
La primera Copa del Mundo se disputó en el año 1930. Casi nueve décadas más tarde, Portugal, una nación que vive y muere por el fútbol como la que más, no había levantado ni un solo título de selecciones. Una vez estuvo cerca, en casa, contra la Grecia de Otto Rehhagel. Aquella Final se celebró en el estadio de da Luz (Lisboa) con 65.000 personas en las gradas y abrumadora mayoría local en ellas. Los griegos chutaron en cuatro ocasiones y metieron el 1-0; Portugal lo intentó en 16 y ninguna se convirtió en tanto. “Entra, foder! Entra, foder! Entra, foder!” *, exclamaron sus ciudadanos tras cada tiro sin recompensa. El eco retumbó por toda calle del país, sumiéndolo en una tristeza insoportable.
Más al norte, en la simbólica ciudad de Coímbra, un adolescente de origen bisauguineano lo oyó como si se dirigiese a él y quedó abducido por la plegaria. Le cambió. Nadie supo explicarlo. Su gigantesco y fortísimo cuerpo perdió parte de su vida e incluso su expresividad se matizó para borrar cualquier rastro de fiereza en su rostro o su gestualidad. De ahí en adelante, ni el más pintado pudo siquiera imaginar la misión que el destino reservaba a la criatura; nadie llegó ni a concebir qué impresionante futuro iba a llegar a depender de aquel bonachón destartalado cuyo principal don residía en la lealtad.
Ni Didier Deschamps ni Fernando Santos sorprendieron en sus alineaciones. Francia, además, tampoco lo hizo con el sistema: dibujó el 4-2-3-1 con Sissoko en banda derecha y Griezmann por dentro que le llevó a remontar contra los irlandeses y a eliminar luego a los campeones del mundo. Portugal, en cambio, sí añadió algún matiz distintivo. En vez de formar un 4-4-2 con Adrien Silva completando el doble pivote junto a William Carvalho, esbozó un 4-1-3-2 con el rubio delante y el moreno detrás que condicionó, a favor de los locales, el inicio de la Final.
Sintetizando, Francia gozó de un 3×1 clarísimo en la zona del mediocentro de los portugueses. Sissoko, Griezmann y Payet cruzaban la teórica línea que ahí traza cualquier sistema defensivo sin apenas oposiciónSissoko exprimió bien el fallo inicial de Santos que superar. Seguro que Fernando Santos tenía un objetivo adelantando tanto el sitio de Adrien Silva, pero ni se pudo percibir cuál era ni compensó de ningún modo el abandono a un William Carvalho que bastante tiene ya con lo que tiene (ser, quizá, el mediocentro más lento de la Eurocopa). Con Sissoko en plan estelar, siendo algo así como la mezcla entre lo mejor de Iniesta y lo mejor de Arturo Vidal, la selección anfitriona finalizaba casi todos sus ataques y después ejercía una presión sobre la salida lusa que derivaba en robos adelantados y mucho, mucho peligro. En realidad, no había demasiado fútbol, más bien se trataba de un derroche de pasión que se ajustaba muy bien al defecto táctico que desangraba a su rival, y en cuanto se apagase un poco lo primero o se solventase ligeramente lo segundo, el partido iba a igualarse.
La lesión de Cristiano Ronaldo supuso un punto de inflexión que sentó muy mal a los franceses.
Y ocurrieron ambas cosas. Rozando el cuarto de hora de la Final, Cristiano Ronaldo cayó lesionado, lloró, salió del campo andando, volvió a entrar cojo y se retiró definitivamente inmovilizado sobre una camilla. En el fútbol no puede suceder tal cosa sin que nada se modifique. Que Cristiano abandone una Final no es que se vaya del césped el mejor jugador del continente, sino un pilar, y de los gruesos, de la historia de este deporte. Es normal que todo cojee cuando él deja su hueco libre. Y las dos selecciones quedaron penalizadas. Francia vio cómo se apagaba su llama competitiva, y Portugal, cómo perdía cualquier esperanza goleadora. Y a fe que estuvo una hora de choque sin posibilidad real de amenazar al portero Lloris. Pero por lo menos, Fernando Santos sí obtuvo algo a cambio; reformuló la táctica del equipo y redujo sus problemas coyunturales.
Desde ahí hasta el minuto 79, el choque se espesó demasiado. Podría decirse que se jugó en virtud del plan de Portugal, que consiste en minimizar al máximo las capacidades del oponente aun a costa de que las suyasF. Santos fue quien arriesgó en los cambios desaparezcan, y es probable que no se faltase a la verdad al escribirlo, pero habría que matizar entonces que, incluso así, Francia gozaba de más opciones que Portugal de llevarse el gato al agua. Quizá no de las suficientes, pero sin duda, sí de más. En especial, después de que Deschamps agitara el avispero con las entradas al campo de Coman y Gignac, que se mostraron más generadores que los sustituidos Payet y Giroud. Por fortuna para los lusos, Rui Patricio, en una de las noches de su carrera, lo detuvo todo. Y entonces, Fernando Santos miró a su banquillo y señaló a Eder para que saltase al terreno. El delantero centro del Lille no había demostrado ninguna virtud reseñable en ninguno de sus 29 partidos como internacional, pero era la última bala que le quedaba en la recámara al seleccionador. Y no satisfecho con asumir el riesgo de poner sobre el césped a un futbolista tan limitado, quitó a Renato Sanches y mandó a la banda a un Nani que parecía agotado. La jugada se veía, siendo francos, bastante cortita. Pero era la única posible.
Corrían las 11 menos cuarto pasadas cuando el «7» regresó del vestuario con una pierna tiesa y la rodilla liada en trapo. Su cara oscilaba entre la impotencia de quien entiende que no ayuda y la jerarquía de quien intenta convencer al resto de que está allí para ayudar. Pero cualquier cosa que pensaba estaba marcada por el recuerdo de aquella Final de da Luz de hacía 12 veranos. No iba a poder convivir con tal página escrita multiplicada por dos veces. Miró a su alrededor, calculó las emociones y se fue a hablar con quien menos parecía creer.
– Vamos a ganar este partido -le dijo ocultando su desconfianza-. Lo sé. No son mejores, y míralos: están cagados. Un último esfuerzo y son nuestros.
– (…).
– Yo estuve allí la otra vez, esto no es lo mismo. Los griegos nos ganaron porque creyeron, porque estuvieron convencidos, porque nunca dudaron, porque lo sabían. Y ahora somos nosotros: va a entrar, joder.
El delantero centro de Portugal levantó la mirada. Ronaldo sintió que lo conseguía y continuó hablándole:
– Y vas a ser tú. Te lo digo yo, que esta vez sí, que esta vez sí entra, foder.
Sin dejar de mirar a Cristiano, su interlocutor abrió la boca como si intentase dar un grito. Al principio no salió nada y luego balbuceó como pudo:
– Entra, foder.
– Entra, foder!
– ENTRA, FODER! -La expresión de aquel gigante difería de la consabida. Denotaba lucidez, el mundo de repente se plasmaba ante sus ojos con una claridad meridiana-.
– ENTRA, FODER! -envolvió Cristiano-.
– ENTRA, FODER! ENTRA, FODER! ENT-ODER! EN-ODER! EN-DER! EDER! EDER! EDER!
Eder se abrazó a su capitán y retornó al terreno de juego siendo él mismo; como nunca antes lo había podido ser.
Desde el minuto 1 de la prórroga hasta el golazo del imponente ariete Eder, Portugal coleccionó una ocasión, un tiro al palo, un 55% de posesión y la seguridad de que Francia no llegó nunca hasta el extraordinario Kléper Laverán «Pepe». El giro en el desarrollo del envite había sido trascendental. Por un lado, la salida directa hacia Eder regaló metros por doquier a la selección portuguesa. Con especial énfasis, cabe señalar, cuando se dirigía a la zona de Umtiti, a quien se le notó la inexperiencia cada vez que se le buscaron. Aparte, el trabajo del propio Eder sobre los dos centrales liberó de esa carga a Nani y, pese a que antes aparentó muerte, el nuevo hombre del Valencia CF comenzó a marcar diferencias. Parecía más rápido que al comienzo, jugar de cara le sentó de maravilla. El 1-0 no fue fruto de ninguna casualidad, sino de que los lusos, en cuanto se decidieron a atacar, atacaron mejor que los franceses.
Deschamps reaccionó al tanto con la máxima premura posible. Entre otras cosas, porque él sabía que ya era tarde. El riesgo que asumió Fernando Santos quitando a Sanches y poniendo a Éder contrastó con el conservadurismo de un Deschamps que, teniendo un cambio disponible, ni introdujo a Martial con tiempo ni se la jugó con Kanté por Sissoko para adelantar a Pogba, que es el superclase. En cualquier caso, Francia recuperó la pelota, persiguió volcar el terreno y en el penúltimo minuto de la prórroga al final lo consiguió. Pero allí estuvo de nuevo Pepe, imponente en el partido definitorio como en el resto de las eliminatorias, para bloquear el disparo de Martial, certificar su MVP y resaltarse, junto a Gareth Bale y quizá, si se obvia la Final, Griezmann, como el hombre más dominante de la Eurocopa de Francia 2016. La que a su vez y a la postre se ha convertido en el primer título internacional de la historia de los portugueses. Ha sido muy como la inesperada Champions League del Chelsea en el año 2012. Porque nunca es tarde. El fútbol, aunque se piense lo contrario, casi siempre paga sus deudas.
* La expresión más natural de los portugueses hubiera sido «Entra, foda-se!», pero la empleada en el texto también es correcta y encaja mejor en el contexto.
** La idea original del paralelismo con «Game of Thrones» pertenece al escritor Héctor G. Barnés.
Foto: FRANCK FIFE/AFP/Getty Images
ManuelXeneixe 11 julio, 2016
Parece de libro, portugal campeón cuando menos se le esperaba, no con su mejor generación, con menor talento a priori que su enemigo, y sin embargo el fútbol premio a la generación cristiano ronaldo y pepe
1-me dejo muy frio la dirección de deschamps pero muy frio, el adelantar a pogba era algo que hasta el menos estudioso hubiese intentado
2-tocando un poco el articulo del otro dia, ¿es pogba un mediocampista top?, para mi es una individualidad top pero ahora mismo esas capacidades individuales no le están sirviendo para generar una identidad dominante
3-grato lo de sissoko, fue media Francia mientras tuvo gas
4-el cambio de eder estuvo lleno de todo el sentido del mundo, mas halla del gol, permitió respirar a Portugal y meter el miedo en la mente de los franceses, fue un back to basics del fútbol, un 9 para aguantar el balón y poder atacar, y la defensa de Francia ..buehh