrio, entre regates, recortes y fintas, que ayudarán a su equipo a salir jugando desde atrás ante presiones agresivas, un registro que activará las transiciones de los Oyarzabal, Merino, Isak, Willian Jose o Januzaj. Como bisagra, el noruego parece destinado a decidir, como ningún otro, qué velocidad tomará la jugada, pues entre sus mejores virtudes está la de no precipitarse ni abusar de ninguna jugada concreta. Rodeado, se mueve para dar continuidad o repetir pases y asentar posiciones mientras piensa cuando filtrar o acelerar una vez el equipo se ha posicionado definitivamente. A nivel potencial, mientras domingo a domingo convierte en realidad su aún incipiente carrera, es difícil decidirse, dada su extrema calidad, por el plato de la balanza que la desequilibra: ¿el juego o el highlight?
fernandojb 20 agosto, 2019
Un título un desarrollo genial.
Desde luego me ha encantado el articulo , y es que ese el dilema parece en este jugador.
La verdad es que es uno de las historias de la liga.
Enhorabuena Alejandro, de mis artículos preferidos ultimamente.