La Europa League está siendo para el Sevilla un terreno en el que probar y comprobar si la profundidad de su plantilla es compatible con reproducir el sistema que le ha llevado a ser líder de la Liga española. Pablo Machín ha insistido en rotar en posiciones concretas, principalmente en la delantera, con tal de activar piezas que pueden ofrecer algún matiz competitivo interesante para futuros escenarios. Quincy Promes, Luis Muriel y Roque Mesa son los tres jugadores que más presencia están teniendo en las alineaciones, a quienes Machín ha solido rodear hasta el momento de otros jugadores más estructurales para trasladar el fin de semana al jueves europeo. Pero ayer, ante el Standard de Lieja, el Sevilla enfrentó un reto que fue variando entre la oportunidad y la incomodidad. Sufrieron los de Machín porque hasta el momento ningún equipo defendió como lo hizo el conjunto del gran Michel Preud’homme.
Y es que el concepto defensivo manejado por los belgas abrió muchas puertas pero las dejó abiertas para que solo pudieran entrar por ellas jugadores muy concretos. El planteamiento fue especialmente interesante y llamativo. Complementado por zonas del campo, el Standard se olvidó de la salida de balón, donde el Sevilla sale con defensa de tres, la primera superioridad para los hispalenses. Así, la base de su plan se sucedía después. Sobre los siguientes cinco hombres, carrileros y centrocampistas sevillistas, vino el constante acoso.
El sistema defensivo del Standard rompió los esquemas sevillistas
En la medular, Bastien, Cimirot y M’Poku fijaban marca individual sobre Mesa, Banega y Vázquez. Los extremos belgas, Carcela y Djenepo, bajaban para emparejarse con Arana y Vidal, delegando la marca a los laterales si los carrileros de Machín subían mucho su posición. Con toda la medular vigilada de manera constante, sin negociar un metro y un segundo, la única conexión existente era la que podía encontrar un central en conducción con un delantero en apoyo. Esta circunstancia creo mucho espacio pero también mucho desorden. Mesa, Banega y Mudo iban moviéndose y rotando en círculo para intentar recibir de un central, pero sus marcas eran incesantes. El tiempo pasaba, así que sólo los puntas, alejados, venían a zona de medios a tocar. Promes y Ben Yedder recibían e intentaban trenzar después si se escurrían de su par. La situación era ciertamente extraña porque rompía por completo toda coherencia y ortodoxia posicional: nadie estaba en su lugar. El colofón vino por parte de los zagueros belgas, que también perseguían la espalda de los puntas. Nada salía limpio.
El resultado fue un Sevilla desconectado, que casi nunca pudo poner de cara a sus centrocampistas y que dependió de una suerte de caos en la que la continuidad ofensiva, la relación entre las fases del juego, fue muy poco natural. La capacidad física, en resistencia y explosividad,de los jugadores del Standard permitió prolongar la idea y dejar al Sevilla en un contexto de urgencia clasificatoria que deberá certificar en el Ramón Sánchez-Pizjuán en la última jornada.
AArroyer 30 noviembre, 2018
La verdad es que, efectivamente, se ha convertido en uno de los grandes secretos del sistema una doble punta que nunca hubiera entendido como troncal en el devenir futbolístico del Sevilla, que es ese André Silva-Ben Yedder. Cualquier otra pareja se queda a medio camino y ayer no fue una excepción. Y sí, también, efectivamente, se ha notado mucho la baja de Jesús Navas. Y ayer más todavía.
Por otro lado, muy divertido y protagonista el planteamiento de Preud'homme. Arriesgó muchísimo pero le salió realmente bien.