Cristiano Ronaldo lleva muchos meses jugando realmente bien al fútbol. Es decir, se podría concluir que lo lleva haciendo toda su vida, pero el matiz es entendible sabiendo que, en su primer año en Italia, su acomodo ha sido natural y su sensibilidad con el entramado, siendo parte activa y partícipe, le ha permitido fundirse en muchas ocasiones con el plan con balón de su equipo. Pero la frase que encabeza esta crónica pasa a un segundo plano cuando noches como la que tumbó al Atlético de Madrid de la Champions League valen para explicar por qué la Juventus de Turín se había lanzado a capturar al rey de la baraja. El astro portugués, además, no sólo ha sonreído por el hecho de marcar los tres goles que vaticinó y con los que se clasificó su equipo sino porque, alejado de los Ramos, Kroos, Benzema, Modric o Marcelo, sabe que tiene aliados, de otro modo y en contexto, para levantar de bianconero el galardón más insigne. Cristiano rodeado sigue siendo un embrujo perfecto.
En contraposición, el de Madeira ejerció de implacable verdugo de un Atlético de Madrid que le perdió demasiado pronto la cara a un encuentro que dejó escrito, como glosario, como ha sido el deterioro del plan que más ha repetido en el ciclo Simeone ante noches definitivas, y el que sigue sintiendo como el más natural y capaz para visitar un campo europeo. Más que el deterioro, dejó constancia de que ese plan dejó de ser el más fiable, como su andadura en las últimas temporadas ha ido demostrando, por más que sus cifras defensivas y de goles recibidos pueda defender la postura opuesta. El ritmo defensivo característico de la Copa de Europa perteneció a un Atlético que, por multitud de razones, le identificaron y le distinguieron en el continente como el molde defensivo más preciso del siglo. Y es ese el ritmo que anoche humanizó sin paliativos sus déficits de juego y sus registros tácticos para impedir recordar lo que fueron.
Allegri pensó y ejecutó un plan de gran nivel para solucionar lo visto en la ida
La primera gran decisión tomada por Massimiliano Allegri fue elegir entre Federico Bernardeschi y Paulo Dybala. Los dos no le caben en el ‘XI’, así que, viendo lo sucedido en la ida y lo necesitado en la vuelta, el livornés optó por el primero. Antes de que se convirtiera en el púgil que mandó a la lona a Simeone, la Juventus dejó claro sus pretensiones. En lo táctico, el campeón italiano saltó al césped con Spinazzola y Cancelo en los laterales, como era de prever, pero fue Emre Can el que, con su posición en salida de balón, formando línea de tres, posicionaba a los laterales muy arriba y muy abiertos. Las posiciones de Cristiano, que recibió mucho al pie y sobre la cal, a la par que Spinazzola, abrieron un bloque rojiblanco que más pronto que tarde comprobó que iba a perder a los puntos en cada acción en campo propio.
En los costados, por número y agresividad, la ‘vecchia signora’ comenzó a gestar su gran ventaja colectiva allí donde más inconsistente es el cuadro rojiblanco. Cuando la ambición aprieta y se atesora un ritmo y una frecuencia ofensiva propia la máxima competición de clubes, los de Simeone no tienen zona realmente poderosa que apuntalar, sea la banda, la zona del mediocentro o el área, pero fue por fuera donde Arias, Juanfran y Lemar se vieron completamente superados en todo tipo de acciones y desde todo concepto defensivo: el 1×1, el 2×2, el choque, el cierre del segundo palo. Atenazados por la superioridad rítmica del rival y las carencias individuales para sobrevivir en un escenario de ese calibre, todos y cada uno de los hombres de Simeone retrasaron metros, perdieron cada duelo y, con ello, la imposibilidad de transitar.
El Atlético sufrió mucho por fuera, sin que Simeone activara el 4-1-4-1
Entre esas circunstancias, emergió la figura de Bernardeschi para ganar altura constante en zona de nadie. Entre Saúl, Lemar, Juanfran y Godín, de todos y de ninguno, Federico distraía mientras Can abajo y Cancelo por fuera sujetaban o llamaban la atención de sus pares. La capacidad del extremo para recibir, armar la pierna y girar la medular fue fundamental, pues eso hacía entrar en las jugadas a un Pjanic que subía metros y se acercaba a esa zona para crear más superioridad, sumando muchísimos cambios de orientación sobre hombres abiertos. Es aquí donde, a un ritmo endiablado, el Atlético se quedó sin iniciativa defensiva, sin registros para responder sobre la marcha. No le quedaba más remedio que ver envíos y acometidas de todos los colores. Su respuesta fue entremezclar las líneas para meter más gente en área y frontal, siendo Koke el lateral en la derecha.
Este dominio se acrecentó porque los puntas rojiblancos, en inferioridad, no encontraban el espacio y los recursos para inventarse una transición que, por otro lado, no podía tener acompañamiento. Con sus compañeros tan atrás en defensa, girados y despejando, contragolpear era una quimera, siendo sólo posible trenzar algunos pases en campo propio como medida urgente. La noche de Griezmann, difuminado mental y posicionalmente se sumó a la de un Morata y posteriores acompañantes ofensivos que quedaron lejísimos del gol minuto a minuto. Fue una posesión larga al final de la primera parte lo que dejó al Atlético en la encrucijada experimentada por la Juve en la ida: tener la pelota para salir de las cuerdas, pero con el dilema de ir a por la ocasión o buscar no perderla para respirar.
Griezmann no pudo darle al Atlético un punto de are entre tanta dificultad
Tras el descanso, la Juventus, que había abierto el marcador, apostó el doble. Metió a más jugadores en el área y jugó plena y permanentemente en campo contrario. Allegri continuó dando libertad al motor y la zurda de Bernardeschi mientras Cristiano seguía pidiéndola al pie y generando fantásticos movimientos de apoyo para castigar el entre líneas colchonero. Desde ahí comenzaron a tomarse decisiones desde el banquillo. Simeone, que veía como su equipo no llegaba a cubrir el ancho, no quiso apostar por el 4-1-4-1, dando entrada a Correa por Lemar, una medida que no ganaba consistencia en la toma de decisiones ni sujetaba el flujo ofensivo piamontés, pero que además, de no subir el bloque 30 o 40 metros, no solucionaba la carencia contragolpeadora.
Con 2-0, Allegri tomó una decisión realmente arriesgada, aunque con sentido en el diseño de partido que había pensado. Dando entrada a Dybala por Spinazzola, la Juventus modificaba su sólida estructura para pasar a un 4-4-2 mucho más lineal y replegado. Allegri quería equilibrar el campo, ganando presencia atrás y metros para correr, activados por el cambio de Kean por Mandzukic. El Atlético salió ganando alguna oportunidad, porque necesitaba verse arriba y refrescar su puesta en escena, que intentó transformar con Vitolo por Arias. Para ese momento, cerca ya de la prórroga, la Juventus certificó que su encuentro de ida fue un accidente que recondujo con firmeza, claridad y variantes. Y de la mano de una leyenda histórica. Mientras, el Atlético ahora sí tiene la explicación más racional de porqué su armazón defensivo no estaba capacitado para competir entre los mejores.
ivanedu 13 marzo, 2019
Aunque no ha tenido un gran impacto, me ha gustado mucho el cambio de Dybala por Spinazzola por la intención de Allegri. Envía un fuerte mensaje. Reconfigura el esquema arriesgando, buscando hacer algo más. Generalmente la Champions premia al equipo que sabe sufrir y se atreve más a atacar. Lo segundo es algo que durante esta temporada a la Juve de Allegri le ha faltado en demasiados partidos, el partido contra el Napoli como ejemplo.
Spinazzola ha tenido un buen desempeño individual, me ha sorprendido, aunque viéndolo desde la perspectiva de equipo no tanto