La calidad del derbi no estuvo a la altura del acontecimiento. Es una de las primeras lecturas que deben considerarse para comenzar a analizar un choque cuya segunda gran interpretación de lo ocurrido en el Wanda Metropolitano estriba en que el Real Madrid de Santiago Solari estuvo mucho más cerca de poder ser quienes quieren ser que su rival, un Atlético de Madrid que nunca pudo reconocerse en la versión más agresiva y presionante que por momentos ha mostrado. El equipo blanco fue superior siendo un equipo bastante semejante a la línea ascendente dibujada hasta la fecha, aprovechando, además, que esa línea de trabajo encajaba como un guante en las debilidades mostradas minuto a minuto por su vecino del sur. De la mano de Vinicius como foco de desequilibrio y una tranquilidad progresiva, inversamente proporcional a la rojiblanca, el derbi se tiñó de blanco desde el 1-1.
Para poder ser quien se busca, la continuidad en el once inicial marca patrones de comportamiento. Desde esta premisa, el ganador del derbi saltó al campo con su disposición más firme, con Reguilón y Lucas sumando concentración y carácter en cada duelo directo, sacando jugo al autoconocimiento y la consistencia. El resto de piezas consumaban un armazón que tuvo que ajustar algunas cosas a comentar y prepararse para la altísima presión que orquestó su rival hasta el minuto 15 de partido, un primer tramo de encuentro que, puede decirse, cayó en manos del Atlético. Su contraprestación: si no se adelantaba en el marcador, su alineación y su propuesta iban a comenzar a dejar demasiadas huellas como para no ser cazado por la jerarquía y calidad de los madridistas.
El Atlético, sin Koke ni Rodri, tuvo que apostar por presionar muy arriba desde el principio
El derbi recibió la noticia de la baja de Rodrigo Hernández, de última hora, que unida a la de Koke, explicaba dos cosas, una consecuencia de la otra, de una relevancia absoluta para entender la falta de competitividad que la propuesta local terminó ofreciendo. La primera, que el Atlético se quedaba sin centrocampistas para poner la calefacción cuando hiciera mucho frío; la segunda, que los roles repartidos en el casting principal se rompían por completo, haciendo que su línea de cuatro no partiera de lugares reconocibles. De ese modo, Thomas pasaba a ser el constructor del equipo, el jugador en el que descansar y madurar, y desde ahí, roles carentes de sentido; demasiados azucarillos entre un gran termo de café. De cualquier modo, la iniciativa la tomó el Atlético, que se fue para arriba como respuesta a su falta de estructura. Con esa medular, tocaba presionar muy arriba y de manera integral.
En esos primeros minutos, Lucas y Arias se emparejaban con la espalda de Vinicius y Vázquez, y puede decirse que ahí, Simeone encontró una vía para cegar a los receptores e incomodar a los pasadores. Modric y Casemiro tenían algún segundo de más, pero se vieron superados. El Atlético presionaba, la recuperaba y después armaba su sistema de juego, en el que sin matices puntuales que quizás debió replantearse en el día de ayer, abría a sus laterales en posición de centrocampista o extremo y juntaba a sus mediapuntas por dentro. Este rasgo táctico resultó especialmente delicado por el posicionamiento de partida en su sector derecho, el que a la postre cambió el partido en ritmo, dominio y desequilibrio desde el contragolpe visitante.
El Madrid aprovechó el agujero que Angel Correa y Santiago Arias dejaban a su espalda
Sin la lectura y la protección del balón que caracterizaba a sus dos jugadores ausentes más importantes, el Atlético nunca pudo aspirar a un contexto de control, tanto técnico como posicional. Con Thomas como iniciador, Correa tomando decisiones, Lemar por dentro, Arias en inferioridad, Giménez en acciones límite, Godín saliendo a la banda y Saúl desorientado en todo el círculo central, nombres y facetas donde más débiles son, el sistema de juego rojiblanco se desvaneció. Con Ángel siempre recibiendo, de partida, por dentro, y Arias muy arriba recogiendo un envío cruzado, sin apoyo del argentino y sin poder acudir al espacio después de que su compañero recibiera abierto para posicionar al equipo, la pérdida de balón, que el Madrid gestionó mandando mucha gente a ese costado, dinamitó el encuentro en lo táctico.
El Real Madrid interpretó bien la ventaja, defendió bien, en número, las bandas, esperó que el Atlético perdiera la pelota, sin sus seguros para hacerla progresar sobre el terreno, y salió a correr en clara superioridad. Sin pivote puro, el Atlético estaba exponiendo a sus centrales, como últimos hombres, a ir a las bandas. En una de ellas galopaba Vinicius, que volvió a ser fundamental en la producción ofensiva de su equipo. La gestión del balón rojiblanca y la gestión del espacio madridista resumió a la perfección el tramo del encuentro más relevante y vital, el que invirtió la estabilidad emocional del arranque.
El Madrid creció y dio la sensación de estar mucho más preparado para ganar un derbi donde la consistencia es fundamental
Constó en el Madrid cierta desconexión en sus momentos con balón mientras el Atleti crecía en el porcentaje de balones recuperados en campo contrario tras cada acoso, pero el paso de los minutos jugó a favor del conjunto blanco, que se asentó en el partido, agarró el derbi desde lo emocional, imponiéndose en la circulación de balón y sacando muchísimo partido de todas las ventajas tácticas y técnicas expuestas. Enfrente, el Atlético, con un plan que incluso le hubiera costado llevar a cabo con marcador a favor, dadas las dificultades y características de sus jugadores, demasiado inconsistentes en varias facetas del juego, no pudo revertir la situación.
Con los puntos de inflexión de su lado y aumentando la sensación descrita en el primer párrafo, por la cual el Madrid estaba siempre más cerca de ser él mismo y de dominar la escena tarde o temprano, el Atlético no sólo le perdió la cara al encuentro sino que quedó muy lejos de las intenciones con las que fue entendido el partido con su configuración. Solari planteó un encuentro cuyos determinados protagonistas, antes o después, ganarían a sus pares por pura consistencia, continuidad y capacidad para ganar cada pequeño detalle. Sin la iniciativa de la presión, el Atlético mostró su versión más desorganizada en campo propio, una de sus grandes debilidades, ante un Madrid que fue creciendo, multiplicando la movilidad de sus jugadores y sumando pases y más pases hasta dominar por completo el ritmo de la tarde. Solari y su bloque, salvo los primeros diez minutos, estuvieron mucho más preparados para ganar, siendo además el equipo que quieren ser.
AArroyer 10 febrero, 2019
Amplísima diferencia en firmeza, claridad de ideas, control de la situación desde lo táctico y capacidad para manejar diferentes ritmos. El Atlético, en los derbis, suele apostar por un registro, pero ese, dado que tiene menos calidad, tiene que ser muy potente (firme, de primer nivel).
Para mí el resumen es la consistencia que transmitieron ambos equipos. El Atlético presionó y circuló la pelota con una exposición que solo jugadores de primerísimo nivel pueden sostener. Con Gimenez, Correa, Lemar o Thomas, sin Koke ni Rodri, un partido donde quieres jugar en campo rival, guardado la pelota y tomando buenas decisiones, es muy complicado. Esos jugadores tienen un rol de agitadores, de ahí que el Madrid encontrara una ventaja muy grande para marcar muchas diferencias. Lo del costado derecho rojiblanco fue especialmente dañino, y ahí Vinicus no perdonó.
Después el Madrid recuperó muchas mejores sensaciones con balón y dominó al Atleti en su campo con bastante soltura. Para mí, fue un derbi que fue muy poco parejo en la consistencia de los planes y de los jugadores. No sé qué partido competitivo puede realizar el Atleti ahora mismo sin Koke y/o Rodri, mientras el Madrid cada día tiene más claro lo que hacer para competir, independientemente de que se pueda quedar corto para algunos retos.