Se nos ha olvidado, pero José Luis Gayà es un arma ofensiva de primer nivel. Desde el lateral, una posición normalmente muy mal defendida, el canterano che irrumpió hace dos cursos en la élite desplegando todo un manual de cuándo llegar, qué decisión tomar y cómo ejecutarla para resultar tan -o más- dañino que un extremo.
Pero de aquel Gayà exhuberante poco queda. No sólo a nivel defensivo, donde ha bajado sus prestaciones hasta convertirse, por momentos, en una debilidad estructural del sistema, sino también en campo rival. La falta de fluidez con el balón, la escasez de movimientos, el nulo juego interior y la poca amenaza en el área han condenado al Valencia, a Mestalla y a Gayà. Una vez el equipo de Nuno se apagó, el de Pedreguer dejó de poder sorprender al rival y de cautivar al espectador hasta el punto de que, ahora mismo, parece un lateral más. Un lateral con cierta calidad más. Y hasta que su carrera demuestre lo contrario, José Luis es mucho más que eso. Ayer, con la España Sub-21 de Celades, volvió a demostrarlo.
José Luis Gayà fue el único que desbordó a San Marino.
El rival era San Marino, con todo lo que ello conlleva. Es decir, 90 minutos de asedio constante sobre el área rival sin prácticamente tener que preocuparse de que llegaran a la propia, pero a su vez teniendo el reto de superar un repliegue bajísimo que juntaba a diez jugadores en los primeros 20 metros del campo. Y ante esta situación, fácil en la teoría, más compleja en la práctica, el único futbolista español que consiguió desbordar con continuidad a San Marino fue su lateral izquierdo. La salida se orientaba hacia ese costado, Marco Asensio se despegaba de la línea de cal, José Luis Gayà subía, veía y decidía. A veces, pasando. Otras, como en la del gol de Munir El Haddadi, centrando con ese tacto de seda tan difícil de ver en la actualidad. Y las menos, aunque quizás también las más interesantes, metiéndose por dentro para sorpresa del rival.
Un futbolista capaz de hacer todo esto con tal sensibilidad, por más que el rival fuera quién fue, indica que uno de los primeros objetivos de su entrenador debe ser potenciarlo. Más si cabe si éste tiene su banquillo en Mestalla, pues ahora mismo el Valencia no va nada sobrado de regate, sensibilidad y creatividad. Aunque, en realidad, ahora mismo el Valencia no va sobrado de nada salvo de dudas.
El caso es que Cesare Prandelli, un técnico conocido por su gusto por el fútbol asociativo, afronta ahora la misión de encajar todas las piezas de un puzzle del que ni siquiera existe la certeza de que termine formando algo. El italiano debe darle todo: cuerpo, alma y sentido. Y para ello qué mejor que tratar de sacar lo mejor de uno de sus mejores futbolistas, incluso si esto conlleva cambiar de sistema (¿3-5-2/3-4-3?). Cierto es que ni el circuito asociativo da protagonismo a la banda izquierda ni los atacantes parecen ideales para el juego de Gayà, aunque quizás el Nani-Munir-Mina pueda sacar lo mejor de su talento para pasar y centrar -a lo de la Sub-21 ayer-, pero es que en este caso el zumo compensa exprimir la fruta.
Foto: ANDER GILLENEA/AFP/Getty Images
Helena 6 octubre, 2016
El Valencia está sumido en una depresión y necesita una revolución. Esta situación ha afectado muy negativamente a muchos de sus futbolistas, que les hace rendir muy por debajo de lo que pueden dar. Sinceramente, me apetece mucho ver qué hace Prandelli. El gusto italiano por el 3-5-2 y sus variantes puede ser el revulsivo necesario. Con Mangala y Abdenour saliendo a morder todo, Garay cubriendo las espaldas de estos, Gayá y Cancelo en las bandas y la enorme variedad de soluciones para el resto de puestos el Valencia debería empezar a rendir como lo que es, la cuarta o quinta mejor plantilla de España, que es mucho.
Ya veremos qué decide al final Prandelli, seguro que probara varias cosas antes de dar con la tecla. Pero si consigue que Gaya vuelva a ser el que fue y recupera la evolución a lo que prometía ser estamos hablando de un lateral que estaría en la lista de España para el próximo mundial