La temporada 2016-2017 de Dani Alves, la que significó la vuelta de la Juventus a la lucha por la Copa de Europa, la que le vio cumplir 34 años, la que le vio afianzarse como jugador troncal de un sistema que le necesitó más arriba, fue un capítulo especialmente inspirado en la carrera del histórico lateral brasileño. El de Juazeiro se negó a ser testigo de cualquier hecho, lo que podría haberse entendido dada su edad, para convertirse en actor principal de una película candidata a lo máximo. Narrador de cada equipo -Sevilla, Barça, Juventus- del que formó parte, siempre contando cómo sería todo, Alves llega a París con el estímulo, Mundial de Rusia en el horizonte, de volver a describir el segundo año de proyecto de Unai Emery. Será difícil que Alves no suponga una de esas ansiadas respuestas que el subcampeón francés viene necesitando para entender el camino de la gran victoria.
Es imposible no relacionar lo que ha significado Alves como aliado de la victoria, como aliado natural del triunfo, con lo que el Paris Saint-Germain ha ido mostrando a partir de febrero, siempre frustrado por la parálisis, la incongruencia competitiva y la falta de competitividad en un grupo de jugadores fichados para alcanzar algo de lo que continúan lejos. El golpe más reciente no es sino el corolario de sinsabores de un proyecto nacido para ganar. Acostumbrado a relatar con fútbol ese intangible llamado carácter competitivo, detalle a detalle, mueca tras mueca, Dani Alves sigue transformando vestuarios, escribiendo pizarras, descubriendo caminos a quien le concede un lugar en el campo. Él se encarga del resto.
Dani Alves supone lo opuesto a nivel competitivo en Champions con respecto al PSG
A nivel competitivo, pocos jugadores en este siglo conocen los códigos, desde el equilibrio entre la llama y la calma, como Daniel. Si hay un concepto del que puede empaparse el PSG es el de la personalidad, esa diferenciación psicológica de la que se sirve cada ser humano para afrontar cada situación concreta. En el fútbol de hoy, Alves ocupa un punto completamente opuesto en la escala valorativa del que ocupa su nuevo equipo, quien precisamente ha pecado de escasa personalidad cuando más le pidió la competición que perseguía, una que hizo de Alves un derroche de sangre, sudor y lágrimas; del pulso necesario para levantar copas. Un referente de la costumbre, un sinónimo de palmarés.
Ante esto, Unai Emery tendrá que decidir dónde colocar a Alves. El brasileño, primero protegido por el sistema de tres centrales de Allegri y posteriormente como volante de un 4-4-2, ha encontrado en esa posición un plus para ser fundamental en la presión como elemento defensivo y un auténtico genio creando superioridad y dominio en campo contrario. Vamos, lo que ha sido siempre pero desde más arriba. Su físico y su mente quizás no estén para completar el máximo de partidos como ‘2’, así que el técnico vasco deberá tener en cuenta lo que Alves viene de hacer en el Juventus Stadium. Y lo que ha hecho en el Piamonte no es sino dotar a los suyos de un registro asociativo de máxima calidad, algo que agradecerán algunos de sus compañeros y que Emery no ha tenido tan presente durante su carrera.
Teniendo en cuenta que el día a día de la Ligue 1, que viene mostrando una mayor competitividad en la parte alta, pero que permite reservar ciertas energías, podría ver a Alves en ambas demarcaciones. Y dejando a un lado el componente competitivo para entrar en el discursivo, en el más táctico y analítico, sería complicado entender un PSG que no juntara a Dani con Thiago Motta, Marco Verratti y Adrien Rabiot. En especial, lo de los tres primeros podría volver a determinar las intenciones y los rasgos más evidentes en cuanto a número de pases en ambas mitades, ritmo ofensivo, salida de balón y circuito en mediocampo. Si con Dybala y Pjanic tejió la última Juve ganadora de Allegri, con semejantes centrocampistas, Alves tendría un peso en las decisiones de un calado diferencial. Sea lateral o centrocampista, su papel seguramente represente un plus extraordinario en la posesión parisina.
Emery deberá decidir si en partidos grandes Alves será lateral o volante
Ambas situaciones pueden sonar a ventaja pero suena algo temerario no pensar en Alves más liberado en ataque, más responsabilizado en la gestión y no tanto en el equilibrio defensivo que demanda una posición como el lateral. Perdido el motor que incorporaba por fuera e intacto el carácter intuitivo y único de los grandes talentos, el Alves centrocampista atesora una fuerza imponente para crear identidad. Es difícil negarle al brasileño el impacto que puede tener en la zona más importante del campo en esta época, alejado del reto de emparejarse con las estrellas ofensivas del rival, aislándolas, a su vez, con la ubicación más centrada y adelantada que se le ha visto recientemente.
Al Paris Saint-Germain le llevan esperando desde la llegada de Ancelotti. No puede negarse a su dirección deportiva la coherencia de muchos de sus movimientos, a nivel de plantilla y de formación de equipos. Por eso le vienen esperando como el relevo de una guardia que se ha fortalecido en la cima y a la que quiere acceder sin saber cómo. En todos estos años, sólo Maxwell, Thiago Motta, Ángel Di María y David Beckham saben lo que es ganar la Champions antes de llegar a París, pero lo hicieron siendo parte, más o menos importante de esos equipos. Pero Alves es un guardián de la misma, un auténtico capo que ha silenciado cualquier duda nacida en su veteranía, relativizada por kilates de talento y toneladas de perro viejo. El PSG necesitaba un golpe de efecto de este estilo: la sangre de Dani Alves.
Foto: THOMAS SAMSON/AFP/Getty Images
Franklin Espinola 25 julio, 2017
Más allá de su polémica personalidad, Alves es un gran jugador, lo quiero siempre en mi equipo. Espero que triunfe en su nueva aventura en París.