
Ernesto Valverde está haciendo cosas nuevas desde un prisma parecido. Hace unos meses, cuando ganó una Liga empezada sin Neymar, cayendo en la Supercopa y sin demasiada ilusión a su alrededor, el Barcelona se encontró a sí mismo desde un control medido que el ‘Txingurri’ definió como hacerlo todo juntos. El sistema del Barça previo a éste reflejó una seguridad permanente que inició desde la presión y la continuó desde la posición o posicionamiento. Se aseguró cerrar el carril central tras pérdida y sus laterales se soltaban cuando la figura de Leo Messi recibía arriba, mientras Paulinho compensaba la falta de verticalidad que los mediocampistas y laterales argumentaban desde el mencionado control posicional. Hoy las sensaciones transmitidas en los mejores momentos comparten lectura pero no escritores. Y ahora es la propia estructura la que tiene que comparecer más que nunca cuando falta el jefe de todo esto, Lionel Messi.
Auténtico dominador de las mentes de un ‘Clásico’, Leo ha vuelto a la banda izquierda en la teoría para que pueda mirar a todos y todos puedan mirarle. Pero Leo no está ahora. Yendo por partes, en sus dos primeros meses de competición, el Barça ha encontrado un once en el que sus piezas quedan enfocadas a parcelas y funciones que les son más reconocibles para rendir en el momento. El encaje de Messi, Suárez, Coutinho y Dembélé comenzó en un 4-3-3 que ubicaba al brasileño en el interior izquierdo pero las particularidades de cada uno de los movimientos de Cou y Ousmane llevó al Barcelona a comprobar que el teórico escenario de profundidad anhelada derivaba en una pérdida de balón y timing ofensivo que comprometía el juego en toda su extensión. Un día, entró Arthur, y Valverde plegó velas en las jerarquías articulando una idea que tiene visos de profundidad en el tiempo y sostenibilidad diaria.
Arthur permite al Barça recuperar gran parte de la iniciativa
El primer ejemplo que se tiene del Barça sin Messi ha resultado ser con Rafinha Alcántara en el campo, una pieza que reproduce a escala la capacidad para mezclar rigor con mesura y control, y que ya tuvo importancia y repercursión en el 3-4-3 de Luis Enrique, aquella medida que otorgaba un extra de amplitud y timing en banda derecha, con movimientos propios muy aprovechables en la pizarra y una dosis de sacrificio y continuidad defensiva para ayudar a su lateral. En el presente, que Valverde elija a Rafinha sobre Ousmane no es sino la respuesta subrayada del concepto control en la dinámica construida. Arthur como interior izquierdo para avanzar juntos y Rafinha en el sector opuesto para sumar amplitud y pausa en tres cuartos; con recursos para juntar socios, más un Sergi Roberto que suma capacidad para alargar las cadenas de pases e interpretar el carril con su reconocida versatilidad de movimientos desde el lateral.
Esta disposición renovada le permite a Valverde llevar la iniciativa del encuentro aún no teniendo a Messi. La estructura tiene la capacidad de cruzar la divisoria y mantener el cuero hasta darle altura y progresión. La idea contiene por naturaleza la virtud de mantener la pelota en sus dos primeros tercios de campo sin excesiva dificultad. A la par con la que Arthur se acerca o se despega de Busquets y filtra o continúa con mayor soltura y preclaridad, las alturas de los jugadores van asentando la posesión y haciendo más largos los momentos defensivos del rival. Ante un Real Madrid que durante todos estos años ha tenido la capacidad de discutir la posesión y además el dominio del ritmo del partido, Valverde no parece por la labor de darle vueltas a un discurso que precisamente le permite condicionar el punto de partida de los planes de Julen Lopetegui.
Sin Messi, el Madrid puede soltar líneas y buscar en salida al Barça
Pero surge el interrogante de lo que ira suponiendo la última pieza, la que sustituya a Messi, la que sepa aprovechar mejor los diferentes escenarios que culés y merengues vayan adoptando en el roce y el discurrir de la noche. La ausencia del crack argentino le concede a Lopetegui la posibilidad de buscar cosquillas en zonas más adelantadas, al menos de probar la solidez de la salida culé y corregir por el camino lo que supondría que el Barça saliera de la presión y pudiera cambiar de ritmo. La respuesta de siempre no se hallará, pues Messi no estará para lanzar una transición, conducirla o finiquitarla llegando desde atrás. La activación del espacio en el que Messi recibe y activa compañeros recibiendo con cinco o seis hombres blancos superados por el balón en salida no existirá. Y en esa condición, la capacidad de que Dembélé sea determinante en un partido más abierto, sea de inicio o en su desenlace, convierte al francés en una apetecible parada del menú.
Es por eso que en su ya consabida naturaleza dinámica, la pieza que defina la estructura culé tendrá la capacidad de condicionar de un modo u otro. Arthur representa un descanso con balón, un orden posicional y un rigor técnico que le resta iniciativa al Madrid de Kroos, Marcelo, Modric o Isco, y sobre todo resta carreras a Bale, y ahí encaja más el menor de los Alcántara, mientras Dembélé abierto o Vidal mezclando pueden permitirle a Valverde un siguiente capítulo que amenace y/o castigue algún tipo de escenario en el que le dé al entrenador culé la posibilidad de soltar amarres y castigar la espalda de Marcelo. Una cosa sí que parece clara. Y es que el Barça puede sentir seguro en determinados ritmos de juego aunque no este Messi. Habrá límites pero no peajes.
Luizao 28 octubre, 2018
Valverde es un técnico conservador, por no decir algo peor jaja así que me extrañaría que usase a Dembelé. Y siendo que le salió bien lo de Rafinha es difícil que no sea de la partida.
De todas maneras todo puede ser, veremos que pasa, pero es una pena que Dembelé no sea un jugador más cerebral, porque condiciones tiene para ser ese hombre que necesita el barça que agreda al espacio.