El derbi gallego, durante y después, dejó la sensación de que el visitante, en este caso el Dépor, supo adaptarse al medio con mayor facilidad y ante diferentes escenarios. Fue esa adaptación continua de los hombres de Víctor la que facilitó interpretar que la incomodidad fue más viguesa, inclusive tras empatar el encuentro y manejar superioridad numérica en el último tercio del choque. Fue un Celta apagado, que acusó la ausencia de su eje, Marcelo Díaz, y que nadó en varias direcciones que no encontraron destino.
Los primeros 25 minutos del Dépor descolocaron al Celta
Radoja y Wass, sin salida claraLos 25 primeros minutos explicaron la confusión celeste, que sin el chileno estuvieron obligados a salir por fuera para encontrar a los buenos juntos y arriba. Forzado a ello, Jony y Mallo debían recibir el primer pase de los centrales, formando una linea horizontal en campo propio que hizo reaccionar al Dépor, mandando las líneas más arriba y ganando el factor más psicológico de estos derbis: perder el miedo y acumular hombres en la mitad de campo del oponente. Ya en el 17′ figuraban los de Berizzo con dos amarillas; las piernas estaban tratando de corregir la evidente inferioridad táctica. Todo el éxito de los coruñeses se originó por la derecha, con Lucas Pérez volcándose para profundizar y cediendo la zona central, deshabitada por la ayuda a banda de un pivote vigués, para la llegada de sus compañeros. Muchos planos ofrecían una realidad: el Dépor llegó a atacar con más hombres de los que el Celta era capaz de sumar en el balance.
Madurar la jugada pasó a ser mentalmente un reto para el Celta. A la ausencia del mencionado Díaz, que da la opción de un pase atrás; el marcador en contra, la abundante lluvia, jugar en casa y ante el Dépor, y hacerlo después con un efectivo más -llegaron a ser ‘dos’ tras la lesión de Borges-, confundió a los vigueses, como tantas otras veces a muchísimos equipos en situaciones análogas. Precipitó su ataque, buscó el uno contra uno una vez el balón llegaba a banda, sin esperar a un retrasado y sin apoyo real sobre Wass y Radoja, futbolistas que se diferencian por otras labores, lo que estiró al equipo, que se tensó por el cúmulo de variables que debió ordenar. Los locales fueron una contradicción durante gran parte de la cita, pues elaborar agrupados para seleccionar la opción definitiva sonaba muy complicado cuando los dos centrocampistas centrales retenían la circulación, en lugar de darles vuelo de costado a costado.
Berizzo: «Somos vertiginosos; a veces nos cuesta decelerar»
La solución fue siempre Orellana, al menos intencionalmente. Una maravillosa jugada entre Fabián y Nolito empató un encuentro que desde ahí se quedó atrapado en las sombras. Sin el mando de antaño para competir muchos partidos en uno, el Dépor le puso memoria tras la expulsión de Arribas. Recordó al equipo que cerraba espacios y competía con equilibrio, sabiendo ahondar en las dudas de un Celta, que como el cielo, no tuvo la mejor de las tardes.
@migquintana 3 abril, 2016
Muy de acuerdo con el análisis, Arroyo.
El partido fue demasiado derbi para el Celta de Vigo, que suele afrontar peor estos partidos tanto desde el punto de vista emocional como futbolístico, porque objetivamente le vienen peor. Además, como no estaban ni Marcelo Díaz ni Pablo Hernández, la opción de desacelerar, pausar, adaptarse y someter al Deportivo quedó demasiado lejana. Y ahí creo que tampoco ayudó la suplencia de John Guidetti. Entiendo lo de situar a Aspas por dentro y a Bongonda por fuera para ganar velocidad ante la posible presión del Dépor, que ya hizo daño en Riazor, pero el sueco es un elemento más de calidad en salida que, además, pausa. Hubiera ayudado, creo.