Basilea no es un barrio obrero sino una ciudad grande de un país muy capitalista. Una ciudad grande como son las ciudades grandes en Suiza: pequeña y concentrada, llena de museos y casas de Pin y Pon, con calles peatonales y parroquianos que no saludan.
Vallecas es otra cosa. Es un barrio infinito de una ciudad inabarcable. Un país pequeño como son los barrios españoles grandes. Un mundo donde caben mil mundos caóticos que se expanden alrededor de calles con nombres de montañas asociadas más escarpadas y confortables que el propio universo. No hay museos para el turista (ni siquiera el del Jamón), ni construcciones para postales baratas, pero todos los días se pueden ver y contemplar las pinturas de un barrio de edificios grises y personas repletas de luz y colores. Arquitectura humana de clase trabajadora que saluda aunque no sepan tu nombre o acaben de llegar, nubes de café con leche, arepas y ceviches, churros y mejillones, boxeo y fraternidad. Vallecas tiene el doble de habitantes que Basilea y eso que es un barrio humilde y no la tercera ciudad más grande del país más rico de nuestra pobre Europa. Pero el otro día un vallecano que el domingo 15 (día del patrón de todos los madrileños) lloraba por su barrio, conquistaba todo un continente en Basilea
Coke demostró con su gesto lo que siente alguien de Vallecas
Cuando Coke Andujar le daba la tercera Europa League consecutiva al Sevilla, con dos zapatazos tremendos que rompían las mallas y la confianza de Mignolet, su mirada fue más allá del sur del sur de su conciencia. Seguro que un pedazo deCoke se acordó de su Rayo esa victoria ante el Liverpool era parte de hashtag #estebarrionuncaserinde que tuiteó el amargo domingo de insurrección y derrota de la Vallecas irreductible. El domingo de Levante y poniente, el domingo de volver a la realidad del lunes de la segunda, del enero de las cuestas, del primer día tras las hermosas vacaciones de cuerpo y del alma. El de volver a su hábitat natural aunque últimamente extraño, el de regresar a casa de tus padres porque al final la cosa estaba mal con Sonia y la independencia es cara y no acaban de subirme el sueldo pero el casero sí me quiere subir el alquiler (incluso en Vallecas). El momento en que todo un barrio decide levantarse un poco más temprano para adelantar curro y volver más rápido y veloz al paraíso perdido.
Vallecas seguirá, seguro unido su equipo. Es lazo no se romperá
Ese momento en que Jozabed se lesiona, Bebé se cansa, Diego Llorente duda o Baena se rinde. En el que Paco Jémez titubea, Trashorras se aburre o Javi Guerra firma la paz. El momento en el que parecía que hacía bueno y el tsunami se lo llevo todo menos lo imposible de llevar: el orgullo de haber luchado contra el viento, la marea, las circunstancias o los extraños elementos que dejaron ciertas dudas sobre cualquier certeza. El orgullo de ser de barrio, de sentir en las afueras, de vivir en los momentos aledaños de la vida, de la nobleza de haber jugado una UEFA por deportividad siendo de barrio. De sentir que el año que viene ascenderán antes el número de socios que el equipo, que las mañanas de domingo en Payaso Fofó seguirán recordándonos que el fútbol también es algarabía y algarada. Que es algo más allá de algunas cosas. Que la Franja sigue siendo un estandarte contra cobardes. Que el rayo, como dijo el poeta hablando de otras cosas igual de importantes, no cesa. No se apaga.
morelli 2 junio, 2016
Buah, pero qué cosa más grande de artículo.