Fue más discurso que recurso

La contundente victoria del Manchester City ante el Schalke 04 dejó muy poquitas cosas para el análisis. Insistiendo mucho en la ruptura vertical de sus dos extremos, Leroy Sané y Raheem Sterling, que se pasaron todo el partido trazando movimientos muy profundos entre el carrilero y el central de la línea de cinco defensas de Domenico Tedesco, el cuadro de Guardiola consiguió sacarle mucho rédito a la debilidad rival cerca del área. Una goleada que, más allá de la actuación individual del futbolista alemán o de la posición de Danilo como central -primero por izquierda y después por derecha- en una zaga de cuatro, se puede leer como un mensaje para el resto de rivales: cuando tiene uno de esos brotes arrasa con todo lo que pilla.

Leroy Sané firmó una absoluta exhibición desde el perfil izquierdo

Leroy Sané encarnó la abrumadora superioridad del conjunto ‘skyblue’. Arrancando muy pegado a la banda desde el inicio, ensanchando desde el último tercio el 4-3-3 de los suyos, el futbolista alemán completó una actuación sumamente deliciosa a través de sus movimientos con la pelota y sin ella. El dominio de los de Guardiola fue total durante los noventa minutos. Sin Fernandinho, Otamendi ni De Bruyne, el técnico catalán dibujó un sistema con Danilo como central derecho, Gündogan como pivote en mediocampo y Bernardo Silva de interior derecho, en un perfil en el que Walker y Sterling eran lateral y extremo, respectivamente. Un esquema que iniciaba el juego desde atrás con hasta cinco jugadores -los cuatro defensas y el mediocentro- por detrás de la línea del balón; y que, si bien es cierto que no fue del todo fluido en campo rival durante los primeros 45’, pronto supo detectar la fragilidad de los germanos atacando de forma muy directa por fuera.

Atrayendo numerosas vigilancias sobre el carril central a partir de las recepciones y los giros de la pareja de Silvas, David y Bernardo, y de Agüero, que ponía su cuerpo siempre por delante del central en cuestión del Schalke 04, el Manchester City consiguió rajar en numerosas ocasiones y con bastante facilidad el 5-4-1 ideado por Tedesco. Una vez ganada la posición por dentro, el cuadro ‘citizen’ aprovechó al máximo la inexistente presión rival sobre sus primeros pases para colarse con una naturalidad pasmosa -mediante envíos rasos pero muy largos- en la última línea de los alemanes. A partir de estos dos movimientos fue como Guardiola desarboló al Schalke.

A diferencia de la ida, Tedesco no apostó por presionar sobre el mediocentro más posicional del Manchester City sino que prefirió esperar algo más atrás, ordenado en un bloque bajo, cerrando espacios y bloqueando las líneas de pase de los dos interiores. Algo que, una vez los ingleses localizaron la flaqueza, que esta vez no se produjo arriba sino cerca del portero alemán, se derrumbó ante los Sané, Sterling, Agüero, Bernardo, Silva, Fohden y Gabriel Jesús. El Schalke, a fin de cuentas, experimentó en sus propias carnes uno de esos episodios de enajenación ‘skyblue’. Lejos de volver a repetir los errores del encuentro en Alemania, el cuadro de Guardiola consiguió una de esas victorias que refuerzan procesos y consagran estímulos, que falta le hacen cada vez que se trata de la Copa de Europa, más allá de encontrar nuevas certezas a partir de la pizarra.